23 de junio de 2019

LA MALDICIÓN DE LA LLORONA: expectativas frustradas







Se podría decir que todo comienza en México, en 1673. Una mujer, felizmente casada y con dos hijos, descubre que su marido le fue infiel con alguien más joven. Entonces, decide vengarse de él golpeándolo donde más le duele: en sus hijos. Sus hijos… Que también son de ella, aunque por un momento parece olvidarlo y, cediendo momentáneamente a la locura que otorgan los celos (¿acaso hay locura más fría y calculadora que ésta?), ahoga a los niños en el río. La razón llega en forma de arrepentimiento y culpa. Estas emociones dan lugar a la leyenda. Desde ese momento, la mujer, con su llanto a cuestas, irá en busca de los hijos ajenos para que ocupen el lugar de los propios. La maldición de la Llorona ha nacido.

            Trescientos años más tarde, en 1973, en EE. UU., Anna, una asistente social viuda y con dos hijos, debe enfrentar un caso de maltrato infantil: Patricia Álvarez, una mujer de origen latino (mexicano, con toda seguridad), no está en su sano juicio y, al parecer, lastimó a sus dos hijos. Anna y su equipo hacen las cosas que corresponden: separan a la mujer de los chicos y llevan a éstos a un albergue para que pasen la noche. El problema, claro está, es que la Llorona seguirá a esos niños con toda la constancia con la que una madre seguiría a sus propios hijos, aunque por motivos distintos. Finalmente, una vez que lo inevitable irrumpe, la Llorona busca nuevas víctimas. Y es entonces cuando ve a los hijos de Anna…

La maldición de la Llorona (The Curse of La Llorona, 2019) es la nueva película del equipo que creó la saga de El conjuro, Annabelle y La monja. Es comprensible que haya generado expectativas. Su productor, James Wan (creador, además, de Saw) está relacionado con lo mejor del terror en Hollywood de, por lo menos, la última década. Sin embargo, la realidad no es tan satisfactoria. Podríamos decir que La Llorona es una película efectiva, nada más. Tiene un buen manejo de las cámaras, de los tiempos, de los sonidos, hace un buen uso (aunque excesivo) de la aparición abrupta, pero falla en lo que se refiere al argumento. Se trata de una historia que no se justifica a sí misma (¿por qué la Llorona, de nacionalidad mexicana y que no escatima las palabras en castellano, actúa en EE. UU.?, ¿por qué la década del ’70?, ¿por qué, si la Llorona quiso en su momento vengarse de su marido, ataca a la descendencia de dos mujeres solas, sin esposos?) y que, para colmo, ofrece un final que se esfuerza (mucho y mal) por quedar abierto.

Esperaba más de esta película y, como me pasa siempre que espero más de algo (o de alguien), quedé decepcionado.


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Título original: The Curse of La Llorona
Año: 2019
Duración: 93 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Michael Chaves
Guion: Mikki Daughtry, Tobias Iaconis
Música: Joseph Bishara
Fotografía: Michael Burgess
Reparto: Linda Cardellini, Patricia Velasquez, Raymond Cruz, Sean Patrick Thomas, Tony Amendola, Marisol Ramirez
Productora: Atomic Monster / New Line Cinema. Distribuida por Warner Bros
Productor: James Wan



18 de junio de 2019

LA CAJA DE BOTONES DE GWENDY, de Stephen King




Gwendy Peterson, una chica de doce años con unos kilos de más, sube las Escaleras de los Suicidios que conducen a Castle View. Su intención, más que espacial, es física: quiere hacer el ejercicio suficiente como para bajar de peso y evitar así que la sigan llamando “Goodyear”. Una vez en la cima de la ladera rocosa, y todavía con la respiración acelerada, Gwendy ve a un hombre misterioso, que usa una chaqueta negra y un sombrero pequeño del mismo color, sentado en un banco. Este hombre, llamado Richard Farris, le pide que se acerque y, después de un breve diálogo, le entrega una caja de madera que tiene, a la vista, una particularidad: está cubierta por seis botones de distintos colores en la parte superior y uno en cada lateral, lo que suman ocho botones. Además, hay una palanca en cada extremo, junto a una rendija. La caja, que parece inofensiva, esconde, según el hombre del sombrero, un poder inimaginable, capaz de destruir el mundo. Todo dependerá del uso que el dueño le dé. Y, a partir de ese momento, la dueña será Gwendy…

            A lo largo de la historia, podemos seguir a Gwendy Peterson por el transcurso de varias etapas de su vida, desde los doce años hasta su graduación en la universidad. En todo ese tiempo, su vida experimentará una serie de cambios que la irán convirtiendo en una persona muy distinta de aquella nena que sólo quería bajar de peso. La caja de botones, con todo el poder que irradia, será el faro que iluminará su camino, para bien o para mal.

