25 de noviembre de 2011

11-11-11: una profecía que no convence

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         Joseph Crown (Timothy Gibbs) es un escritor famoso que pierde a su esposa y a su hijo en un atentado. Desde ese momento, tanto su vida como su carrera se desmoronan, y apenas puede conseguir un poco de consuelo en un grupo de autoayuda, en la compañía constante de un diario y en las todavía más constantes y cercanas pastillas. Sin embargo, su vida vuelve a pegar un vuelco cuando él mismo sufre un accidente automovilístico del que (milagrosamente) sale ileso y cuando, días más tarde, lo llama su hermano Samuel (Michael Landes) y le informa que su padre está agonizando. Entonces, Joseph deberá volver a encontrarse con un pasado que insistentemente había querido olvidar y con una fe que ya creía desterrada de sí mismo. Mientras tanto, descubrirá que desde que su esposa y su hijo fallecieron, hay algo que permanentemente aparece en su vida y parece querer decirle algo: el número 11-11. 11-11 por todos lados. 11-11 a cada momento. La historia se volverá cada vez más oscura a medida que se acerque el 11 de noviembre de este año, es decir, el 11-11-11, número (y fecha) que para muchos abriría una puerta entre distintos planos y pondría en juego el futuro de la humanidad. Futuro que, a su vez, dependerá de Joseph Crown y su familia.

          La película no está buena. Se abusa de recursos gastados (apariciones abruptas, seres horribles, elevación de la música, etc.) y, al menos en este caso, deshonestos. Con el fin de asustar al espectador, se echa mano a todo lo que está cerca, sin importar que contradiga la historia o que no sea coherente con lo que se viene planteando. De hecho, el autor y director, Darren Lynn Bousman, debe haberse dado cuenta de lo mucho que forzaba el argumento, ya que en un extraño mea culpa pone el siguiente diálogo entre Joseph y un experto en ocultismo:

(Ante la insistencia de mensajes poco claros, Joseph no puede más que preguntar:)
«– ¿Por qué este número, 11-11? ¿Por qué no… no sé… 19… o 67… 45? ¿Por qué son números? Quiero decir, si tienes algo que decir, sólo sal y dilo.
»– Porque hay reglas. Así en lo místico como en lo fantástico. Así es como funciona.»

         La pregunta que formula Joseph es una pregunta que todos los aficionados al género de terror nos hemos hecho en repetidas ocasiones. ¿Por qué los seres (ya sean fantasmas, monstruos o lo que fueran) pueden dar claves, escribir en espejos húmedos, decir palabras oscuras y no pueden ir directamente al grano y decir lo que realmente quieren o deben decir? Por supuesto, nuestra respuesta será muy diferente a la que dio el experto en ocultismo. Mientras que él dice que así funciona la cosa (sin aclarar qué es lo que funciona así y cómo es esa forma de funcionar), nosotros podemos decir: si los fantasmas son claros, no hay historia. Punto. La habilidad del escritor dependerá de si logra convencernos de que los fantasmas pueden hacer muchas cosas pero no lo que se supone que tienen que hacer. El problema de esta película es que no llega a convencernos de nada.

         Por último, está el problema de las fechas. Las películas que hacen profecías específicas suelen tener una vida útil que no va más allá de la fecha que señalaron como apocalíptica (tal vez la única película que contradiga esta hipótesis sea Terminator). Si bien es cierto que el 11-11-11 no marca un final definitivo, sino el comienzo de ese final, me pregunto si los espectadores podrán seguir interesándose en una película que tiene como título una fecha que ya pasó y quedó en el olvido.





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