25 de mayo de 2009

EL INFIERNO

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            El Infierno es una calle repleta de gente. A donde miro, veo personas que hacen cualquier cosa por llegar a uno de los tantos locales que dan a la vereda. Se empujan y me empujan sin descanso. Una señora de unos cincuenta años está agarrando de los pelos a un adolescente. Éste cae de espaldas al suelo y al instante es pisoteado por un centenar de pies nerviosos. Vuelvo a ver a la señora: en su maño aferra, cual trofeo, una mata de pelo rubio.

            No recuerdo cómo llegué. Supongo que habré muerto, de lo contrario no me explico cómo puedo estar en el Infierno. Porque éste es el Infierno, así con mayúscula, de eso estoy seguro. Creo que es de lo único que estoy seguro.

            Tampoco recuerdo mi otra vida. O mi vida, para ser exacto. Algo me dice que tuve una hija, o dos, y un perro, pero no podría asegurarlo. Aunque, a decir verdad, no tiene importancia. En el Infierno no importa nada de eso. Lo único que importa es la calle que te toca y la gente que te rodea.

            Veo a varios chicos en la vereda. Están desorientados. Miran hacia uno y otro lado y no paran de llorar. Lloran desconsoladamente, pero nadie les hace caso. Parece que buscan a sus padres. Sin lugar a dudas ellos están peleando para entrar a uno de los locales, golpeando y recibiendo golpes a diestra y siniestra. Y los chicos lloran... No pertenecen a este lugar. Esta revelación me llega de pronto, pero sé que es cierta. El Infierno no es para los niños ni los niños para el Infierno, pero los padres arrastran a sus hijos a donde quiera que vayan.

            Miro hacia la vereda de enfrente. El mismo escenario se reproduce allá. Hombres y mujeres que luchan, chicos que lloran, un tumulto sin nombre que se mueve como una aglomeración de hormigas. El cielo, arriba, es rojo. No intento cruzar la calle, ya que se encuentra cubierta de pequeñas montañas humeantes. No sé qué serán, pero de todas maneras no me arriesgo. Algo me dice que no podría cruzar. Miro la vereda de enfrente como si observara, desde la costa, una embarcación en el horizonte. La veo y allá está, pero también sé que jamás podría llegar a ella. A mí me tocó este Infierno, y a este Infierno tengo que remitirme.

            Un hombre calvo pasa a mi lado y me golpea con su hombro. No creo que haya sido a propósito, no parece darse cuenta de nada. Al menos conmigo, ya que unos metros más adelante se topa con otro hombre, gordo y con barba, y después de tirársele encima le muerde la oreja hasta arrancarle un pedazo. El hombre gordo se agarra el costado izquierdo de la cara y, tras dar dos o tres pasos en falso, se cae. En su cara puedo ver el dolor. No hay caso, en el Infierno también hay dolor.

            Una mujer vestida con una blusa verde sale disparada del tumulto, como si varios pares de brazos la empujaran al mismo tiempo. Va directo a la calle y cae sobre ella. En el instante se derrite, dejando en el pavimento un montón de huesos amarillentos chapoteando en un fétido líquido verde. Ahora veo la naturaleza de los montículos humeantes. Algo en mi mente me advertía de los peligros de la calle. Algo me decía que era imposible pasar por ella. Todos estamos atrapados en el Infierno que nos tocó.

            Empiezo a avanzar. Solamente quiero irme. Trato de mantenerme alejado de los comercios sin acercarme mucho al cordón de la vereda. No es fácil, las personas van y vienen.

            Sigo caminando, con cada paso me siento más y más extraño. Mejor, se podría decir. Sí, bastante mejor. Miro hacia atrás, la esquina está tan lejos como la que se halla adelante. Tengo que seguir avanzando. Y lo hago, y me siento mejor.

            Entonces me doy cuenta (con el décimo paso me doy cuenta): nadie llega al Infierno y se siente en casa de buenas a primeras. No, hay que acostumbrarse al Infierno, como hay que acostumbrarse a todo. Y, para acostumbrarse, hay que avanzar. Y yo avanzo.

            A los veinte pasos dejo de esquivar a las personas y las empujo. A los treinta, las golpeo. Ahora siento unas ganas irrefrenables de entrar a un comercio y comprar algo. Lo que sea. No sé qué venden acá, pero no me importa. En el Infierno, todo está a la venta.

            Comienzo a abrirme paso entre la multitud. Veo un hueco. Antes de meterme por él, una nena se me atraviesa, llorando. No dice nada, sólo llora y me mira. Me exaspera. Meto mi mano en el bolsillo y saco las llaves de mi auto, ya inservibles. La sujeto con mi puño cerrado y dejo que la punta emerja entre mis dedos índice y mayor. Doy el golpe. La llave ingresa por el ojo de la nena y siento una explosión en mi mano. Aparto a la chiquita de un manotazo y apenas veo como se desploma.

            Sigo. Una ráfaga de sentido irrumpe en mi cabeza. Esa nena, a lo mejor, era mi hija (una de mis hijas, si tenía más de una), que yo mismo había arrastrado hasta acá y que me estaba buscando...

Desecho el pensamiento al instante y me empecino en avanzar. En el Infierno no importan esas cosas.




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© Lucas I. Berruezo
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6 comentarios:

  1. Hola Lucas! Como estas? Che antes que nada quería felicitarte como lo hice personalmente por el cuento, creo que esta muy bueno y todo lo que se un disparador de alguna discusión me parece copado.

