31 de diciembre de 2009

SUJETO A LEYES (¡Por favor no leer!)

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         Escribo estas líneas porque tengo la necesidad de contar lo que estoy a punto de contar. Pido disculpas por anticipado si este escrito no cumple con un mínimo de calidad, pero la verdad es que la escritura no es lo mío. Soy pintor. Me encantaría poder comunicar esto con una pintura, pero es imposible, al menos para mí. Necesito que me entiendan, y para que me entiendan tengo que contar. No sé muy bien cómo hacerlo, pero supongo que lo iré descubriendo a medida que vaya escribiendo.

          Por lo pronto, mi nombre no viene al caso. Lo único que importa es el descubrimiento que hice y que ahora voy a compartir. Antes de pasar a explicar en qué consistió este descubrimiento, quiero dejar en claro que ya lo comprobé. De no haberlo hecho, me hubiese convencido de que todo fue producto de mi (alterada) imaginación y hubiera, de seguro, buscado ayuda profesional. No niego que necesite esa ayuda, pero no por mi descubrimiento, al menos. Como dije, mi descubrimiento ya está comprobado, y aunque les ponga los pelos de punta, aunque les cueste creerlo, tienen que saber que es verdad.

         En fin, primero diré en qué consiste y después explicaré cómo me topé con él. Mi descubrimiento es fácil de exponer: el mundo está regido por leyes. Hasta aquí, cualquiera podría decirme «¡Chocolate por la noticia!», pero la verdad es que estas leyes que menciono son bastante más numerosas y diversas de lo que se puede llegar a creer. No soy un conocedor del tema, pero sí sabía que el hombre ya había descubierto algunas leyes. Está la ley de gravedad, la ley de la termodinámica, la ley de atracción y unas cuantas leyes más que, por no saber mucho al respecto, se me pasan por alto. Ahora bien, todas estas leyes, como bien supieron definir los científicos, son universales; pero, a diferencia de lo que se suele creer, no son eternas. Es decir, rigen el mundo ahora, hoy por hoy, pero no lo han hecho siempre y tal vez no lo hagan por mucho tiempo más. De seguro un día, cuando menos lo esperemos, dejaremos caer una manzana y ésta se estrellará de lleno contra el techo. Sí, puede ser. Sólo hace falta que una nueva ley irrumpa en el mundo y anule la ley de gravedad, eso es todo. Y eso puede pasar en cualquier momento. Tal vez esté pasando ahora.

         La cuestión es que las leyes no existen desde siempre. Nacen como consecuencia de la aparición de un nuevo objeto en el mundo (cualquiera, desde la construcción de una bicicleta a la fabricación de un tornillo, desde la edificación de una casa a la generación de un nuevo vacío dejado por la tala de un árbol). Así nacen, nacieron y nacerán todas las leyes que gobiernan, gobernaron y gobernarán el mundo. Se podría preguntar entonces: dado que en el mundo constantemente se están produciendo nuevos objetos, ¿entonces eso significa que constantemente se están generando nuevas leyes? La respuesta es sí, sólo que la mayoría de esas leyes, si bien universales (es decir que si se cumple con sus premisas funcionarán en cualquier parte), son demasiado específicas como para que el ser humano las descubra, salvo en el caso de una casualidad, como fue mi caso y como es el caso de la mayoría de los descubrimientos. Así, la humanidad desconoce el 99,9% de las leyes universales, y supongo que está bien que así sea. De lo contrario, las consecuencias (dada la maldad de la gente) serían devastadoras. Es una suerte que haya sido yo el que descubrió esta forma de funcionar del mundo. Digo suerte como antes dije casualidad, a falta de otras palabras. Ambas, en rigor, son igualmente falsas.

