11 de enero de 2014

BESTIAS AFUERA, de Fabián Martínez Siccardi




«–En un sitio como éste hay que controlar la tendencia de la mente a poblar lo inhabitado. Acá, los pensamientos se agrandan y pueden terminar saliendo de las maneras más inesperadas, más perturbadoras.»
Fabián Martínez Siccardi, Bestias afuera.


El aislamiento, la rusticidad, la naturaleza al mismo tiempo yerma y exuberante, lo salvaje… Todo esto forma parte de la vida en La Guillermina, la estancia patagónica a la que debe ir Florián, un agrónomo recién recibido de 24 años, con el fin de realizar una recopilación de pulgones para estudiarlos, luego, en el laboratorio. Desde un comienzo, su llegada a La Guillermina está marcada por un alejamiento de todo y un adentramiento a lo recluido (no sólo geográfica, sino también temporalmente): «Dentro de ese contorno [que delimitaba la estancia] se concentraban los únicos elementos humanos en kilómetros a la redonda; afuera quedaba lo salvaje, lo inalterado» (p. 13). En esta dicotomía entre lo salvaje y lo civilizado, entre lo bestial y lo humano, que nos trae a la memoria el binomio sarmientino, se desarrolla Bestias afuera, la novela de Fabián Martínez Siccardi que acaba de ganar el Premio Clarín de Novela 2013.

            Cuando Florián, junto a su perro Atila, llega a La Guillermina es recibido por Bastiana, la mujer que cuida de Haroldo (el dueño de la estancia, un hombre enfermo y envejecido) y se encarga de las cuestiones domésticas. Las palabras con que Bastiana recibe a Florián están lejos de ser de bienvenida y se dirigen más a Atila que a él: «Las bestias afuera» (p. 15). La inflexibilidad de la mujer plantea ya la imposibilidad de ir en contra de las reglas de la estancia: los animales, las bestias, se quedan afuera, las personas, adentro. Florián debe, entonces, encontrar la forma de ubicar a Atila, con quien mantiene una relación de amistad ajena a toda distinción entre lo humano y lo animal. Más tarde descubrirá, con el transcurrir de los acontecimientos, que él no es el único incapaz de establecer este tipo de distinciones.

            La novela está buena justamente por eso: con una prosa simple, aunque no exenta de profundidad, Martínez Siccardi nos introduce en un universo conformado por un número reducido de personas y por una serie de reglas que, por rígidas o inalterables que parezcan, no tardarán en mostrar sus fisuras. Incluso la regla principal, la de las bestias afuera, comenzará a desdibujarse, mostrándonos cómo las personas pueden llegar a ser tan bestiales, o más, que los animales. Y es entonces cuando notamos que las dicotomías ya no funcionan, que los binomios dan paso a las ambigüedades y éstas a las integraciones, para ponernos en un lugar incómodo en el que nada es lo que parece o lo que nos gustaría que fuera, donde los hombres son capaces de las peores acciones y los animales, simples víctimas de nuestras perversiones. Ni la realidad misma quedará libre de contaminación, y las barreras de lo real y lo sobrenatural se quebrarán con la misma facilidad con que un árbol seco es arrastrado por la fuerza salvaje de un río embravecido.

            Afín a una tradición amplia, que incluye a escritores como Ezequiel Martínez Estrada y Henry James, Bestias afuera es una buena opción para estos meses de calor y escasa energía eléctrica. Los invito a leerla.


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Sobre el autor: Fabián Martínez Siccardi nació en Río Gallegos en 1964. Aunque en la actualidad vive y trabaja (como traductor e intérprete) en Buenos Aires, durante gran parte de su vida careció de una residencia fija, estableciéndose en distintas ciudades de la Argentina, Estados Unidos y España. Entre sus trabajos cabe destacar la novela juvenil Patagonia iluminada (2012) y los relatos “Memoria fotográfica” (segundo premio Hucha de Oro, 2003), “El santo invisible” (segundo premio Ciudad de Zaragoza, 2005), “If then a man” (en coautoría con el sudafricano Arthur Rose y finalista del Glimmer Train Press, 2012) y “Laika” (premio Alberto Lista, 2007, y adaptado al teatro por el mismo Martínez Siccardi bajo el nombre Laika, no te escondas).

