4 de diciembre de 2010

SOBRE EL ABORTO

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         La lucha por la legalización del aborto está llegando a su fin. Estamos viviendo en Argentina momentos definitorios, en donde muchas cuestiones que no estaban resueltas se resolvieron. Me refiero al matrimonio de personas del mismo sexo y a la despenalización del consumo de drogas. Por esto mismo, y haciendo una proyección, podemos pensar que la cuestión del aborto va a ser definida en cualquier momento y que su práctica va a ser legal, higiénica y segura. Al menos para las madres.

         He hablado con varias personas que defienden el derecho a abortar y, a decir verdad, no lograron convencerme. No hay forma que me hagan pensar que algo que atenta directamente sobre la vida de un ser humano pueda ser positivo o civilizado. Por el contrario, lo único que pude ver fue egoísmo; egoísmo de un grupo de personas que valoran su estilo de vida por sobre las vidas concretas de los demás. Y lo más aberrante es que esos «demás» son sus propios hijos.

          Uno de los argumentos que esgrimían estas personas era el del «derecho a elegir sobre el propio cuerpo». En un primer momento no lo entendí y, a fuerza de ser honesto, sigo sin entenderlo. En primer lugar, no considero que la decisión de abortar sea una decisión que recaiga exclusivamente (o incluso principalmente) sobre el propio cuerpo, sino todo lo contrario. Es una decisión que se está tomando sobre otra persona, sobre el niño que, a partir de la decisión de su madre, no vivirá. Es el cuerpo del niño, en plena formación, el que va a ser atacado, destruido y descartado, no el de su madre. Lo que resulta curioso es que el derecho que están reclamando estos hombres y estas mujeres (el de poder decidir sobre el propio cuerpo) es el mismo derecho que le están negando al niño, que no puede decir: «por favor no destruyan mi cuerpo».

         Otra cosa. Leí en Internet un comentario de una mujer que daba a entender que las personas que se oponían al aborto legal eran mujeres «“bien”» (y uso doble comillas) que en realidad «sabían» a qué lugar recurrir y podían pagar una operación segura e higiénica. La maledicencia de este comentario es casi tan grande como su simplismo. Pretende hacernos creer que todas las personas están a favor de la muerte y que las diferencias y oposiciones sólo se limitan a una postura demagógica frente a las apariencias. No señora. Hay personas que se oponen a la muerte sin recurrir a ella.

         Sé también que una de las razones por la que se busca la legalización del aborto es por aquellas mujeres que fueron violadas y, en ese acto de suprema brutalidad, quedaron embarazadas. Creo que éste es un caso aparte y que se debería discutir aparte. De cualquier forma, mi postura es la misma: el niño no tiene por qué pagar con su vida por los errores (o crímenes) que cometieron sus padres. Estoy seguro de que estas personas que justifican el aborto en estos casos rechazarían, por injusta, la idea bíblica de que «los hijos pagarán por el pecado de sus padres». En este caso, la mujer víctima de la violación debería tener un apoyo psicológico constante y pormenorizado hasta y después del momento del parto, y el bebé tendría (en el caso de que la madre no esté dispuesta o preparada para cuidarlo) que ser entregado a una familia adoptiva. Conozco varias familias que quieren adoptar y no pueden hacerlo por lo complicado y burocrático del trámite.

         Y no nos engañemos, los casos de abortos por violación no representan la mayoría. Yo mismo conozco y conocí a al menos cinco mujeres que se practicaron abortos (una de ellas llegó a hacerse tres) y ninguna había sido violada. Todas habían tenido relaciones con sus novios y en un momento de estúpida calentura habían llegado a pensar que el placer de un polvo justificaba el riesgo de no cuidarse. El novio de una de estas mujeres llegó a decir que «todavía era joven y que le quedaba mucho por vivir». Lo que da lástima, y asco, es pensar que para que uno pueda vivir otro (inocente) tenga que morir. En estos casos, al egoísmo del que ya hablé se suma la irresponsabilidad: ninguna de estas personas se hizo cargo de lo que había hecho. Piensen que por el egoísmo y la irresponsabilidad de estas personas hoy en día hay al menos siete seres humanos que no existen, seres humanos que tenían el derecho a vivir, un derecho que no se puede negar sin convertirse en un asesino o una asesina.

         Por último, se me podría decir que la realidad es una (lo quiera ver o no) y que hay muchas mujeres que se someten a riesgosas operaciones en lugares insalubres. Entonces, en vez de educar a esas mujeres (y a los hombres que las acompañan) a que utilicen anticonceptivos o a que aprendan a hacerse responsables por sus acciones, se pretende darles un espacio «seguro» para que puedan eliminar lo que les molesta. Francamente no lo entiendo, y me duele ver a personas de los medios y de la cultura (que se supone que son educados e inteligentes) apoyar y sostener estas conductas.