            La caja de botones de Gwendy es la última novela de Stephen King publicada en Argentina. Fue escrita en colaboración con Richard Chizmar y cuenta con ilustraciones de Keith Minnion. Se trata de una novela breve, que no llega a las doscientas páginas (con un interlineado generoso e ilustraciones que abarcan páginas enteras). En principio, parece una buena opción para aquellos que quieren leer algo de Stephen King y que no se animan a meterse en esas novelas que superan las seiscientas, ochocientas o mil páginas.

            Sin embargo…

           Aunque de lectura ágil y amena, La caja de botones de Gwendy no logra colmar las expectativas de un lector habituado a lo que King puede llegar a hacer. En mi opinión, queda a mitad de camino entre el cuento y la novela. Su historia, tal vez más propia de aquél, no da la talla para ésta. Al menos no teniendo en cuenta el trato que se le dio. Sin lugar a dudas, se podría haber complejizado más, en especial en lo que se refiere a las implicancias morales de quien tiene el poder y los medios para destruir a otros, pero el argumento no va más allá. Tampoco da muchas explicaciones sobre la naturaleza de los acontecimientos, por lo que los huecos son numerosos. En definitiva, se queda en un simple seguimiento (bastante inocente, además) de la vida de Gwendy.

          La verdad, sólo recomendaría La caja de botones de Gwendy a aquellos lectores constantes que ya no tienen otra cosa que leer del maestro. A los demás, les digo que busquen otro libro. Hay mucho para leer de King.


- King, Stephen. La caja de botones de Gwendy. Buenos Aires, Suma de Letras, 2019.



16 de junio de 2019

LO MÁS NATURAL DEL MUNDO, de Anahí Flores




Lo más natural del mundo es, hasta ahora, el último libro de Anahí Flores, editado este año por Desde la Gente. Con prólogo de Luis Mey y dividido en dos partes por un “Intervalo”, cuenta con dieciocho relatos que tienen un denominador común: el nombre de la protagonista, Roberta. Aunque no podemos estar seguros de que se trate siempre de la misma persona, Roberta es el único nombre (salvo por una única excepción, en realidad sin importancia) que se puede leer a lo largo de las páginas.

Como acabo de decir, el libro consta de dos partes. La segunda, “Todo lo que Roberta quiere” (anterior en el tiempo de escritura y ya publicada de manera individual por Textos intrusos en 2013), pone a Roberta en escenarios pocos convencionales: lagos, montañas, glaciares, refugios contra la nieve, etc. La primera, “Una distancia prudente”, se desarrolla en lugares más cercanos: una playa, una estación de tren, un colectivo, un parque, la puerta de un correo. En las dos, los relatos producen en el lector las mismas sensaciones: extrañeza, incomodidad, asombro ante la palabra escrita.

            Anahí Flores alcanza con sus relatos una atmósfera asfixiante, que logra develar una de las mayores tragedias de la humanidad del siglo XXI: la incomunicación. No importa que Roberta esté en medio de una montaña o sentada en un colectivo, ella no logra comunicarse con los demás, no logra establecer con nadie ningún vínculo que la saque de sí misma. Podrá toparse con personas de todo tipo, podrá hablar con ellas, pero con ninguna podrá relacionarse de verdad. Todos los personajes son sombras que se cruzan en su camino, molestan y se van. Ni siquiera la relación que mantiene con su novio la saca del aislamiento de su propio yo. No es casual que, como se dijo antes, Roberta sea el único nombre propio referido a un personaje.

            A la incomunicación, se suma la desubicación con respecto a un mundo que no es lo que esperamos. Todo el tiempo notamos cómo Roberta se esfuerza por naturalizar situaciones que no tienen nada de natural, como puede verse en el relato “Frente al glaciar”, donde la protagonista decide no indagar en la naturaleza de las mujeres con las que acaba de cruzarse y de entablar un breve diálogo. En esto, Anahí Flores es una gran cronista de nuestro tiempo, mostrando nuestro esfuerzo por asimilar como lo más natural del mundo todo aquello que nos resulta extraño, inverosímil, incluso perverso.

