27 de diciembre de 2010

EN AXXÓN

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         Les cuento que en el número 213 de la revista AXXÓN salió publicado un relato mío llamado "Desde la culpa", con una ilustración de Pedro Belushi. Los invito a leer el cuento y a pegarle un vistazo a la revista, que está muy buena.

         Les paso el link: http://axxon.com.ar/rev/?p=2750

         Saludos.

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9 de diciembre de 2010

CUERNOS, de Joe Hill

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«Si vas a vivir en un infierno entonces ser uno de los diablos puede suponer una ventaja.»
Joe Hill, Cuernos.



         Después de una noche de alcohol y blasfemias, Ig se despierta por la mañana y nota que le crecieron dos cuernos en la frente. Pero ese no es el único cambió que se desarrolló en su persona. Junto con los cuernos, apareció en él una nueva naturaleza que no se limita a las dos protuberancias óseas. Las personas, en cuanto lo ven, ven en realidad al demonio que cada uno lleva en su interior (o al Demonio en sí mismo, que de alguna manera es lo mismo) y se sienten impelidas a contar sus más cuidados secretos y a confesar sus más aberrantes anhelos. Así, Ig descubre muchas cosas de sus seres queridos, como que la mayoría de ellos lo cree culpable de la violación y del asesinato de Merrin, su novia de toda la vida, de cuyo crimen, un año atrás, quedó exonerado por falta de pruebas. Ante su presencia, nadie seguirá siendo como venía siendo, nadie podrá mantener la máscara con la que se pretende engañar a los otros y a uno mismo. Y tampoco Ig será como antes, ahora que, mitad humano y mitad diablo, tiene en sus manos la posibilidad de averiguar qué le pasó a su novia y a él mismo en aquella noche en que su vida se arruinó por completo.

         Más cerca de lo maravilloso que de lo fantástico, Cuernos (Horns) es una historia que intenta poner en discusión las ideas tradicionales del bien y del mal. Según plantea la novela, todos esconderíamos el mal en nuestro interior, y mientras que algunos pueden vivir con él controlándolo de modo que no se exteriorice en obras, otros se dejan arrebatar por sus deseos y cometen atrocidades. Pero en definitiva, esencialmente hablando, no hay buenos ni malos, sino gente que hace lo que desea y la que no se anima a hacerlo. Junto con esta visión de la conducta humana, se pone también en tela de juicio las entidades de Dios y del Diablo, llegándose a argumentar a favor de la bondad de éste y en contra de la maldad de aquél. Además, la discusión llega a personificarse en el mismo Ig, que sin dejar de ser uno de los personajes «más buenos» de la historia, se convierte en un diablo.

          Otra idea que subyace al argumento y que puede ser más aterradora que la imagen del diablo y del infierno, es el hecho de que no importa cuántos sueños tengamos, cuántos planes hayamos hecho, nuestra vida se dirige irremediablemente hacia la muerte, a veces muy pronto, a veces injustamente, siempre de manera trágica.

         La novela está buena, es entretenida y ofrece un formato con idas y vueltas que no estaba presente en la historia, más lineal, de El traje del muerto. A pesar de algunas deficiencias en la prosa (tal vez atribuibles a la traducción), la historia logra volverse amena y atrapante. De cualquier manera, es una buena segunda novela, lo suficientemente diferente de la primera como para hacernos sentir que no hay una búsqueda segura del éxito. El compromiso de Hill con lo que escribe es evidente, y como no quiso hacer uso de su apellido para facilitarse el camino, podemos pensar que tampoco está dispuesto a utilizar fórmulas exitosas para mantenerse en donde quiera que esté.

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Sobre el autor: Joe Hill nació en 1972 como Joseph Hillstrom King. Es el segundo hijo de Stephen y Tabitha King. Hill decidió utilizar su nombre abreviado con el fin de no recibir ningún tipo de ventaja por ser el hijo de Stephen King y labrarse así su propio camino. Después de lograr un grado de éxito independiente, en 2007 reveló públicamente su identidad. Joe Hill es el último destinatario de las becas de la Comunidad Ray Bradbury. También ha recibido los premios William L. Crawford al mejor nuevo escritor de fantasía en 2006, A. E. Coppard Long Fiction Prize en 1999 por "Mejor que el hogar" (“Better Than Home”) y el 2006 World Fantasy Award por Mejor Novela por Compromiso Voluntario (Voluntary Committal). El primer libro de Hill, la edición limitada Colección fantasmas del siglo 20 (20th Century Ghosts), publicado en 2005, ganó el premio Bram Stoker Award para la Mejor Colección de Ficción (Best Fiction Collection), junto con el Premio Británico de Fantasía (British Fantasy Award) por la Mejor Colección (Best Collection) y por Mejor Historia Corta (Best Short Story) por "Lo Mejor del Nuevo Horror" (“Best New Horror”). Además, el 23 de septiembre de 2007, en la 31a. Conveción Fantasycon, la Sociedad Británica de Fantasía (British Fantasy Society) adjudicó a Hill el primer premio Sydney J. Bounds Best Newcomer Award.

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- Hill, Joe. Cuernos. Buenos Aires, Suma de Letras, 2010.


