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25 de diciembre de 2012

TERROR (comp.), de editorial Planeta



          Cuando vi el libro Terror en la mesa de novedades de la librería que, por cuestiones geográficas, suelo frecuentar, sentí una oleada de emoción. Una antología de terror argentino contemporáneo… Era demasiado bueno como para creérselo. Hace tiempo que vengo diciendo que a la Argentina le falta una tradición de ficción de terror y que es necesario comenzar a crear en el presente lo que no recibimos por herencia del pasado. Con esta antología se abría, al menos eso pensé, ese camino tan reclamado.

          Pero no.

          A ver si entiendo cómo funcionan las cosas. Se supone que las antologías tienen que incluir lo mejor o lo más representativo del tema que se está compilando. Ahora bien, lo más lógico al momento de hacer una compilación de cuentos de terror (argentinos y contemporáneos) hubiese sido buscar aquellos escritores que, entre las sombras (el género de terror, al menos en la literatura nacional, es crónicamente periférico), desarrollan este tipo de literatura y son, de alguna manera, exponentes de ella.

          Pero no.

          ¿Qué hizo la editorial Planeta? Convocó a trece escritores conocidos, “éxitos” de ventas, para que escribieran un cuento para esta antología. ¿Representa de alguna manera este libro el presente del terror en la literatura argentina? No. ¿Los cuentos son, no obstante, tan buenos como para que justifiquen un proyecto de estas características? Esta es otra cuestión, aunque, de todas maneras, la respuesta es que en la mayoría de los casos no lo son. Se nota que muchos de los escritores (exponentes, sí, de otros géneros) se introducen en el terror con un manual de instrucciones, alcanzando con esto cuentos correctos (todos escriben bien, de eso no hay duda), pero artificiosos, inverosímiles y, en algunos casos, hasta ridículos.


-          Las excepciones

          Hay excepciones, por supuesto. Y estas excepciones vienen de la mano de escritores que, con o sin encargo, escriben historias de terror. Ellos son Gabriel Rolón (autor de la novela Los padecientes, un thriller psicológico) y Mariana Enriquez (la única autora que es, verdaderamente, un exponente del género, tal vez el más importante que tengamos en este momento en Argentina[1]). Los cuentos de estos autores, “El cuarto escalón” de Rolón y “El patio del vecino” de Enriquez, son los únicos dignos de una antología de terror.

          Por otra parte, “El paciente de Faraday”, de Pablo De Santis,  y “Alquiler temporario”, de Claudia Piñeiro (autores más relacionados con el policial), logran un suspenso adecuado, pero difícilmente puedan considerarse representativos del género. El resto de los cuentos, aunque no todos, podrán engrosar las páginas de los libros de sus autores sin sentirse menos.


-          A quien corresponda

          Por favor, a las editoriales en general y a Planeta en particular (o al que desee hacerse cargo): si van a hacer una antología de terror, háganla en serio. No llamen a los amigos de siempre, a aquellos que les aseguren un nivel de ventas mínimo. Arriésguense, busquen, hagan su trabajo.

          Su trabajo es la cultura, háganlo bien.

***
          Dejo, a modo de cierre, la lista de los autores con sus cuentos:

-          Federico Andahazi: “Las bellas criaturas de Natán Negroponte”.
-          Jorge Fernández Díaz: “Los tres propósitos”.
-          Alberto Laiseca: “Fabricantes de vampiros”.
-          Claudia Piñeiro: “Alquiler temporario”.
-          Federico Jeanmaire: “Finde”.
-          Guillermo Martínez: “Help me!”.
-          Paula Pérez Alonso: “Lo inconfesable”.
-          Pablo De Santis: “El paciente de Faraday”.
-          José Pablo Feinman: “Anibal Torres y su bandoneón regresan de la muerte”.
-          Gabriel Rolón: “El cuarto escalón”.
-          Marcelo Birmajer: “El príncipe azul”.
-          Guillermo Saccomanno: “Los pasajeros de la desgracia”.
-          Mariana Enriquez: “El patio del vecino”.

15 de diciembre de 2012

DEMONIO DE LIBRO, de Clive Barker



          Demonio de libro comienza con una apelación directa al lector: «Quema este libro» (p. 7). A lo largo de las casi doscientas cincuenta páginas, el narrador insistirá en esto una y otra vez: que se queme el libro. Implorará, amenazará y sobornará. Hará todo lo que esté a su alcance para que el lector le haga caso y reduzca a cenizas el ejemplar que, según el mismo narrador dice en una contradicción inherente con sus propósitos, contiene un secreto de máxima importancia para la humanidad, «un secreto que el mundo va a necesitar algún día» (p. 215). El narrador en cuestión es Jakabok Botch (Señor B. para los amigos), un demonio del Noveno Círculo que es pescado (literalmente) por un grupo de humanos y elevado a la superficie de la Tierra en plena época medieval. Desde entonces, este demonio atravesará una serie de contingencias que irá narrando al mismo tiempo que insistirá en la necesidad de que se destruya su narración.

          La novela no convence. Lo digo así, sin más dilaciones. El exceso de demandas (quema este libro, quema este libro, ¡quema este libro!) y de advertencias (morirás, morirás, ¡morirás!) aburren y no logran generar un clima de verdadera tensión. De hecho, las amenazas de Jakabok son más graciosas que temibles. Mientras más macabro y cruel intenta ser, más risible se vuelve. El verdadero problema es que Barker no logra entablar el pacto con el lector, tan necesario en este tipo de relatos en los que se invita a aceptar una realidad que, sabemos, no es tal (un ejemplo podría ser que el infierno, o los infiernos, se encuentran literalmente bajo tierra). Jakabok Botch no es creíble; no es creíble su forma de actuar ni, mucho menos, su forma de hablar (“Vamos, no me obligues a explicártelo con detalle, amigo”, p. 112).