         Antes de contar cómo fue que descubrí esto, quisiera compartir con ustedes algunas de las leyes que aprendí y que el resto de las personas desconocen. Por ejemplo, si se introduce un cuchillo de mango de madera con una cruz de metal en él en un tomacorriente una noche sin luna, no pasa nada; si se le corta una pata a un gato gris de ojos verdes una tarde de otoño de un día par de un mes impar de un año terminado en 8, al gato le volverá a crecer la pata; si alguien se deja caer de la terraza de un edificio de siete pisos, donde abajo haya un taxi estacionado esperando a un pasajero de sexo femenino al que le duela la muela, esa persona podrá planear hasta descender sana y salva sobre el pavimento; o si alguien que tiene cáncer de hígado introduce su mano derecha en medio de llamas por cinco segundos una tarde en que se casan por iglesia dos jóvenes infieles (ambos infieles), ese alguien se quemará, pero se habrá curado de su enfermedad. Éstas son algunas de las leyes que conocí a partir de mi descubrimiento, y llegó el momento de contar cómo fue que sucedió.

         Antes hablé de suerte y casualidad porque no sabía cómo explicarlo. En realidad, todo se debió a que sufro de lo que comúnmente se denomina TOC: Trastorno Obsesivo Compulsivo. Nunca fui a un doctor para que me lo diagnosticara, pero no necesito hacerlo para saber que lo padezco. Hago cosas que se corresponden con esa patología, como salir de mi casa, cerrar la puerta, irme y después volver (una, dos, hasta tres veces) para ver si la puerta está cerrada. Una de estas obsesiones-compulsiones fue la que me llevó a conocer a los (y uso esta palabra a falta de otra) duendes, que me dijeron cómo funcionaba el mundo.

         Recuerdo que me acosté temprano, a eso de las once de la noche, porque al otro día tenía que trabajar. A los pocos segundos me levanté de la cama y me dirigí a la cocina para ver si había dejado alguna hornalla encendida. Al ver que no, volví a la cama. A los pocos segundos volví a levantarme para ver si había dejado el gas abierto (no fuera que hubiera una fuga). Al ver que la llave de gas estaba cerrada volví a la cama. Dos veces más me levanté para ir a la cocina, la primera para corroborar que el termotanque no se hubiese apagado (me había pasado una vez) y la otra para cerciorarme de que la puerta de la heladera estuviese cerrada (nunca se sabe). Fue en esta cuarta visita en que vi a los duendes. Mi primera reacción fue sobresaltarme, pensando en que habían entrado ladrones a mi casa, pero enseguida noté que esos dos sujetos (para llamarlos de alguna manera) no eran humanos. Eran muy pequeños para serlo, con las manos y los pies muy grandes, y además eran muy peludos y vestían de una forma muy irregular, con una especie de malla enteriza que dejaba a la vista partes poco convencionales del cuerpo.

         «No te asustes», me dijo uno. También me dijeron sus nombres, pero a fuerza de ser honesto no los entendí bien; eran sonidos raros que no podría recordar y mucho menos escribir. Ellos me dijeron que yo, sin saberlo, había cumplido la ley para verlos (que no sólo se limitaba a un ir y venir de la habitación a la cocina, sino que también se debía cumplir con una serie de actos que yo había llevado a cabo sin darme cuenta y que no develaré aquí para no poner en peligro la existencia del mundo). Sin saberlo, había cumplido la ley que me permitiría conocer las leyes que mueven y mantienen al mundo. Estos duendes me dijeron que su raza convive en paz con la nuestra, aunque no podamos verlos. Fueron ellos los que me mostraron todas las leyes que expuse más arriba, y muchas más, que no pondré aquí por ser fiel a la convicción que vengo repitiendo. ¿Qué pasaría si alguien que no tiene buenas intenciones se enterara de que haciendo esto o aquello podría hacer que el mundo simplemente explote? Chernobil fue la consecuencia de que en una parte del mundo, alguien, sin saberlo, hizo lo que no tendría que haber hecho.

        Los duendes, entonces, me dijeron lo que aquí acabo de contar. Cada nuevo objeto produce leyes que pueden o no estar relacionadas con ese objeto[*]. Me pregunto qué ley o leyes producirá este escrito. Por un lado me da cierta emoción, pero por otro me da bastante miedo. Tal vez vaya al encuentro de los duendes y les pregunte.