- Martínez Siccardi, Fabián. Bestias afuera. Buenos Aires, Clarín-Alfaguara, 2013.


5 de enero de 2014

EL PSICOANALISTA, de John Katzenbach




Las reglas indican que en una reseña crítica primero se debe dar un breve resumen de la obra y después desarrollar la opinión que se tiene de la misma. Permítanme evadir un poco esas reglas e ir directamente al grano: El psicoanalista (2002) de John Katzenbach es una acumulación de quinientas páginas de puro tedio. Todavía no puedo entender cómo me hablaron tan bien de esta novela, que, de hecho, me vienen recomendando desde hace diez años. Pero bueno, de la misma manera que la vida no es justa, el mundo de la valoración estética no tiene por qué serlo.

            Ahora sí, vamos a ver de qué trata la historia. El psicoanalista nos pone en escena al doctor Frederick Starks (Ricky para los que lo conocen), un psicoanalista que, después de perder a su esposa a manos del cáncer, mantiene una vida gris, con pocos sobresaltos y centrada en su trabajo. Por lo menos hasta el día en que cumple cincuenta y tres años, día en que, a su vez, recibe una extraña carta de alguien que se hace llamar Rumplestiltskin, indicándole que si no descubre quién es él (emulando el cuento tradicional del que tomó el nombre) en exactamente quince días, va a tener que suicidarse o, de lo contrario, verá sufrir o morir a algún ser querido. El doctor Starks no tiene ningún ser que le sea realmente querido, pero se niega a ser responsable de una muerte ajena (o de algo incluso peor), y por eso decide seguir el juego de su acosador. A lo largo de las quinientas páginas mencionadas, veremos cómo se desarrolla un juego de víctimas/victimarios que no cesará de cambiar y que mostrará las distintas formas en que se puede empujar al límite a una persona.

            Hasta ahí la novela parece buena, ¿no? Bueno, no. Por la forma en que está desarrollado el argumento, se trata de una novela que se podría haber hecho en doscientas páginas, no en quinientas, lo que la vuelve tediosa, por momentos poco menos que insoportable. Katzenbach, en su intento por desarrollar un thriller psicológico, nos abruma con los pensamientos del protagonista, extendiéndose páginas y páginas en elucubraciones que, careciendo de la fuerza introspectiva de una primera persona, son expuestas de forma sistemática, y hasta ridícula, por un narrador omnisciente que sabe lo que Starks hubiera pensado de conocer un dato que ignora, pero duda al momento de afirmar cuántos grados descendió la temperatura. Dicho en pocas palabras, entramos a la novela esperando encontrar un thriller psicológico y nos encontramos con un aburrimiento mental.

            Por último, y para aquellos a los que les gusta el misterio, les digo que ese juego de víctimas/victimarios se resuelve de manera definitiva en las últimas páginas de la novela. De cualquier forma, no van a tener que esperar tanto. La resolución, salvo en alguno que otro detalle, es bastante predecible y el rompecabezas se vuelve evidente mucho antes de que todas las piezas ocupen su lugar.

            En fin, El psicoanalista de John Katzenbach fue una novela de considerable éxito que todavía hoy se sigue reeditando y vendiendo. Paradojas de la vida. Desde este modesto blog, no la recomiendo. No obstante, sean libres.




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Sobre el autor: John Katzenbach nació en Estados Unidos en 1950. Trabajó como periodista especializado en temas judiciales al tiempo que desarrolló su carrera de escritor y de guionista de cine (en películas basadas en sus propias novelas). Entre sus novelas más conocidas, se encuentran Al calor del verano (1982), Juicio final (1992), El psicoanalista (2002) y El profesor (2010).