          Con respecto a la atmosfera macabra antes mencionada, vemos cómo los intentos del narrador Botch (y del autor Barker) por repugnar al lector se ven constantemente frustrados. Hay una oscilación permanente entre lo macabro y lo grotesco, que inclina la balanza hacia un macabro forzado y artificial. Como ejemplo podríamos mencionar el extracto del siguiente diálogo entre Jakabok y su compañero Quitoon: después de que Jakabok se robó treinta y un bebés para hacerse un baño de sangre, se sorprende de que los padres de esos nenes lo hayan encontrado.


                        “–¿Cómo han averiguado dónde estamos?

”–Había un agujero en uno de tus sacos. Has dejado un reguero de niños llorando desde la ciudad hasta el bosque.” (p. 129)


          Como se ve, una escena ridícula y para nada creíble.

          Por último, quisiera detenerme en otro aspecto de la novela que me decepcionó. Dado que se trata de una narración en primera persona que apela de manera directa al lector, por necesidad tiene que hacer una construcción de éste. Y la construcción que hace peca de las mismas faltas ya mencionadas en relación con la historia: artificialidad e inverosimilitud. La figura del lector que se construye es muy específica y, por eso, el verdadero lector va a encontrar múltiples razones para no identificarse con la imagen que le devuelve el texto.

          En fin, esperaba más de un autor que en el pasado había logrado seducirme. Aunque, después de todo, hay que reconocer que a medida que se avanza con la lectura uno se va convenciendo de la conveniencia de hacerle caso al demonio y quemar el libro, reduciendo su contenido a cenizas. Si, a pesar de ese deseo vehemente, el lector decide continuar, el final le reserva una nueva desilusión que, para no develar datos significativos de la historia, prefiero callar.

***
Sobre el autor: Clive Barker (Liverpool, Inglaterra, 1952) es escritor, director de cine y artista visual. Estudió Inglés y Filosofía en la Universidad de Liverpool. Famoso por Los libros de sangre (antologías de cuentos publicadas en los años 80), se lo considera como uno de los renovadores del género de horror. A partir de sus cuentos se han realizado varias adaptaciones cinematográficas, algunas de ellas incluso dirigidas por él mismo, como Hellraiser (1987) o Razas de noche (1990). Barker también colabora en proyectos dedicados al cómic, con varias novelas gráficas basadas en el mundo de Hellraiser, y en el ámbito de los videojuegos, donde ha prestado su nombre y realizado guiones.



- Barker, Clive, Demonio de libro, Madrid, La factoría de ideas, 2011.

27 de octubre de 2012

PINTURA DE HORROR: Marcelo Bordese


          Marcelo Bordese es un artista visual autodidacta. Nació en Río Cuarto, Córdoba, en 1962. A los 20 años dejó la carrera de Biología en Córdoba para internarse como laico en clausura en un convento de Buenos Aires. Sus obras integran colecciones particulares y museos de Italia, Francia, Alemania, Croacia, Suecia, Chile, Venezuela, España, EE.UU., Canadá e Inglaterra. Obtuvo la beca a la creación del Fondo Nacional de las Artes, la de la Fundación Antorchas y el Segundo Premio Adquisición en Pintura del Salón de Artes Plásticas “Manuel Belgrano” 2010.

          A continuación, algunas de las obras de este interesante artista:

Leda:


Juana de Arco:


Danza macabra:


El beso verde:




20 de octubre de 2012

MUERDE MUERTOS (QUIÉN ALIMENTA A QUIÉN…)



«A veces los muertos son tan codiciosos como nosotros.»
Carlos Marcos y José María Marcos, Muerde muertos (quién alimenta a quién…)



          Por lo general, los libros defraudan. Admitamos eso. Aproximadamente, de diez libros que uno lee, siete decepcionan y se encaminan al olvido, dos gustan y permanecen por algún tiempo en nuestra memoria (con un poco de suerte, los años pasan sin despojarnos de sus títulos) y uno (o ninguno) hace sentir que realmente valió la pena leerlo. Ése se queda en un lugar preferencial de nuestra biblioteca, y no por su espacio físico (que comparte indistintamente con otros), sino por la atracción que ejerce a nuestra mirada, siempre atenta a su lomo, con la intención (y esperanza) de volver a sus páginas en cuanto se disponga del tiempo suficiente. Esos son los libros-excepciones que nos hacen recordar por qué elegimos dedicarnos a la literatura. Muerde muertos (quién alimenta a quién…), de Carlos y José María Marcos, es uno de esos libros.

