20 de junio de 2022

SOLEDAD Y PELÍCULAS





          Recuerdo que en el verano de 1998 agarré la guía del cable y marqué todas las películas de terror que iban a dar durante las noches y las madrugadas del mes de enero. En ese entonces, simplemente me quedaba despierto. No había fotos del televisor ni estados en los que decía lo que iba a ver. Tampoco comentarios ulteriores. Era yo conmigo mismo y con las películas. Nadie sabía, y no sentía que nadie tenía que saber. Era hermoso. Extraño esa soledad hecha de verdadera ausencia. Ahora estamos rodeados de supuestas presencias, imaginadas, virtuales. A lo mejor por eso nos sentimos cada vez más solos. Antes nos sabíamos solos, y por eso veíamos en la soledad un disfrute distinto, íntimo, personal. Ahora nos suponemos acompañados TODO el tiempo, lo que hace que nos desposeamos y que, sin que tengamos a otros, tampoco nos podamos tener a nosotros mismos. Si me permiten, creo que este es el peor de los males de las redes sociales: sentir que siempre necesitamos testigos. Y el hecho de que esté escribiendo esto en una red social hace que, más que contradictorio, sea una derrota absurda.



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