            En resumen, el libro me gustó. Incluso podría decir que me cautivó. Los cuentos, en su mayoría breves, se van sucediendo con fluidez, provocando una sensación de falsa comodidad que, constantemente, da paso a esa extrañeza que parece salir de las páginas para acompañarnos durante un buen rato en la otra realidad, ni más real ni más consistente, que identificamos como “el mundo fuera de los libros”.

            Les recomiendo Lo más natural del mundo de Anahí Flores, un libro que nos revela que no hay nada más natural que intentar asimilar lo extraño.



- Flores, Anahí. Lo más natural del mundo. Buenos Aires, Desde la Gente, 2019.



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Sobre la autora: Anahí Flores nació en Buenos Aires en 1977. Se dedica a escribir y dar talleres de escritura creativa. No come animales desde 1987. Sus libros de cuentos son: Criaturas (Alto Pogo, 2018) y Todo lo que Roberta quiere (Textos Intrusos, 2013). Y de poesía: Quizá en otro momento (Halley Ediciones, 2019), Ciertas horas de la primavera (La carretilla roja, 2017), Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, 2015, gracias al tercer premio del Fondo Nacional de las Artes), Catalinas Sur (Eloísa Cartonera, 2012) y Limericks cariocas (Caki Books Editora, Río de Janeiro, 2011). Compiló Bailarinas (Desde la Gente, 2018), una antología de cuentos de autores contemporáneos ambientados en el mundo del ballet. Algunos de sus cuentos y poemas se encuentran en revistas como Próxima, La Balandra, el suplemento de cultura del Diario Perfil. También en libros como En frasco chico (Colihue, 2004), Bendito sea tu cuerpo (Ventana Andina, Perú, 2008), La mujer rota (Literalia Ediciones, México, 2008), Lecturas + prácticas del lenguaje (Mandioca, 2015), El cuento, una pasión argentina (Desde la Gente, 2016), entre otros. Para el 2019 prepara Sin embalar, que saldrá por Kintsugi Editora.




"(In)decisión" en SOMOS BERLÍN







          CUENTO. Amigos, el pasado 13 de junio Somos Berlín publicó mi cuento "(IN)DECISIÓN", que forma parte de Frente al abismo. ¡Qué lindo festejar el día del escritor de esta manera! Los invito a leer. ¡Saludos!




"El cazador" en miNatura 167







          CUENTO NUEVO. Amigos, acaba de salir el número 167 de miNatura (tema "ficción climática"), con mi relato "El cazador". ¡Los invito a descargar la revista y a leerla, que no tiene desperdicio! ¡Gracias!











LA CAÍDA DE DIOS







          A lo mejor, Dios no es lo que pensamos. A lo mejor, Dios busca infligirse dolor, se complace en él. Si realmente ama a la criatura humana, entonces el sufrimiento que ella padece (y que Dios permite) no es más que el sufrimiento que Dios se impone a sí mismo, como expiación por alguna falta que todavía no se deja superar (¿qué mayor dolor, en efecto, que ver sufrir a quien se ama?). Si Dios es amor (1 Jn 4, 16), entonces tal vez su error sea, justamente, amar. Un Dios no debería permitirse algo así. Amar es negarse, rebajarse, humanizarse (por un otro). Para un Dios, eso es sin duda una falta, que viene a sumarse a la primera: la misma Creación. Así, un Ser perfecto (Dios) comete la falta de crear algo imperfecto (el ser humano) y, para colmo de males, lo ama, segunda falta imperdonable. La Caída no sería, así, la desobediencia de Eva y Adán, sería el autodescubrimiento de Dios como "Ser-que-ama", es decir, como "Ser-imperfecto", "Ser-caído" (de acá también la razón por la cuál, a lo mejor, Satanás, que no ama, abandona a su Creador). Por eso podemos pensar que Dios expulsó al ser humano del Paraíso: para tenerlo lejos, como el amante que echa a su amada no porque no la ama, sino porque la ama demasiado. Pero, como ese amante, Dios siempre vuelve a su humana creación, para ver su dolor, para lastimarlo, para lastimarse.


Lucas Berruezo



"El rescate" en REVISTA KUNDRA 23






CUENTO NUEVO. Amigos, Revista Kundra sacó, en su número 23, mi cuento “El rescate”. ¡Los invito a descargar la revista y a leerlo!

            ¡Abrazo!



Link: https://revistakundra.wordpress.com/revista-kundra-23/