         Y esto era lo que quería contarles. Se trata de algo tan curioso e impresionante que no podía guardármelo para mí. Elegí la escritura porque era lo único que me permitía, al mismo tiempo, contar, explicar y ordenar las ideas. Resta únicamente decirles cómo fue que comprobé lo que me dijeron los duendes. Básicamente, probé con una de las tantas leyes que me compartieron. En ella se decía que si un hombre sumergía la cabeza en una bañadera con agua fría, sosteniendo en su mano derecha un crucifijo de madera con la imagen de metal de Cristo crucificado y en su mano izquierda un par de anteojos de sol, entonces ese hombre iba a poder respirar por su boca durante tres aspiraciones debajo del agua. Aunque nadie lo crea, yo hice todo eso y pude respirar esas tres veces. Fue una sensación rara; absorbía agua por la boca e inmediatamente podía sentir cómo salía por mi nariz, aunque mis pulmones se llenaban de aire. Por supuesto que sólo pude dar esas tres aspiraciones, ya que quise seguir y casi me ahogo. Me atraganté y estuve un buen rato tosiendo. Pero esto no es lo importante. Lo importante es que hice lo que los duendes me dijeron que haga y pude respirar tres veces abajo del agua. No tengo dudas de que el resto de las leyes son tan verdaderas como la que yo mismo pude corroborar.

        Y una vez más, esto era lo que quería contarles. Aunque sé que no puedo esperar que todos me crean (yo mismo no sé si lo haría), les agradezco que al menos me hayan dedicado unos minutos.

        Gracias.
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        Me siento muy mal. No sé con qué palabras decir esto. Voy a tratar de ser lo más claro y breve posible.

        Anoche, después de escribir el texto anterior y de colgarlo en la web, volví a ver a los duendes. Allí estaban, en la cocina, igual que la otra vez. Quería preguntarles, por curiosidad, qué ley había generado el texto que había escrito. Ellos me dijeron que había sido muy prudente en buscarlos después de haber creado un objeto nuevo, porque por él se generó una ley que lo afecta directamente. No sé cómo decir esto. La ley que mi escrito produjo indica que yo, el autor, debo dar ocho vueltas a la manzana de mi casa (la casa en donde se escribió el texto) todo los días. Si no lo hago, ¡por Dios!, si no lo hago todo aquel que haya leído el texto se quedará ciego. Se le atrofiarán los nervios ópticos, así nomás, sin importar edad, raza o sexo. Te prometo, lector, que voy a hacer todo lo posible para que no te pase nada. Incluso quise borrar el escrito antes de que muchas personas lo lean, pero los duendes me dijeron que su eliminación iba a ir a la par con la eliminación del autor, y yo no quiero morir.

         Perdón.
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        El texto está circulando, a pesar de mis esfuerzos para que no suceda. Un muchacho lo subió a su blog de Internet y ahora está afuera de mi alcance. Hace ya dos meses que doy las ocho vueltas manzanas, sin importar el frío o la lluvia. Por mi parte, yo sigo y seguiré esforzándome para que a nadie le pase nada. Sólo espero que las personas hayan seguido mi consejo, o mejor dicho mi súplica, del título (única cosa que, según los duendes, podía hacer para disuadir a la gente). Sólo espero que no hayan leído el texto. Aunque, si llegaste hasta acá, no es entonces tu caso.

        Perdón.



[*] Me gustaría hacer una especificación. Como dije, la aparición de un nuevo objeto genera una nueva ley. Por supuesto, esto pertenece a su vez a una ley (que dice que todo objeto nuevo genera una ley nueva), por lo que no sabemos si va a estar vigente por siempre. Tal vez salga una nueva ley que la anule, y todo lo que escribí acá pierda vigencia y carezca de sentido.
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© Lucas Berruezo
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28 de diciembre de 2009

2ª ANTOLOGÍA «MUNDOS EN TINIEBLAS»

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Ya salió la antología Mundos en tinieblas 2009, con un nuevo prólogo de mi autoría. Para consultar los puntos de venta, podés visitar la página de Ediciones Galmort.