          Muerde muertos es una novela epistolar que pone en escena el intercambio de Blaise Orbañeja, un bibliotecario retirado que vive en Buenos Aires, y Jesús Figueras Yrigoyen, un periodista argentino que vive su retiro en Salamanca. Orbañeja contacta a Figueras Yrigoyen con el fin de pedirle un favor: necesita que encuentre un libro que, supuestamente, está en Salamanca. El favor no es gratuito, Orbañeja promete revelarle a Figueras Yrigoyen dónde está el cuerpo de su hermano Ignacio, muerto en circunstancias misteriosas. De esta manera, los dos aúnan fuerzas (Orbañeja contribuye con sus recuerdos y Figueras Yrigoyen con la investigación) para hallar el Tratado teórico del oficio de muerde muertos, un libro publicado en 1649 por el Conde de Orbañeja del Castillo (un antepasado del bibliotecario) y que contiene todo lo referente a los muerde muertos. De ellos dice Orbañeja:


«Hasta principios de 1800 los muerde muertos eran contratados por los allegados al occiso para comprobar médicamente su muerte. A cambio de unas monedas el muerde muertos hincaba su dentadura en el dedo gordo del pie del fallecido y dictaminaba su suerte, alejando los temores de la epilepsia y la catalepsia muy de moda en esas épocas. Se rumoreaba que algunos muerde muertos, de acuerdo con el monto y las intenciones de los familiares, conseguían otros efectos. Ya salvaban o condenaban las almas, ya mataban al sujeto para toda la eternidad, ya fabricaban zombis esclavos, o devolvían la vida.» (p. 11)


          Esto será lo primero que se sepa de los muerdes muertos, pero no será lo único. A medida que la historia avance y las cartas se sucedan, la búsqueda se irá complicando y la realidad misma, o al menos lo que nosotros entendemos por «realidad», se verá afectada. No diré más para no arruinarle al lector la posibilidad de disfrutar de este libro.

          El hecho de que se trate de una novela epistolar no es inocente. Por un lado remite a lo más clásico del género (Drácula), mientras que por otro plantea una inadecuación a los tiempos que corren, devolviendo un poco de magia a una época en la que el uso del papel es anacrónico y, por qué no, culposo. Aquí reside, en parte, lo satisfactorio de esta novela: los amantes de los libros se introducirán en un mundo en el que lo importante es, justamente, un libro, por el que las personas darán su vida. Hasta la escritura de Orbañeja y Figueras Yrigoyen, plagada de metáforas y de una precisión poética exquisita, da cuenta de ese desajuste respecto de un mundo que se mide por caracteres.

          En Muerde muertos, entonces, lo importante es un libro. Y al momento de recomendar, lo importante es Muerde muertos. Estamos frente a una novela que le hacía falta a la literatura argentina, desbordada por un realismo de carácter social y empalagada con un fantástico limpio de sangre que apenas sobrevivió al siglo XX y subsiste en el XXI arrastrándose en la pluma de algunos pocos escritores.

          Muerde muertos es una novela de terror sobrenatural que marca una excepción y, como tal, vale la pena prestarle atención.



- Marcos, Carlos y Marcos, José María, Muerde muertos (quién alimenta a quién…), Buenos Aires, Muerde Muertos, 2012.
  
*** 
Sobre los autores: Carlos Marcos (1972), bibliómano, escribiente y leedor, es bibliotecario de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. José María Marcos (1974), magíster en Periodismo y Medios de Comunicación (Universidad Nacional de La Plata), escribe para las revistas Insomnia  y miNatura y dirige La Palabra de Ezeiza. Nacidos en Uribelarrea, ganaron el Premio Sudaca Border 2011 (Eloísa Cartonera) y comandan la editorial Muerde Muertos.

24 de septiembre de 2012

EL DESALMADO, de Carlos Chernov



         Ricardo y Eduardo L’Héritier son hermanos gemelos. Eduardo es el primero en nacer y todo parece estar bien en él, mientras que Ricardo no come, no reacciona ante los estímulos y duerme con los ojos abiertos. Desesperados, los padres recurren a todos los médicos a su alcance, pero en el Chaco, donde viven, los recursos no son muchos. Entonces deciden viajar a Buenos Aires para encontrar una respuesta y, de ser posible, una solución. Pero antes hacen un último intento: prueban con un brujo, al que llaman el pilagá. Este brujo desarrolla un ritual y, a partir de él, el bebé se alimenta normalmente. Desde ese momento, el pilagá se queda viviendo cerca de ellos, argumentando que Ricardo lo necesitará por mucho más tiempo. Así comienza la historia de Ricardo, una historia que, según desde dónde se la mire, es una suerte y una desgracia. Desgracia porque, según los indios, cuando nacen gemelos, uno de ellos no tiene alma, pero como ignoran cuál es, los sacrifican a los dos. Y suerte porque Ricardo no es indio, lo que le permitió, tanto a él como a su hermano, seguir con vida.

          De esta manera, Ricardo será ese desalmado que, para poder “completarse”, deberá robarles las almas a las personas, en un intento de formar, con el conjunto de almas arrebatadas, un alma propia. Por esto estudia medicina, y por esto decide trabajar en terapias intensivas de distintas clínicas y hospitales de Buenos Aires, todo para estar cerca de aquellos que están por morir, aquellos que, en cualquier momento, dejarán libre su alma. Claro que esperar la muerte muchas veces se puede convertir en algo tedioso, por lo que Ricardo no dudará en acelerar el proceso, matando él mismo a aquellos a los que les robará su esencia.

         El desalmado es una inteligente conjunción entre novela fantástica (en un sentido “todoroviano”) y novela psicológica. Si bien esta doble naturaleza impregna toda la novela, la preponderancia de cada una corresponde, a su vez, a cada una de las partes en que está dividida. Mientras que en la primera parte vemos la actuación de Ricardo, en la segunda, gracias a los extensos diálogos con Julia, su psicóloga, ahondamos en su mente y en su pasado. Por esto, en la primera parte hay un protagonismo de la acción (la búsqueda constante de Ricardo por encontrar almas que arrebatar, la relación de Ricardo con las personas que lo rodean, en especial con su hermano Eduardo, etc.), a diferencia de lo que ocurre en la segunda parte, donde abundan los diálogos y las reflexiones psicológicas.