    La discusión que disparo el cuento es si realmente estamos viviendo en un infierno haciendo un paralelo con la realidad del consumismo, y si el mundo de hoy es peor que el de hace 50 años atrás…

    En fin, esta claro que es una discusión muuuy amplia y se le puede entrar por varios frentes según que lado quieras “defender”, pero realmente creo que la gente hoy en su mayoría tiene resistencia al cambio y siempre tiende a ser pesimista, estos 2 factores hacen que se detengan en ciertas cosas totalmente verdaderas para convencerse de que el mundo es un mierda y cada vez esta peor, pero no están abiertos de igual manera a ver las cosas buenas que pasan y que hacen definitivamente que el mundo de hoy sea mejor que el de hace 50 o 100 años atrás.

    Dado que la discusión es muy amplia voy a exponer 2 puntos (que también le comente a Lucas personalmente):

    Las parejas / matrimonios actualmente no duran tanto como antes, es decir la tasa de divorcios creció notablemente.
    Lectura Negativista: Hoy ya no se valora la familia, ante la primera discusión se separan y los hijos de estas nuevas familias serán mucho peores (con mas “traumas”) dado que no tiene tantos limites como antes.
    Lectura Positiva: Hoy en día la mujer no se banca que el hombre la oprima como lo hacia hace 50 años, la pareja es menos hipócrita ante la sociedad y esta en busca de la felicidad, los hijos serán mas sanos en consecuencia…

    El Mundo en general esta mucho mejor en lo que hace a Salud y Pobreza que en tiempos pasados. Para esto le prometí a Lucas que iba a buscar info que de fuerza a lo que digo.

    Les pido que respondan el multiple choice y después vean el video a ver si tienen (como yo!) menor performance que un chimpancé en lo que a conocimiento del estado de la salud mundial se refiere:

    Que país tiene mayor índice de mortalidad infantil???

    Sri Lanka - Turquía
    Polonia - Corea del Sur
    Malasia - Rusia
    Pakistán – Vietnam
    Tailandia - Sudáfrica

    Me parece realmente imperdible este video, no lo vean sin haber respondido la anterior pregunta!
    http://www.youtube.com/watch?v=hVimVzgtD6w

    Si quieren mas info aca hay mucha:

    http://www.gapminder.org/downloads/flash-presentations/has-the-world-become-a-better-place/

    Esta muestra como en 1970 el 38% del mundo era pobre, en el 2000 bajo al 19% y la tendencia es que en 2015 el 10% sea pobre.

    http://www.gapminder.org/downloads/flash-presentations/human-development-trends-2005/

    Esta la organización mundial de la salud y la ONU como fuentes de datos, aclaro que no son datos del INDEC!

    Saludos!

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  2. Juan, una vez más estamos sumando manzanas y restando naranjas. Este es el problema cuando se sacan estadísticas a partir de un texto de ficción. En primer lugar, y suponiendo que la relación «Cuento “El Infierno” – sociedad consumista» sea cierta (es tu interpretación y no tiene por qué ser compartida), no tiene nada que ver con la cantidad de datos y videos que sacaste a relucir. No voy a discutir sobre eso, porque no tengo la información ni el conocimiento para discutir estadísticas oficiales (aunque una conferencia sobre el hambre en el mundo sponsoreada por BMW me pone la piel de gallina). Entonces, manteniéndonos dentro de tu interpretación del cuento, poco tienen que ver las estadísticas de hambre en el mundo con la interpretación de una sociedad consumista. Primero, que haya, en teoría, menos pobres, no significa que se viva mejor. Incluso que se viva más años, no significa que se viva mejor. Que el consumismo hoy (y ayer también, esto no es nuevo) se convirtió en una fiebre no es una novedad. Basta ver alrededor. Ninguno de los videos que trajiste a colación discute la idea del consumismo, por lo que la alusión al cuento “El infierno” estaría de más. Ahora bien, con respecto a la afirmación de que si el mundo está mejor o peor que antes, podrían citarse muchos otros ejemplos que trascienden el ámbito marital. Se podría decir que antes había más respeto, se podía salir a la calle sin tanto miedo, las personas tomaban fresco en las puertas de su domicilio sin temor a ser asesinadas, los jóvenes tenían enfermedades de jóvenes y los viejos de viejos, había valores más firmes y sólidos, menos ansiedad, menos estrés, etc. etc. etc. Siempre hubo pobreza, es verdad, pero tal vez no hace mucho tiempo que se cuenta con la tecnología y los medios para erradicarla por completo, y aún así no se hace. Algo es bueno cuando no podría ser mejor, y esto podría ser mejor, entonces no es bueno. Yo qué sé, a los que se sirven de números abstractos para decir que el mundo está mejor mientras que hay niños que se mueren de hambre vos lo llamarás estadistas, yo los llamó cínicos. Cuando ningún niño se muera de hambre, que ahí digan que estamos mejor, mientras tanto que se limiten a manejar sus BMW y a cerrar la boca.

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  3. Hola Lucas. Tu cuento me gustó mucho. Yo leo sin buscarle la vuelta. Ese relato nos habla de una versión del Infierno, una tan posible como todas las demás. Sólo quienes allíe stán sabrán que tan diferente es. Muy bueno. Ya quisiera yo poder escribir así.
    Un abrazo,
    Fer.

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  4. Te invito a mi humilde espacio: embrionliterario.blogspot.com

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  5. Yo soy el Fernando de arriba.

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  6. Impecable como siempre Lucas, me encanto!

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