Portada:




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Sobre el libro: “Más de una vez me han dicho: ‘Para las personas que escriben terror, vivir en la Argentina es el lugar ideal, basta con ver la televisión o leer el diario para inspirarse’. (…) Por mi parte, creo todo lo contrario. Vivir en un país donde se respira el miedo en cada momento del día no representa una ventaja, sino una prueba. No es fácil asustar en la Argentina. Para hacerlo, hay que recurrir a historias que sean más terribles que la realidad, y la realidad que nos toca es bastante terrible por sí sola. Por eso, me parece destacable que en este país todavía haya gente que se proponga asustar a otra. No es una tarea fácil, pero es posible. Habrá que esforzarse, pero el resultado siempre es reconfortante”. (Del prólogo de Lucas Berruezo).

Mundos en Tinieblas surge para brindarles a lectores y escritores la posibilidad de experimentar nuevas pesadillas, todas ellas actuales, todas ellas nuestras. Para demostrar que la literatura fantástica y de horror es un género todavía vivo, todavía en movimiento.

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Sobre los autores: los relatos contenidos en este libro son los siguientes: “Arnoldo, el fantástico”, por Sofía Ferro // “Cónicas de un país ciego”, por Luis Emilio Roldan // “De par en par”, por Mónica Alejandra López // “Doña Encarnación”, por Mariano Alberto Córdoba // “El abismo circular”, por Agustina del Vigo // “El bajo”, por Juan Manuel Vila Pérez // “El barrio de los zapallos”, por María Rita Gil // “El castillo Winterhorn”, por Liliana Weisbek // “El cazador y la presa”, por Míriam Wagner // “El hombre que creía ver rostro en los filamentos…”, por Mario Bolla // “El origen”, por Daniel M. Forte // “El pasillo”, por Myriam Claudia Pedarotto // “El sobre”, por Agustina Carranza // “El sobreviviente”, por Agustín María // “El vaticinio”, por Jorge Almirón // “Escaleras abajo”, por Claudio Sylwan // “Hombre de palabra”, por Gustavo Fernando Reyes // “Huésped”, por Mabel Nélida Loureiro // “La gárgola”, por Rosa Esquivel // “La danza de Recoleta”, por Lisandro Ciampagna // “La despedida”, por Victoria Beguet Day // “La memoria de Duval”, por María Eugenia Duró // “La saña”, por Maximiliano Luis Rizzi // “La vastedad de los espejos”, por Juan Manuel Valitutti // “La verdad tras la mirada”, por Ernesto Parrilla // “Limo negro”, por Jorge Benito // “Lobo”, por María Rosa Llinares // “Moscas”, por José María Marcos // “Nada más que un cuerpo”, por Daniel Andrés Campano // “Nieve roja”, por José Héctor Rodríguez // “Reencarnación”, por Leandro A. Kreitz // “Tierra movediza”, por Silvia G. Franco // “Traslados”, por Federico Coutaz // “Una estadía en el Grand Hotel Salpétriére”, por Pablo M. Burkett // “Una voz en el camino”, por Guillermo Gustavo Klimt.

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27 de diciembre de 2009

EL NIÑO ROBADO, de Keith Donohue

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         El niño robado fue, para mí, un verdadero hallazgo. Después de pasarme más de una hora en Yenny buscando un libro que perteneciera al género fantástico (y siendo interrumpido constantemente por lo ávidos vendedores), encontré la novela de Donohue en el último estante, al ras del suelo. Nunca había oído hablar del autor ni del libro, por lo que mi compra fue completamente a ciegas. Por fortuna, el libro me gustó y la compra no fue en vano (cosas que no siempre ocurren).

         El niño robado cuenta dos historias, que en realidad es una sola: la historia de Henry Day, o también de Aniday y de Gustav Ungerland, que es lo mismo. La historia es más o menos así: en los bosques viven los trasgos, que permanecen ocultos y sólo van a los pueblos o ciudades en busca de víveres o elementos que le permitan vivir en la naturaleza, como ropa o algunos cubiertos. Estos trasgos son, según se llaman ellos mismos, suplantadores, que aguardan el momento indicado para robar un niño y reemplazarlo en todo los aspectos de su vida. Así, los trasgos pueden volver a ser humanos y reinsertarse en la vida real. El niño robado, por su parte, se convierte en trasgo y tendrá que aguardar durante décadas, a veces siglos, su turno para robar un niño y tener otra oportunidad de vivir una nueva vida, con una familia nueva y una nueva identidad. Así, vemos como Henry Day es robado por los suplantadores y, mientras que un trasgo se convierte en él y ocupa su vida, él se convierte en trasgo y pasa a ser Aniday. Luego, veremos cómo las vidas del falso Henry Day (que, en última instancia, termina convirtiéndose en el único) y del verdadero (que, ya como Aniday, no lo es más) avanzan en forma paralela aunque independiente, no sin recurrentes contactos, recelos y conjeturas erróneas.