          Lejos de lo que se podría considerar un thriller, la historia avanza a paso lento, pero con complejidad y agudeza. Es un buen ejemplo de lo que se puede hacer en Argentina en términos de novela fantástica, en un mercado en el que predomina la ficción realista de corte social o histórico. De hecho, es destacable la utilización de leyendas y ambientes aborígenes, ya que le dan a El desalmado una naturaleza propia, argentina y latinoamericana.

         Ojalá veamos más novelas como ésta en los catálogos de las editoriales.


***
Sobre el autor: Carlos Chernov (Buenos Aires, 1953) es médico psiquiatra y psicoanalista. Autor de cuentos y novelas, ha publicado los libros de relatos Amores brutales (1993) y Amor propio (2007); y las novelas Anatomía humana (1993), La conspiración china (1997), La pasión de María (2005), El amante imperfecto (2008) y El desalmado (2011). Además de ser galardonados con numerosos premios, sus textos han sido traducidos al inglés, al italiano y al francés.

21 de septiembre de 2012

LA CABAÑA DEL TERROR: para todos los gustos






         Para ver La cabaña del terror (Cabin in the Woods) hay que tener, ante todo, paciencia. La primera hora muestra una típica película de terror: cinco amigos van a pasar un fin de semana a una cabaña perdida en el medio del bosque. Una vez ahí, invocan (sin saberlo) a un grupo de zombis que se levantan de debajo de la tierra para matarlos a todos. Sangre, violencia y muerte, nada falta, pero a su vez nada sorprende. La sorpresa llega después, cuando la “historia de zombis” queda atrás y se empieza a entrever una compleja maquinaria de terror. En efecto, la invocación no es en realidad una invocación, y los zombis son apenas un recurso de entre miles que tiene una organización que monitorea las muertes de los jóvenes como si se tratara de un reality, cosa que no es. Así, la historia derivará en una compleja trama que se remonta a los principios de la humanidad, cuando el mundo era regido por dioses antiguos que, para no regresar y aniquilar a la humanidad, exigen sacrificios humanos.

          Lo verdaderamente interesante en esta película es el trabajo con el género de terror. Por un lado, hace referencia a varios clásicos del género, como Hellraiser, The Evil Dead, It, entre otras; y por otro, aglutina en apenas una hora y media (o más exactamente media hora, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente) todo un universo de seres y temas que forman parte del ideario terrorífico de todos los tiempos. Además de los zombis de la primera parte, podemos ver hombres lobo, vampiros, fantasmas, animales gigantes, monstruos, mutantes, etc., etc. etc. Por primera vez en mi vida puedo decir “para todos los gustos” sin exagerar.

          Por otra parte, no puedo dejar de mencionar la deuda que el guión tiene con Lovecraft (tan grande que la película bien podría estar dedicada a él) y la parodia que hace del género al que pertenece. Un ejemplo, para que los personajes puedan cumplir con los prototipos de “amigos” de las películas de terror (la puta, el deportista, el estudiante, el tonto y la virgen), los organizadores de la matanza tienen que recurrir a sustancias farmacológicas y a herramientas tecnológicas, lo que no sólo desnuda las convenciones del género, sino que también las ridiculiza, dejando en evidencia su inverosimilitud.

         Desde Scream (la primera, por supuesto) que no me encuentro con una película que trabaje tan bien con las fronteras de un género sin dejar, por eso, de pertenecer a él. Cien por ciento recomendada.


Ficha técnica:
Título original: The Cabin in the Woods
Año: 2011
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Director: Drew Goddard
Guión: Joss Whedon y Drew Goddard
Reparto: Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Fran Kranz, Richard Jenkins, Bradley Whitford
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)


20 de agosto de 2012

EL CUERVO: ¿Con qué necesidad?





          ¿Con qué necesidad hacen una película en la que el protagonista es Edgar Allan Poe? Si al menos la trama se relacionara mínimamente con lo que se sabe de la biografía del autor de «El corazón delator»… Pero no, nada que ver. La verdad, ya no entiendo a Hollywood. No entiendo para qué ni por qué hacen las cosas que hacen. ¿Había necesidad de hacer una película así? No, no la había, y sin embargo la hicieron.

          El cuervo (The Raven), dirigida por James McTeigue, cuenta los últimos días de Edgar Allan Poe. En ellos, Poe debe seguir la pista de un asesino serial que usa los argumentos de sus cuentos para cometer crímenes. La búsqueda se volverá más apremiante cuando el asesino secuestre a Emily, la amante de Poe. No hay mucho más que decir. Es una película de aventuras, con una mezcla de policial que la vuelve ridícula.



-          Poniendo límites

          De la misma manera que existe un ente regulador que protege los monumentos históricos, tendría que haber un organismo que regule la producción de este tipo de películas. No estoy hablando de censura, para nada, sino de límites. No se puede distorsionar la imagen de uno de los escritores más importantes de la literatura universal, como no se puede demoler un edificio con valor histórico. Ambas acciones van en contra de nuestro patrimonio cultural, y no sé cuál de las dos ocasiona más daño.