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  • Más sobre Joe Hill en el Lugar de lo fantástico:

    - «El traje del muerto, de Joe Hill» (aquí)


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4 de diciembre de 2010

SOBRE EL ABORTO

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         La lucha por la legalización del aborto está llegando a su fin. Estamos viviendo en Argentina momentos definitorios, en donde muchas cuestiones que no estaban resueltas se resolvieron. Me refiero al matrimonio de personas del mismo sexo y a la despenalización del consumo de drogas. Por esto mismo, y haciendo una proyección, podemos pensar que la cuestión del aborto va a ser definida en cualquier momento y que su práctica va a ser legal, higiénica y segura. Al menos para las madres.

         He hablado con varias personas que defienden el derecho a abortar y, a decir verdad, no lograron convencerme. No hay forma que me hagan pensar que algo que atenta directamente sobre la vida de un ser humano pueda ser positivo o civilizado. Por el contrario, lo único que pude ver fue egoísmo; egoísmo de un grupo de personas que valoran su estilo de vida por sobre las vidas concretas de los demás. Y lo más aberrante es que esos «demás» son sus propios hijos.

          Uno de los argumentos que esgrimían estas personas era el del «derecho a elegir sobre el propio cuerpo». En un primer momento no lo entendí y, a fuerza de ser honesto, sigo sin entenderlo. En primer lugar, no considero que la decisión de abortar sea una decisión que recaiga exclusivamente (o incluso principalmente) sobre el propio cuerpo, sino todo lo contrario. Es una decisión que se está tomando sobre otra persona, sobre el niño que, a partir de la decisión de su madre, no vivirá. Es el cuerpo del niño, en plena formación, el que va a ser atacado, destruido y descartado, no el de su madre. Lo que resulta curioso es que el derecho que están reclamando estos hombres y estas mujeres (el de poder decidir sobre el propio cuerpo) es el mismo derecho que le están negando al niño, que no puede decir: «por favor no destruyan mi cuerpo».

         Otra cosa. Leí en Internet un comentario de una mujer que daba a entender que las personas que se oponían al aborto legal eran mujeres «“bien”» (y uso doble comillas) que en realidad «sabían» a qué lugar recurrir y podían pagar una operación segura e higiénica. La maledicencia de este comentario es casi tan grande como su simplismo. Pretende hacernos creer que todas las personas están a favor de la muerte y que las diferencias y oposiciones sólo se limitan a una postura demagógica frente a las apariencias. No señora. Hay personas que se oponen a la muerte sin recurrir a ella.

         Sé también que una de las razones por la que se busca la legalización del aborto es por aquellas mujeres que fueron violadas y, en ese acto de suprema brutalidad, quedaron embarazadas. Creo que éste es un caso aparte y que se debería discutir aparte. De cualquier forma, mi postura es la misma: el niño no tiene por qué pagar con su vida por los errores (o crímenes) que cometieron sus padres. Estoy seguro de que estas personas que justifican el aborto en estos casos rechazarían, por injusta, la idea bíblica de que «los hijos pagarán por el pecado de sus padres». En este caso, la mujer víctima de la violación debería tener un apoyo psicológico constante y pormenorizado hasta y después del momento del parto, y el bebé tendría (en el caso de que la madre no esté dispuesta o preparada para cuidarlo) que ser entregado a una familia adoptiva. Conozco varias familias que quieren adoptar y no pueden hacerlo por lo complicado y burocrático del trámite.

         Y no nos engañemos, los casos de abortos por violación no representan la mayoría. Yo mismo conozco y conocí a al menos cinco mujeres que se practicaron abortos (una de ellas llegó a hacerse tres) y ninguna había sido violada. Todas habían tenido relaciones con sus novios y en un momento de estúpida calentura habían llegado a pensar que el placer de un polvo justificaba el riesgo de no cuidarse. El novio de una de estas mujeres llegó a decir que «todavía era joven y que le quedaba mucho por vivir». Lo que da lástima, y asco, es pensar que para que uno pueda vivir otro (inocente) tenga que morir. En estos casos, al egoísmo del que ya hablé se suma la irresponsabilidad: ninguna de estas personas se hizo cargo de lo que había hecho. Piensen que por el egoísmo y la irresponsabilidad de estas personas hoy en día hay al menos siete seres humanos que no existen, seres humanos que tenían el derecho a vivir, un derecho que no se puede negar sin convertirse en un asesino o una asesina.

         Por último, se me podría decir que la realidad es una (lo quiera ver o no) y que hay muchas mujeres que se someten a riesgosas operaciones en lugares insalubres. Entonces, en vez de educar a esas mujeres (y a los hombres que las acompañan) a que utilicen anticonceptivos o a que aprendan a hacerse responsables por sus acciones, se pretende darles un espacio «seguro» para que puedan eliminar lo que les molesta. Francamente no lo entiendo, y me duele ver a personas de los medios y de la cultura (que se supone que son educados e inteligentes) apoyar y sostener estas conductas.

         Cuando mi madre quedó embarazada de mí tenía un bebé de un año, ningún lugar donde vivir y acababan, junto a mi padre, de enfrentar la muerte de mi abuelo, que era un sostén para ellos, un sostén tanto psicológico como económico. Sin embargo, siguieron adelante, sin plantearse en ningún momento deshacerse de mí. Ahora, tengo una hija de casi un año y medio. Si mis padres hubiesen decidido que tenerme no era conveniente (y, considerado fríamente, no lo era), ¿sólo mi vida se hubiera perdido?

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