         La novela, por un lado, nos sumerge en un mundo maravilloso, aunque por otro nos permite pensar en la vida misma y en la dificultad de crecer y de dejar de ser niños. O mejor dicho, no sólo en la dificultad de crecer, sino en la imposibilidad de no hacerlo. Mientras que los humanos envejecen inevitablemente, los trasgos son siempre niños, aunque únicamente en un sentido físico. Tanto Henry Day como Aniday envejecen, el primero física y mentalmente, y el otro sólo mentalmente. Por eso, a medida que avanza la historia, vemos que aunque Aniday no se hace más grande, su forma de pensar cambia, llegando incluso a una percepción erótica de la mujer que en un comienzo era impensable, como puede verse cuando observa a su amiga Mota: «En circunstancias normales, yo habría saltado al riachuelo y me habría puesto a chapotear con ella, pero en aquel momento fui incapaz de moverme, impresionado por la elegancia de su cuello y sus miembros, y los contornos de su cara»[1], o incluso más explícitamente, «las tensiones físicas resultantes de ser un hombre adulto en el cuerpo de un niño» (p. 321). Como se ve, es imposible no crecer, aunque nuestro aspecto físico no se corresponda con la maduración que vamos adquiriendo. Peter Pan, en este caso, terminaría siendo tan viejo y gruñón como el capitán Garfio.

         Junto con la idea de la imposibilidad de no crecer, la novela nos presenta otra igualmente interesante: la imposibilidad de negar quién es uno en realidad. El Henry Day adulto fue una vez un trasgo que vivió en el bosque, pero antes que eso fue un niño de ascendencia alemana llamado Gustav Ungerland, que tocaba el piano. Así, el nuevo Henry Day también toca el piano, como confirmando la esencia del antiguo Gustav, y no sólo eso, sino que cuando tiene un hijo, éste se parece a los Ungerland y no a los Day. De esta manera, Henry termina aceptando ser (como) Henry, pero no se convierte en él, ya que nunca deja de ser Gustav, y su descendencia no hará más que recordárselo.

         La novela está buena y es recomendable. De ninguna manera se trata de una novela para niños, por lo que la temática no tiene que engañarnos. Es una novela para adultos, que por momentos nos sumerge en un mundo de niños, pero presentado con una complejidad y una crudeza tal que el público lector se ve claramente definido. No obstante, creo que en este sentido la novela estimula el debate. Lo que sí es seguro, es que vale la pena leerla.


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[1] Donohue, Keith. El niño robado. Buenos Aires, Grijalbo, 2008, p. 319. A continuación, las citas se harán según esta edición.


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Sobre el autor:
Keith Donohue vive en Maryland, cerca de Washington. Es director de comunicaciones de la Comisión Nacional de Publicaciones Históricas. También es colaborador habitual de The New York Times, The Washington Post y The Atlanta Journal-Constitution. Es doctor en lengua y literatura inglesa por The Catholic University of America. El niño robado representa su debut en el panorama literario. Una obra seleccionada y recomendada por la Asociación de Libreros Independientes de Estados Unidos y que, además, es la primera cuyos derechos cinematográficos han sido adquiridos por Amazon.com.
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- Donohue, Keith. El niño robado. Buenos Aires, Grijalbo, 2008.
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24 de diciembre de 2009

EDEN LAKE: más de lo mismo

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         Hay películas que no hacen más que repetir los mismos esquemas de otras miles de películas. Eden Lake es una de ellas. La historia la vimos un millón de veces: una parejita (en todo sentido) perfecta decide tomarse un fin de semana de relajación en un lago apartado de la ciudad. La ocasión, además, esconde una motivación de un alto nivel emotivo: el (perfecto) muchacho pretende pedirle matrimonio a la (perfecta) muchacha. Pero las cosas se complican, aparece un grupo de adolescentes malos (con un cabecilla muy malo) que transforman el fin de semana idílico en una temporada en el infierno. Después vendrán, por supuesto, las persecuciones, las torturas, las muertes y la sensación de un final inalcanzable. Como dije antes, algo que vimos, con alguna que otra variación, un millón de veces.

