Cuando vi el libro Terror
en la mesa de novedades de la librería que, por cuestiones geográficas,
suelo frecuentar, sentí una oleada de emoción. Una antología de terror
argentino contemporáneo… Era demasiado bueno como para creérselo. Hace tiempo
que vengo diciendo que a la Argentina le falta una tradición de ficción de
terror y que es necesario comenzar a crear en el presente lo que no recibimos
por herencia del pasado. Con esta antología se abría, al menos eso pensé, ese
camino tan reclamado.
Pero no.
A ver si entiendo cómo funcionan las cosas. Se supone que
las antologías tienen que incluir lo mejor o lo más representativo del tema que
se está compilando. Ahora bien, lo más lógico al
momento de hacer una compilación de cuentos de terror (argentinos y contemporáneos)
hubiese sido buscar aquellos escritores que, entre las sombras (el género de
terror, al menos en la literatura nacional, es crónicamente periférico),
desarrollan este tipo de literatura y son, de alguna manera, exponentes de
ella.
Pero no.
¿Qué hizo la editorial Planeta? Convocó a trece escritores
conocidos, “éxitos” de ventas, para que escribieran un cuento para esta
antología. ¿Representa de alguna manera este libro el presente del terror en la
literatura argentina? No. ¿Los cuentos son, no obstante, tan buenos como para
que justifiquen un proyecto de estas características? Esta es otra cuestión,
aunque, de todas maneras, la respuesta es que en la mayoría de los casos no lo
son. Se nota que muchos de los escritores (exponentes, sí, de otros géneros) se
introducen en el terror con un manual de instrucciones, alcanzando con esto
cuentos correctos (todos escriben bien, de eso no hay duda), pero artificiosos,
inverosímiles y, en algunos casos, hasta ridículos.
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Las
excepciones
Hay excepciones, por supuesto. Y estas excepciones vienen de
la mano de escritores que, con o sin encargo, escriben historias de terror.
Ellos son Gabriel Rolón (autor de la novela Los
padecientes, un thriller psicológico) y Mariana Enriquez (la única autora
que es, verdaderamente, un exponente del género, tal vez el más importante que
tengamos en este momento en Argentina[1]).
Los cuentos de estos autores, “El cuarto escalón” de Rolón y “El patio del
vecino” de Enriquez, son los únicos dignos de una antología de terror.
Por otra parte, “El paciente de Faraday”, de Pablo De Santis,
y “Alquiler temporario”, de Claudia
Piñeiro (autores más relacionados con el policial), logran un suspenso
adecuado, pero difícilmente puedan considerarse representativos del género. El
resto de los cuentos, aunque no todos, podrán engrosar las páginas de los libros de sus
autores sin sentirse menos.
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A quien
corresponda
Por favor, a las editoriales en general y a Planeta en
particular (o al que desee hacerse cargo): si van a hacer una antología de
terror, háganla en serio. No llamen a los amigos de siempre, a aquellos que les
aseguren un nivel de ventas mínimo. Arriésguense, busquen, hagan su trabajo.
Su trabajo es la cultura, háganlo bien.
Dejo, a modo de cierre, la lista de los autores con sus cuentos:
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Federico Andahazi: “Las bellas criaturas de
Natán Negroponte”.
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Jorge Fernández Díaz: “Los tres propósitos”.
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Alberto Laiseca: “Fabricantes de vampiros”.
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Claudia Piñeiro: “Alquiler temporario”.
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Federico Jeanmaire: “Finde”.
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Guillermo Martínez: “Help me!”.
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Paula Pérez Alonso: “Lo inconfesable”.
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Pablo De Santis: “El paciente de Faraday”.
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José Pablo Feinman: “Anibal Torres y su
bandoneón regresan de la muerte”.
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Gabriel Rolón: “El cuarto escalón”.
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Marcelo Birmajer: “El príncipe azul”.
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Guillermo Saccomanno: “Los pasajeros de la
desgracia”.
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Mariana Enriquez: “El patio del vecino”.