         Soy profesor de literatura en un secundario, y en mi programa de 2° año suelo dar algunos cuentos de Poe. Ahora, inevitablemente, voy a tener que explicarles a mis alumnos que el autor que están leyendo no fue en realidad ese detective amateur que sigue los rastros de un asesino para rescatar, heroicamente por supuesto, a su bella amada, sino un escritor torturado que además de sus inconvenientes económicos tenía que padecer una adicción al alcohol que en más de una ocasión puso en peligro su vida y su trabajo. Es aberrante. Como saben, los últimos días de Poe representan uno de los mayores misterios de la literatura. Nadie sabe con certeza qué es lo que le produjo la muerte, sólo se sabe que fue encontrado (algunos dicen en la calle, otros en un bar) moribundo y delirante, y que antes de morir dijo estas palabras: «Que Dios ayude a mi pobre alma». El resto, son especulaciones, que tratan de reconstruir los últimos días de este genial escritor.

          Seguramente muchos van a decir que exagero. A lo mejor me lo tomo tan a pecho porque Poe es un autor que me gusta, o porque la película no me gustó para nada. Si hubiese sido una película más seria y de mejor calidad como Anónimo (que reconstruye la versión de que el verdadero autor de las obras de Shakespeare no fue él sino el conde de Oxford Edward de Vere) a lo mejor no me hubiera parecido tan ofensiva. No sé. Lo que sí sé es que me hubiese gustado ver una película sobre la vida de Edgar Allan Poe. Poe es uno de los pocos escritores cuya vida toleraría una biografía cinematográfica. Sin embargo, tenemos que conformarnos con esto, una invención paupérrima de lo que Poe hubiese podido hacer si la vida fuese un guión barato. Pero supongo que tendremos que acostumbrarnos. Vivimos en un mundo donde Sherlock Holmes es hábil para la pelea cuerpo a cuerpo y usa un peinado al estilo siglo XXI y en donde Van Helsing es un héroe carilindo que pelea contra hombres lobo. ¿Qué queda? ¿Un presidente que cace vampiros? Ah no, eso ya lo hicieron…


Ficha técnica:
Título original: The Raven
Año: 2012
Duración: 110 min.
País: Estados Unidos
Director: James McTeigue
Guión: Ben Livingston y Hannah Shakespeare
Reparto: John Cusack, Alice Eve, Luke Evans, Brendan Gleeson, Kevin McNally
Productora: Coproducción USA-Hungría-España; Intrepid Pictures / FilmNation Entertainment / Galavis Film / Pioneer Pictures


15 de agosto de 2012

EL VAMPIRO DE ROPRAZ, de Jacques Chessex




El pueblo de los vampiros

         Podríamos decir que todo empieza en 1903 con la muerte de la joven Rosa Gilliéron, de veinte años, ocasionada por un cuadro de meningitis. O podríamos afirmar que, en realidad, todo empieza cuando, cuatro días más tarde, encuentran su tumba profanada, con sus restos violados, mutilados, masticados y sucios de esperma y saliva. Podríamos afirmar todo esto, pero nos estaríamos equivocando. En realidad, todo comienza mucho antes, en una época oscura y supersticiosa, de la que la comunidad de Ropraz de principios del siglo XX es heredera.

          La historia de El vampiro de Ropraz es, en sí, sencilla. La tumba de Rosa es profanada y su cuerpo vejado. Ni siquiera su cabeza pudo conservar su lugar en la disposición del cuerpo. La gente se horroriza y busca al culpable, al que han llamado «el vampiro de Ropraz». Las sospechas, el miedo y la paranoia asolarán al pueblo, y las personas querrán cazar al monstruo para matarlo o, en su defecto, encarcelarlo para siempre. Dos nuevos hallazgos, semejantes al primero (de Nadine, una joven que muere por culpa de la tuberculosis, y Justine, otra víctima de la tisis), radicalizan todavía más el enrarecido ambiente, impulsando la investigación a través de varios sospechosos hasta dar con Charles-Augustin Favez, el supuesto vampiro de Ropraz. No obstante, ninguno de los personajes mencionados es el protagonista. Ni siquiera Favez, de quien la novela se ocupa en al menos la mitad de su extensión, mostrándonos su niñez, sus traumas y sus perversiones. No, el verdadero protagonista es Ropraz. Desde el primer capítulo, el narrador nos da una pintura pormenorizada del pueblo, en la que se puede ver el atraso, la superstición, el miedo, la pobreza y la locura:

«Las ideas no circulan, la tradición pesa, se desconoce la higiene moderna. Avaricia, crueldad, superstición, no estamos lejos de la frontera de Friburgo, donde abunda la brujería.» (pág. 11)


«En estos páramos, el síntoma del vampiro durará mientras esta sociedad sea víctima de la miseria primitiva: suciedad de los cuerpos, promiscuidad, aislamiento, alcohol, incesto y supersticiones que infestan estas campiñas y crearán otros focos de sevicias sexuales y horror inmisericorde.» (pág. 60)

          El miedo y la locura imperan en Ropraz, convirtiendo al pueblo en el verdadero vampiro. En él sólo hay víctimas y victimarios; víctimas que se vuelven victimarios para, de alguna manera, restablecerse. Por un lado, se es víctima del clima, de la rudeza de la naturaleza, de las enfermedades. Por el otro, se es víctima de las personas, que antes han sido víctimas ellos mismos. Golpizas, violaciones, alcoholismo (sin contar la zoofilia y la necrofilia), todo es parte de Ropraz, de la misma manera que Ropraz es parte de todos.

