Vivimos en un mundo donde los líderes se insultan unos a otros; donde los de un lado culpan de todos los males a los del otro; donde se cancela, se persigue y se odia a quien piensa distinto. Pero si miramos la cruz, ahí vemos al Hijo del Hombre, perdonando a los que lo torturan y llevan a la muerte, amando a todos sin excepción, mostrando el camino al Padre. Ahí está, con los brazos abiertos, señal de martirio, aunque también de acogimiento universal. Ahí está, mostrando lo que es la verdadera valentía, la verdadera fortaleza, el verdadero amor. En un mundo de héroes de paja, ahí está Jesús, enseñando con palabras y con hechos, sin contradecirse. Esa coherencia, sostenida hasta el final, fue tal vez la más perfecta muestra de su divinidad.
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