Sobre cancelación, deformación histórica y lucha cultural.
Hace poquito mencioné en un estado a Sabato y reflexioné sobre cómo nosotros, personas del siglo XXI, fracasamos en relación con aquel pedido suyo de "resistir" ante el avance de un mundo vertiginoso, tecnocrático y tecnólatra. Ayer, 30 de abril, se cumplieron diez años de su muerte, ocurrida en 2011. Ahora, me gustaría decir algunas cosillas más.
Para empezar, voy a citar una frase del ensayo que
mencioné en aquella ocasión, La
resistencia, publicado en 2000, pero vigente en todo momento,
principalmente ahora:
"La humanidad está cayendo en una
globalización que no integra culturas, sino que las desintegra para imponer
sobre ellas un patrón uniforme que permita incorporarlas al sistema mundial". [1]
Es decir, la humanidad está perdiendo su identidad justamente por buscar una identidad común, que barre con las diferencias y nos vuelve a todos iguales, en pos de una absurda idea de justicia que cree que diferenciarse es discriminarse. Y esto no sólo lo podemos ver en la actualidad, donde, por dar sólo un ejemplo, decirle “negro” a una persona es insultarla, independientemente del contexto y de las intenciones del hablante y del referente[2], sino también en la mirada miope que ejercemos sobre la historia. Vivimos en una época que sacrifica la verdad histórica a las corrientes del pensamiento en boga. Así, vemos a una Ana Bolena negra o a una Marie Curie que se enfrenta a su marido por verse “silenciada” en una relación machista y patriarcal. Dos hechos completamente falsos, que en el caso de Curie llega incluso a ultrajar la vida misma de aquella a la que se quiere (supuestamente) rescatar[3]. En resumidas cuentas, como el racismo está mal, hagamos justicia mostrando que Ana Bolena era negra. ¿Qué queda?, ¿decir que Federico Barbarroja era mujer porque el machismo es malo? Todavía no se llegó a tanto… Hasta ahora, al menos.
Somos chicos caprichosos que desean ver su verdad estampada en el frágil cristal de la realidad, y como eso no se puede conseguir estudiando, entonces deformamos, mentimos y alteramos todo. Para lograr esto, la ignorancia y la censura (hoy llamada “cancelación”) funcionan como estandartes de una cultura que no sólo ve lo que quiere ver, sino que, como lo que quiere ver no existe, lo inventa, silenciando a todo aquel que levanta la voz para denunciar el atropello.
De hecho, en menos de un mes vi cómo FB, por un lado, me censuró el análisis de una novela de Dean Koontz por dar información falsa sobre la realidad (como si la ficción tuviera que confirmar a la ciencia) y bloqueó la cuenta de un contacto por un comentario que incitaba al odio, mientras que IG, por el otro, bloqueó la cuenta de mi hija de 11 años por razones similares... Me acuerdo de cuando llegaron las redes sociales y se hablaba de una "democratización de la información" y de una "libertad de expresión" imparable. Según se decía, ya ningún tirano iba a poder controlar lo que pensara y dijera la gente. Claro, ningún tirano podría hacer nada, pero nadie pensó en los directores de estas enormes empresas y en sus algoritmos idiotas, incapaces de percibir la ironía; tampoco pensaron en la ignorancia de aquellos que quieren “dirigir la historia” y llevar a la humanidad a una “libertad” en la que sólo se diga, se piense y se haga lo que ellos desean que se diga, se piense y se haga. Suele decirse que la ignorancia es atrevida. Yo agregaría que es, también, rabiosa en su despliegue de mediocridad.
Volviendo a Sabato. ¿Qué diría él si pudiera ver en lo que nos convertimos y en lo que, violenta y ciegamente, persistimos? Ernesto Sabato murió hace diez años, poco antes de cumplir los cien. No obstante, no creo que sea incorrecto afirmar que, en esta última década, el mundo experimentó más cambios que los que el escritor nacido en Rojas presenció a lo largo de toda su extensa vida.
[1] Sabato, Ernesto. La resistencia. Buenos Aires, Seix Barral, 2006, pág. 63.
[2] Ver el caso del jugador de fútbol Edinson Cavani: https://www.bbc.com/mundo/deportes-55501925