         «El vampiro de Ropraz» sería, entonces, «el vampiro-Ropraz». Por esto mismo Favez, el principal sospechoso de las profanaciones, no es más que el chivo expiatorio, aquel sobre el que se cargan las responsabilidades y las culpas para que el resto de las personas puedan desembarazarse de ellas. Favez no es alguien ajeno a la comunidad, sino su representante más cabal. De ahí que el narrador lo llame doble y hermano: «¡Ritual invertido, que espesa la historia de Favez en el extraño trastorno al mismo tiempo que te hace nuestro, vampiro de Ropraz, mi doble, mi hermano!» (pág. 81). Y por esto mismo también, la duda estructura el relato, evitándose en todo momento la confirmación de la identidad del profanador de tumbas. ¿De qué sirve señalar a un vampiro si, en rigor, todos lo son?

          El estilo de Chessex, breve, con oraciones cortas, muchas de ellas unimembres, es contundente, tan frío incluso como el clima invernal de Suiza. De alguna manera, esta parquedad estaría funcionando como una cristalización estilística de la idiosincrasia de los habitantes de Ropraz, y convierte a la novela en algo difícil de digerir. Las aberraciones son doblemente aberrantes cuando se narran con la misma indiferencia con la que se podría narrar una anécdota inofensiva. Lo escalofriante, en este caso, es el qué y el cómo.

          Definitivamente, El vampiro de Ropraz es una novela que vale la pena leer. Con apenas noventa páginas, se puede terminar en una sola tarde. Lo único malo es comprobar que, de la veintena de novelas de Chessex, ésta es la única que se consigue en librerías argentinas.

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Sobre el autor: Jacques Chessex nació en Vaud, Suiza, en 1934 y murió de un infarto en la ciudad de Yverdon-Les-Bains en 2009, mientras daba una conferencia. Fue autor de una extensa obra, que abarcó tanto la novela como el ensayo y la poesía. Entre sus logros se destaca el ser el único autor suizo en ganar el Premio Goncourt con la novela El ogro en 1973.

- Chessex, Jacques. El vampiro de Ropraz. Barcelona, Anagrama, 2008.


30 de julio de 2012

EN AXXÓN (II)

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          Amigos, la revista Axxón, en su número 232, acaba de publicar el cuento "El Hombre", con una ilustración de Valeria Uccelli. Los invito a leerlo.

          Acá va el link: http://axxon.com.ar/rev/2012/07/el-hombre-lucas-berruezo/

          Como siempre, gracias a todos.

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23 de junio de 2012

22/11/63, de Stephen King

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«–Respiró hondo, con el aliento entrecortado, y después estalló–: Además, estoy enfadada. Sé que la vida es dura, creo que en el fondo de su corazón todo el mundo lo sabe, pero ¿por qué tiene que ser cruel, además? ¿Por qué tiene que morder


          Tengo que admitir algo. Todos saben que soy un seguidor de Stephen King (un lector constante, podríamos decir), pero cuando, hace casi un año, escuché hablar de la novela 22/11/63 me sentí algo defraudado. ¿Una novela de viajes en el tiempo, con lo gastado que está ese tema? ¿Y encima para salvar la vida de Kennedy, un presidente norteamericano? Me parecía una idea muy yanqui, y cuando vi que la novela trepaba, en Estados Unidos, a los primeros puestos y se mantenía ahí, me convencí de que era así. Una novela para ellos. No quedaba otra, tendría que esperar a la próxima…

          Sin embargo, ni bien salió la compré, por supuesto. Que una novela de King no me parezca a priori interesante no significa que no la espere con ansiedad, que no la compre ni bien salga (lo que no fue fácil, ya que mi esposa quería regalármela para el día del padre y no pude esperar esas dos semanas que restaban hasta entonces, dejándola a ella en la difícil situación de tener que buscar otro regalo) y que no la devore en pocos días. Hice todo eso y tengo que decir que me vi gratamente sorprendido. La novela está dentro de lo mejor de King, y toda la propaganda que se hizo en torno a la figura de JFK (tapa y contratapa incluidas) no fue más que un recurso propagandístico: la novela tiene 852 páginas y recién intenta salvar a Kennedy después de la página 700, lo que significa que 22/11/63 es mucho más de lo que el título deja entrever.

          Empecemos con el argumento. Jake Epping es un profesor de Lengua y literatura en una escuela secundaria de Lisbon Falls. Su esposa lo dejó para irse con otro hombre y su círculo íntimo apenas se reduce a un gato. Un conocido suyo, Al Templeton, dueño de una casa de comidas de dudosa reputación, le comparte un descubrimiento sorprendente: en la despensa de su restaurante hay un portal que permite viajar al pasado, más exactamente a las 11.58 de la mañana del 9 de septiembre de 1958. La revelación no es gratuita, Al quiere pedirle un favor: tiene que salvar a Kennedy, asesinado el 22 de noviembre de 1963, para poder así cambiar (para mejor, supone) la historia del mundo. Lo haría él mismo, incluso lo intentó, pero el pasado es obstinado y no quiere ser cambiado. Ahora (decir «ahora» en esta novela es toda una paradoja) Al es víctima de un cáncer de pulmón terminal y no cuenta con el tiempo suficiente para llevar a cabo su misión. Por eso delega todo a Jake. Y Jake acepta, después de probar el portal y de convencerse de que no es un extraño sueño. Pero no lo hace por Kennedy, al menos no en un principio, sino por Harry Dunning, el conserje del colegio, quien le entrego una redacción (en un curso para adultos) en donde narraba que, cuando tenía diez años, su padre había entrado a su casa y había matado a su madre y a sus tres hermanos con un martillo. Jake no quiere salvar a Kennedy, no todavía; quiere salvar a la familia de Harry, y ahí es cuando en verdad comienza la historia.

