2 de diciembre de 2019

"LOCO" en miNatura 169







Amigos, la revista miNatura acaba de publicar su número 169 (bajo el tema "La locura"). Entre relatos de escritores que admiro, pueden leer mi cuento "Loco", inspirado en mis últimas vacaciones familiares en Tandil. Lo comparto con ustedes y les paso el link para que descarguen la revista. ¡Saludos!





LOCO

Por Lucas Berruezo


            –¡Me vas a volver loco! –le gritó Gustavo a Marco, su hijo de cinco años.
            No era para menos. Desde que habían subido a la cima del cerro Centinela, en Tandil, el chico no paraba de escaparse y de acercarse al precipicio.
            –Tranquilo, Gus –dijo Carlos, su hermano, con una media sonrisa que a Gustavo le endureció el sistema nervioso. Claro, para él era fácil hablar, no tenía hijos y, si a Marco le pasaba algo, no tendría que soportar a Soledad, su ex mujer.
            Gustavo ignoró a Carlos y salió corriendo tras Marco. Lo agarró del brazo y lo zarandeó con fuerza. Por todas partes se escucharon murmullos de desaprobación.
            Marco se puso a llorar, lo que intensificó los murmullos.
            –Dejá, Gus, andate un rato –dijo Carlos al tiempo que se acercaba y le apoyaba una mano en el hombro–. Marco y yo vamos a pasar un tiempo de tío sobrino. ¿No?
            Marco dejó de llorar al instante y, asintiendo, sonrió.
            –Bueno –aceptó Gustavo, no sin dudar–. Pero cualquier cosa escribime.
            –Dale. No te hagás problema –sonrió Carlos–. Vos relajate un rato.
            Gustavo, entonces, bajó del cerro y recorrió el resto del complejo solo. La pasó bien, muy bien, mil veces mejor de lo que la habría pasado con su hijo y su hermano, aunque su paseo duró poco. Su celular sonó a la media hora. Era Carlos.
            «Tenías razón. Te vuelve loco.»
            Gustavo sonrió al leer el mensaje. Al menos, Carlos ya no subestimaría su enojo.
            Empezó a volver. Dos personas de seguridad pasaron a su lado, corriendo. Detrás de ellos, algunos turistas también corrieron.
            –Accidente –escuchó que alguien decía a su lado.
            –¡Qué accidente ni ocho cuartos! –dijo otro– ¡Lo tiró!
            Gustavo se apuró. No tuvo más que acercarse al pie del cerro para ver, entre el gentío, una de las piernitas del accidentado. Reconoció, en seguida, el pantalón de su hijo.




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