          Eden Lake nos muestra la versión inglesa de la violencia adolescente (unos pibes chorros ingleses, para decirlo de alguna manera). Por eso, muchos que viven aterrados ante la idea de cruzarse con uno de estos jóvenes infernales se asustarán con esta película. Por mi parte, y para ser honesto, no la recomiendo. No porque sea mala, ya que estrictamente hablando, no lo es tanto, sino porque me molesta la falta de ideas. La historia de Eden Lake puede ser escrita en una sola tarde, con una siesta de por medio.


Ficha técnica:
Título original: Eden Lake
Año: 2008
Duración: 91 min.
País: Reino Unido
Director: James Watkins
Guión: James Watkins
Reparto: Kelly Reilly, Michael Fassbender, Thomas Turgoose, Bronson Webb
Productora: Rollercoaster Films
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22 de diciembre de 2009

ACTIVIDAD PARANORMAL: la búsqueda de lo real

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         En la línea de El proyecto Blair Witch, Actividad paranormal (Paranormal Activity) está filmada en su totalidad con una cámara portátil. Su intención es lograr lo que Barthes llamaría el «efecto de lo real», que ya antes habían intentado, de manera diferente, películas como El exorcismo de Emily Rose, Los extraños, Invocando espíritus y la ya mencionada bruja de Blair. Parecería que la ficción, de por sí, no es suficiente para dar miedo, y entonces se tiene que recurrir a artimañas que permitan pensar en hechos reales. Podría pensarse que el escepticismo en estos días es tan fuerte que los escritores y directores se ven obligados a hacer cosas como éstas. Sin embargo, los resultados no siempre son tan previsibles. El exorcista de William Peter Blatty asusta más que El exorcismo de Emily Rose, y pocas películas asustan más que el film de Alejandro Amenábar Los otros, aunque en ningún momento se alude a una historia real. La moda de apelar a hechos reales no es más que eso, una moda, que ha dado algunos productos buenos y otros malos. Actividad paranormal, voy a decirlo, es uno de los buenos.

         Actividad paranormal es presentada como una de las películas más aterradoras de todos los tiempos; no creo que sea cierto, pero sí es verdad que por momentos asusta y mantiene al espectador en vilo. La historia es simple y el presupuesto escaso, pero la película cumple. Se nos muestra a una joven pareja, Micah y Katie, que, tras experimentar ciertas sensaciones que ellos atribuyen a una actividad paranormal, deciden comprar una cámara y registrarlo todo. O, mejor dicho, Micah es quien compra la cámara y Katie la que lo sigue. Toda la película estará marcada por esta dualidad entre ambos personajes: Micah es el escéptico hombre de acción, que comienza por no creer y cuando lo hace se cree con la facultad de enfrentar y derrotar al espectro, mientras que Katie es la víctima, que no duda en ningún momento del peligro que corre. Ambos no harán más que tomar malas decisiones, hasta que su camino se vuelva irreversible y su destino irrevocable.

          La película cuenta con varios finales, el del cine no es más que uno de ellos. Hasta donde sé, hay tres distintos. Esto, por supuesto, hecha por tierra toda pretensión de realidad y hace que el espectador (al menos yo como espectador) se fastidie. No me gustan las películas con muchos finales, es como si el escritor (o el director o quien fuera) no se hubiese jugado por ninguno de ellos. Lo más importante de una historia es el final, y es un riesgo que el escritor tiene que correr. Cuando no lo hace, me molesta. Si se deja de lado esto, la película es recomendable.