           Resumir una novela de casi 900 páginas no tiene sentido, por lo que no voy a decir más que lo que acabo de decir. Basta con sugerir que la historia es mucho más compleja e intrincada. Dado que el pasado es obstinado y no quiere ser cambiado, Jake tendrá que ingeniársela cada vez que intente modificar algo sustancial. Y, encima, está el efecto mariposa, esa cadena impredecible de acontecimientos que genera consecuencias imposibles de prever. Nunca se sabe, tal vez salvar la vida de una persona sea algo inmediatamente bueno, pero genere consecuencias catastróficas, y cuando esa persona es de la talla de un presidente de uno de los países más relevantes del mundo, esas consecuencias pueden ser incluso terminales.

          Otro aspecto que me gustaría destacar de 22/11/63 (y me temo que, por venir de un escritor popular, muchos no van a valorar) es el cuadro de época que logra, mostrándonos lo más íntimo de la cultura norteamericana de fines de los ’50 y principios de los ’60. Todo era más puro entonces, más inocente, y todo olía peor. Lo que vuelve interesante este cuadro es su elaboración según la mirada de un personaje perteneciente al siglo XXI. No se trata de la reconstrucción de una época según las pautas valorativas de esa misma época (lo que haría, en rigor, una novela histórica), sino de una reconstrucción por contrastes. Los ’50 y los ’60 son narrados por Jake Epping, oriundo de 2011. Por eso las imágenes son, en algunos casos, tan contundentes. Un ejemplo es el fantasma del cáncer (que nuestro siglo le ha dado alas) presente en muchas prácticas cotidianas de entonces pero que sólo Jake ve, como fumar en el colectivo o convivir con fábricas contaminantes. En este sentido, vemos que la «Tierra de Antaño» era mucho más relajada. Otro, la crisis de los misiles en Cuba, que muestra la psicosis de un pueblo que realmente creía que todo podía terminarse de un momento para otro. En este sentido, la «Tierra de Antaño» era mucho más paranoica.

          La temática de los viajes en el tiempo ya está muy gastada, es verdad. Pero en 22/11/63 podemos ver varias vueltas de tuerca, con el estilo que sólo King puede darle. Ya no se trata de algo pintoresco o divertido. Ir al pasado no es una aventura. No. Es una tarea peligrosa, en la que se compromete no sólo el futuro, ni siquiera el mundo, sino la realidad misma.


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Sobre el autor: Stephen King nació en Maine (EE.UU.) en 1947. Estudió en la universidad de este Estado y después trabajó como profesor de literatura inglesa. Su primer éxito literario fue Carrie (1974), que, como muchas de sus novelas posteriores, fue adaptada al cine. Lleva escritas más de cuarenta novelas (entre las que se destacan Cementerio de animales, It, The Green Mile, Un saco de huesos y la saga La torre oscura, entre muchas otras) y doscientos relatos. En 2003 fue galardonado con el premio literario estadounidense de mayor prestigio, la medalla de The National Book Foundation for Distinguished Contribution to American Letters.


-          King, Stephen. 22/11/63. Buenos Aires, Plaza & Janés, 2012.


  • Más sobre Stephen King en El lugar de lo fantástico:
- «Todo oscuro, sin estrellas, de Stephen King» (aquí)

- «La cúpula, de Stephen King» (aquí)

- «Despues del anochecer, de Stephen King» (aquí)

- «Duma Key, de Stephen King» (aquí)
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4 de junio de 2012

FRÍO, de Rafael Pinedo

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«Y supo que el Diablo no era el dueño del fuego, no quemaba a sus víctimas pecadoras: las congelaba.»

          De repente (no sabemos en qué fecha con exactitud), una ola de frío azota la región (no sabemos cuál) y obliga a la población a abandonar sus hogares en dirección al Norte, en busca de calor. En este contexto, una mujer (de la que no se nos dice ni su nombre ni su edad) decide permanecer en la escuela/convento en que vive y trabaja. Todas sus compañeras, alumnas y demás personas del convento (entre ellas la Madre Superiora y el portero) se van, mientras que ella, escabulléndose entre las sombras, se queda, sola. Entonces empieza su supervivencia, su lucha diaria contra el frío, las ratas y los intrusos (animales o humanos) que, de vez en cuando, aparecen por ahí.

          No hay tiempo para aburrirse cuando el frío puede matarnos en cualquier momento. Por esto mismo no se puede bajar la guardia, como lo sabe muy bien la protagonista, que, a pesar de la angustia que la invade, no se permite llorar con lágrimas, para que éstas no se le congelen ni bien broten de sus ojos y le revienten así los lacrimales. Tampoco reza arrodillada, para que el suelo helado no le congele las rodillas. Pero no sólo el frío es aquí una amenaza, también lo son los animales salvajes (como en un principio las ratas, que más tarde se convertirán en sus «Hermanas en Cristo», o el puma, que amenaza su vida comiéndose su comida) o las otras personas que, ya sin ley ni moral, irrumpen en la tranquilidad del convento. Y no hay que olvidar el pecado. Para una mujer educada en un convento bajo la guía de la Madre Superiora, quedarse sola implicará tanto encontrarse con una naturaleza externa adversa como con una naturaleza interna desconocida e irreconocible. En plena soledad y aislamiento, las nociones de lo que es bueno y de lo que es malo, de lo que es virtud y de lo que es falta, pueden confundirse. Y de hecho, se confunden.