         Cuando mi madre quedó embarazada de mí tenía un bebé de un año, ningún lugar donde vivir y acababan, junto a mi padre, de enfrentar la muerte de mi abuelo, que era un sostén para ellos, un sostén tanto psicológico como económico. Sin embargo, siguieron adelante, sin plantearse en ningún momento deshacerse de mí. Ahora, tengo una hija de casi un año y medio. Si mis padres hubiesen decidido que tenerme no era conveniente (y, considerado fríamente, no lo era), ¿sólo mi vida se hubiera perdido?

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3 comentarios:

  1. Concuerdo en gran parte con tu opinión Lucas. Me parece muy buena la argumentación en todos los puntos.

    Quizá los abortos por violación deben ser una cuestión aparte ya que imagino que estar 9 meses con el constante recuerdo puede ser muy traumatico por mas que se tenga un psicólogo a mano.

    Concuerdo sobretodo con que las personas que conozco que han tenido que pasar por un aborto fue por un momento de calentura mas que por cualquier otra cuestión, basta con la mentira de la pobre mujer abusada a la que la Iglesia y la alta sociedad le niega su aborto tan merecido.

    JK

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  2. Lucas, a mí tampoco me termina de cerrar la legalización del aborto. Sobre todo si es planteado como asesinato. Quién podría estar a favor de un asesinato?
    Y si encima se depositan sobre el feto o embrión características humanas (el "no dejarlo elegir", el rótulo de "niño", las infografías que lo muestran asustado e indefenso ante el ataque de las agujas, las aspiradoras, etc.) todo eso nos ubica del lado de la criatura.
    Pero creo que lo que define el problema del aborto como asesinato o como mera "interrupción del embarazo" es la definición de cuándo hay una vida humana. Cuándo esa cosita renacuájica, esa organización macrocelular poco compleja, ese bichito informe, pasa a ser un ser humano del que ya no podemos deshacernos sin cometer un crimen. Es en el devenir, en la acción constante del entorno uterino, que se pasa de la no-vida a la vida (y a veces, nuevamente a la no-vida).
    Es un problema grande, puesto que no se sabe bien cuándo hay vida, cuándo hay ser humano. Ni los biólogos saben qué carajo es la vida. Ahora, no por eso estamos autorizados a hacer lo que se nos cante. Estamos de acuerdo.
    La Iglesia provee una definición precisa: cuando se une el óvulo con el espermatozoide, allí hay vida. Allí hay un ser humano. Creo que un punto a favor para la Iglesia es que ante tantas dudas y vacilaciones reflexivas sobre la cuestión, nos brina una solución concreta.
    No obstante, pongo mis reparos. Creo que cuando me como un huevo duro, no estoy comiendo pollo hervido.
    Las definiciones de qué es la vida, cuándo comienza, son (creo) políticas y se definirán por vía de la fuerza (política al menos). No nos debe asombrar esto, ya que también existe otro gran merengue al otro extremo de la cuestión, esto es, ya no cuando aparece la vida, sino cuando se va: estoy hablando de la "muerte". (recordemos el caso de la Italiana Eluana Englaro).
    Por otra parte, si bien concuerdo con que es el cuerpo de otro el que en mayor medida se manipula -y destruye- durante la ejecución de un aborto, no es menor la participación del cuerpo de la madre. De hecho, están ligados de una manera en la que es dificil encontrar una solución de continuidad entre ambos.
    La gestación no es como llevar las llaves en el bolsillo, la "madre" pasa por todo un perìodo de transformaciones corporales (aumento de peso, hinchazón, vómitos, contracciones, mareos, náuseas, posible aumento sùbito de la glucosa en la sangre -diabetes gestacional-, ingesta de vitaminas por el descenso de nutrientes, inyecciones al momento del parto, cortes en cuerpo para facilitar la salida del bebé, sutura, reposo post parto, euforia y depresión).
    Imagino que no querer pasar por todas esas cosas es un buen motivo (a los ojos de la "madre") para practicar el aborto y alegar el "derecho a elegir sobre el propio cuerpo". Por eso algunas mujeres dicen en estos casos: "tenelo vos, juez hijo de puta" O el no menos grosero "tenelo vos, cura hijo de puta". "Por qué debo pasar por todas esas transformaciones por un hijo que no deseo si encima existen los medios para resolverlo de forma práctica e higiénica?" "Por qué me obligan a pasar por todo ello" (y no mencionamos el desembolso económico -que no es menor, un indicio al respecto es que las prepagas no toman embarazadas-).
    Egoísmo? Puede ser. Irresponsabilidad? En los casos en los que se tuvo sexo sin protección, sí. Pero la postura de la madre sería totalmente lícita si estuviera consensuado que el embrión no es aún vida humana.
    Es probable que creas, después de leer lo anterior, que estoy a favor del aborto. O que minimizo la entidad del ser único y maravilloso que una mujer embarazada lleva en su vientre. Nada de eso. Sólo trato de poner sobre la mesa otros puntos de vista que no hay que descuidar.
    Y para finalizar, el sabio consejo de los eruditos: "Evite el aborto, coja por el orto".

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  3. me parece acertadísimo tu parecer
    saludos

    pd: también soy puanense =)

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