Ficha técnica:
Título original: Paranormal Activity
Año: 2007
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Director: Oren Peli
Guión: Oren Peli
Reparto: Katie Featherston, Micah Sloat, Amber Armstrong, Mark Fredrichs
Productora: Paramount Pictures / DreamWorks
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14 de diciembre de 2009

EL SENTIDO DE LA VIDA

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        La vida se me presenta absurda. ¿Para qué tanto esfuerzo si somos tan fugaces? Como el sabio del Eclesiastés, no puedo evitar mirar hacia el pasado y ver la gran vanidad de las cosas. ¿Por qué el ser humano se preguntó, a lo largo de la historia, sobre el sentido de la vida si éste es tan evidente? ¿No es acaso (o al menos debería ser) la felicidad el sentido de toda existencia humana? El resto no es más que ilusión. El problema es que el hombre, en general, no se resigna a lo intrascendente, y la felicidad es intrascendente. No le importa a nadie más que al hombre en cuestión. Cuando alguien pregunta por el sentido de la vida busca algo grande, de repercusiones gigantescas, y por eso se engaña. El único sentido de la vida es la felicidad, aunque con ella caigamos en el olvido. Y el hombre no se convence de eso. Siempre se busca la gloria, el dinero, la fama, y lo único que se consigue es una muerte que no se asume ni se espera. Es el gran dilema de Aquiles: la felicidad (y la vida) o la gloria (y la muerte). Al menos él sabía lo que elegía. Nosotros elegimos una cosa creyendo que elegimos otra, y cuando nos llega la muerte todavía nos preguntamos por el sentido de la vida, con un gusto amargo en la boca ante la sospecha de que no hemos elegido bien.

         ¿Cuál es el camino de la felicidad y cómo se llega a ella? Es algo en lo que todavía sigo pensando…

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8 de diciembre de 2009

CRIATURA DE LA NOCHE: ¿quién es el vampiro?

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         Cuando se estrenó la película Crepúsculo, dije que se trataba de una historia de vampiros diferente. Específicamente me refería a la centralidad de la relación amorosa en la trama y al hecho de enfocar algunos temas vampíricos de una forma singular o nueva (por ejemplo, que los vampiros vivan en una casa rodeada de ventanas). Ahora, al ver Criatura de la noche (Låt den rätte komma in, o en su título en inglés Let the Right One In) me doy cuenta de lo que es una película de vampiros verdaderamente diferente. Criatura de la noche cuenta la historia de Oskar, un joven de 12 años que vive en un suburbio de Suecia. Oskar es un muchacho introvertido, que suele ser objeto de burlas y golpizas por parte de sus compañeros de escuela y que pasa el tiempo coleccionando artículos periodísticos sobre asesinatos al tiempo que fantasea con cometer uno. De forma casi desapercibida, una niña de su edad se muda, junto a un hombre mayor, a un departamento vecino al suyo, y de inmediato la amistad entre ambos comienza a prosperar. La niña se llama Eli y es un vampiro: se alimenta de sangre, sale por las noches, no siente frío y lleva siendo niña mucho tiempo.

         La película es sencillamente genial. Nos permite ver una versión singular de los vampiros: aquí, no son ellos los que se adueñan del destino de los hombres, o, mejor dicho, sí lo son, sólo que no lo hacen por la fuerza, sino bajo el consentimiento de los hombres mismos; por eso primero tienen que ser aceptados y por eso también necesitan de la ayuda de los humanos para conseguir comida (aspecto que se deja entrever en el título original y que se perdió por completo en la burda traducción al castellano). Además, los vampiros se alimentan de los hombres, pero también los necesitan y se encariñan con ellos. Dicho de otra forma, el vampiro no es aquí malo, mata para comer, como unos lobos podrían matar a un cordero, sin ser por esto malos. Y es aquí donde la película se destaca, al obligarnos a formular las siguientes preguntas: ¿quién es el verdadero vampiro?, ¿es Eli, que necesita de la sangre para vivir, o son los humanos, que la ayudan y que tienen también deseos de sangre, un deseo incluso más morboso, ya que no implica ninguna necesidad vital?