          Frío es la segunda novela de Rafael Pinedo, autor que ya nos ha cautivado y sorprendido con Plop, una de las mejores novelas de la literatura argentina contemporánea. Tanto en una como en otra, Pinedo hace uso de un lenguaje conciso, contundente, que da forma a un mundo en decadencia, ya destruido. La brevedad de los capítulos, en vez de fragmentar la historia, obliga al lector a seguir leyéndola, impulsándolo a terminar el libro, de ser posible, de una sola sentada.

         Pinedo sólo escribió tres novelas antes de su fallecimiento en 2006. Durante varios años, y gracias a la editorial Interzona, pudimos leer la primera de ellas, Plop. Ahora, la editorial española Salto de Página, además de reeditar la ya mencionada Plop, publicó las otras dos novelas, Frío y Subte. Sin lugar a dudas, con estas publicaciones se salda una deuda con la literatura.

          En términos de cantidad, es poco lo que nos dejó Pinedo. En términos de calidad, mucho. Sólo queda leerlo y recomendarlo. Es lo que yo hago.


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*** Sobre el autor: Rafael Pinedo nació en Buenos Aires en 1954 y falleció en la misma ciudad en 2006. Se licenció de computador científico por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y ejerció la profesión informática. Durante un tiempo fue actor de teatro. A los dieciocho años quemó todos los cuentos que había escrito desde la infancia y sólo a los cuarenta volvió a escribir. Además del Premio Casa de las Américas de Novela, que obtuvo en 2002 con su novela Plop, ha sido finalista y obtenido menciones en diversos concursos de Latinoamérica y España. Frío fue finalista del Premio Planeta Argentina en 2004.

- Pinedo, Rafael. Frío. Madrid, Salto de Página, 2011.


  • Más sobre Rafael Pinedo en El lugar de lo fantástico:

- PLOP, de Rafael Pinedo (aquí).

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TRAILER DE 22/11/63

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Ya salió a la venta, en Argentina, la última novela de Stephen King, 22/11/63. Acá les dejo el trailer, para que la vayan disfrutando.



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13 de mayo de 2012

LA DAMA DE NEGRO, de Susan Hill



         Si alguna vez te preguntaste si se puede hacer una novela de terror gótico, verdaderamente gótico, en la actualidad, la respuesta es sí, se puede. Es lo que hizo Susan Hill en La dama de negro (Woman In Black), publicada originalmente en 1992 pero reeditada por Edhasa este año. En esta novela, lo gótico no es una alusión o un guiño, es su misma esencia, y parece no faltarle nada: tenemos la morada aislada, las ruinas medievales, los cementerios, la niebla que no permite ver con claridad, los ruidos extraños, las maldiciones que sobreviven al tiempo y la venganza que viene del más allá. Todo sumergido en una oscuridad que, sin exagerar, pone los pelos de punta.

          La historia transcurre en Inglaterra, a principios del siglo XX. Un joven emprendedor llamado Arthur Kipps, que trabaja en un estudio de abogados en Londres, tiene que viajar al pequeño pueblo de Crythin Gifford para hacerse cargo de los papeles de una clienta que acaba de morir. Cuando llega, se entera de que la anciana mujer vivía retirada en una casona rodeada por marismas, que crecen por la noche y dejan a la vivienda aislada del resto del mundo. A un costado de la casa, un cementerio abandonado y unas ruinas medievales contribuyen a crear un ambiente siniestro. No obstante, como bien se entera Arthur al llegar al pueblo, las marismas y las ruinas no son lo único que rodean a la casa y a la persona que vivía en ella, sino que también hay ciertas historias que los lugareños aluden pero que no se animan a decir. Historias de muerte y de aparecidos, historias de maldiciones y de una mujer vestida de negro. Ajeno a las habladurías de pueblerinos ignorantes, Arthur (hombre de ciudad) no tendrá problemas en instalarse en la casa para llevar a cabo su trabajo. Una vez ahí, se dará cuenta de que las supersticiones, muchas veces, tienen un anclaje innegable en la realidad…

          La novela no defrauda. De lectura sencilla y rápida, nos sumerge en una atmósfera que no suele estar presente en las novelas y películas actuales, en las que lo gótico se ha transformado en un recurso para malas películas de entretenimiento (al estilo Van Helsing) o en buenos productos, pero para chicos (El cadáver de la novia de Tim Burton). Susan Hill hace un trabajo interesante, intentando recrear lo gótico en la escenificación y los temas, pero reservándose su cuota de modernidad en el ritmo de la escritura y en la forma de generar suspenso. Una buena combinación que nos deja en las manos un libro ideal para leer en una noche de tormenta.

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Sobre la autora: Susan Hill nació en Scarborough en 1942 y se educó en Londres. Ha escrito novelas, relatos, obras de no ficción y teatro, destacándose principalmente en el relato de misterio, que tiene como protagonista a su personaje más famoso: el detective Simon Serrailler (Las distintas guaridas de los hombres, Los puros de corazón, El peligro de la oscuridad y Voto de silencio). La dama de negro lleva vendidos más de un millón de ejemplares y fue llevada al cine por el director James Watkins y protagonizada por Daniel Radcliffe.