         Criatura de la noche se estrenó en Suecia en 2008 y está basada en la novela Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist, quién a su vez estuvo a cargo del guión. Como siempre ocurre con cualquier película extranjera de calidad, ya se está preparando la versión norteamericana, que se estrenará en 2010. Por mi parte, recomiendo que vean estar versión, antes de que sea demasiado tarde.


Ficha técnica
Título original: Låt den rätte komma in (Let the Right One In)
Año: 2008
Duración: 110 min.
País: Suecia
Director: Tomas Alfredson
Guión: John Ajvide Lindqvist
Reparto: Kåre Hedebrant, Lina Leandersson, Per Ragnar, Henrik Dahl
Productora: EFTI


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4 de diciembre de 2009

EL JUEGO DEL MIEDO VI: terror con contenido

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         Recuerdo que, ni bien se estrenó El juego del miedo VI (Saw VI), Catalina Dugli dijo algo así como que la película estaba orientada a los fans del género (bien cierto), ya que lo que se veía en ella era un montón de violencia sin contenido (terrible falsedad). Lo curioso es que también lo oí de otros críticos. O una de dos: o no pasaron de la primera escena, o no entendieron nada. Dada la posición preeminente en los medios de algunos de ellos (y los sueldos que ganan), cualquiera de las dos opciones es inaceptable.

         Recomiendo de forma categórica El juego del miedo VI, como recomiendo cualquiera de las anteriores. Creo que es la primera vez en la historia del cine que se hace una saga continuada de tantas películas sin que decaiga la calidad. Por supuesto que no todas son igualmente buenas, hay algunas mejores que otras, pero hay que admitir que ninguna es mala. Acostumbrados a la fórmula «hago una película buena y después me repito», como vimos con la saga de Scream, El efecto mariposa o Destino final, nos sorprendemos al ver que en todas las películas de El juego del miedo hay un final inesperado y una que otra vuelta de tuerca en la historia. Esto habla de un trabajo serio y de un talento inusual por parte de los escritores. Incluso en esta última entrega seguimos conociendo a los personajes y nos seguimos sorprendiendo. Se ha logrado plantear un gran rompecabezas, donde las piezas son dadas con discreción e inteligencia.

          Con respecto a eso de que sólo se trata de violencia sin contenido, ¿qué puedo decir? «A palabras necias, oídos sordos». El pensamiento de John Kramer es implacable y espeluznante, incluso podemos decir (o no) que es enteramente reprobable, pero lo que nunca podríamos afirmar es que no tiene contenido. De hecho, es coherente con sus propias premisas, y le podemos atorgar el hecho de que por momentos se vuelve convincente. En esta última entrega, podemos ver cómo Kramer discute la política de las aseguradoras de la salud, que decide quién, o quien no, tiene posibilidades de vivir. Si hay algo que deja en claro la película, es que nunca se puede afirmar que una persona va a vivir mucho o poco. Esto, que es algo harto evidente, se pierde de vista en la sociedad moderna en que vivimos, en la que nos quieren convencer de que si tomamos tal marca de yogurt, usamos tal pasta dental y nos hacemos un chequeo por año, vamos a vivir mucho y bien.

         No voy a decir más de la trama. Las personas que vieron las anteriores no necesitan que lo haga, y las que no las vieron no tendrán ningún provecho. Sólo recomiendo, una vez más y sin descanso, que vean esta saga. Sólo muy de vez en cuando sale una buena película de terror, y que esa película sea en realidad una historia de seis films consecutivos, creo que es algo demasiado singular y maravilloso como para dejarlo pasar.

          Me pregunto si va a haber un Juego del miedo VII. Por un lado, me gustaría que esta saga no se terminase nunca, pero por otro me da miedo que la echen a perder. Supongo que sólo resta esperar.


Ficha técnica
Título original: Saw VI
Año: 2009
Duración: 90 min.
País: Estados Unidos
Director: Kevin Greutert
Guión: Marcus Dunstan y Patrick Melton
Reparto: Tobin Bell, Costas Mandylor, Betsy Russell, Mark Rolston
Productora: Coproducción EEUU-Canadá-Australia-Reino Unido; Lionsgate Films / Twisted Pictures


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