Día a día, mucho más en Facebook

6 de marzo de 2025

CURABICHERA, de Luis Mey




 

          El Tano tuvo una infancia complicada, y no sólo por haber crecido en Florida, partido de Vicente López, en ese microuniverso a metros de la Panamericana en su unión con la General Paz; en esa Triple Frontera donde todo es oscuridad a base de luz eléctrica, polución, silencio de motores a gran velocidad, accidentes y, por supuesto, muertes; en ese rincón de Buenos Aires en el que la gente anda un poco desorientada y sus habitantes tartamudean; en ese espacio donde los santuarios en la vía pública reemplazan los cementerios y las ratas a las mascotas, cuando no a los hijos… El Tano, entonces, tuvo una infancia complicada no sólo por haber crecido ahí, sino también por sus viajes a la casa de su abuela, en Villa Rosa, bien lejos, donde termina el tren Belgrano y donde, en medio de un campo que es la nada misma, habitan alimañas peligrosas, espíritus recelosos y personas enigmáticas, entre ellas su misma abuela, una curabichera con todas las letras.

          Después de perder al último miembro de su familia, el Tano, que vive en Recoleta y tiene algo así como una consolidada carrera de escritor, decide volver al barrio, a su casa, a los contactos de la infancia. Su regreso no pasa desapercibido para los que nunca se fueron, que, poco a poco y uno a uno, empiezan a aparecer, con recuerdos del pasado y propuestas para el futuro. Lo que los personajes intuyen y el lector va descubriendo es que la llegada del Tano al barrio cambia las cosas, y no es sino hasta el final que se descubre la verdadera dimensión de ese cambio.

          Estamos ante una novela compleja en su temporalidad y perturbadora en su contenido. La convivencia de lo costumbrista con lo fantástico, junto a una construcción un tanto inquietante de los espacios, hace de Curabichera una experiencia tan particular como demoledora. Si bien se puede tardar un poco en agarrarle la vuelta a la trama, cuando finalmente se logra, cuando las piezas comienzan a encajar, ya no hay vuelta atrás. Curabichera se convierte en un viaje hipnótico, sometiendo al lector sin ninguna piedad, empujándolo hacia un final que es caída y, además, redención.

          Por otra parte, es interesante analizar cómo Mey utiliza la elipsis como recurso para hacer avanzar los acontecimientos. Sin decirlo todo, dice lo suficiente, logrando ponerle al lector la piel de gallina. Incluso, es justamente en ese no decir, en esos huecos hechos de interrogantes, donde se encuentra gran parte del atractivo de la historia.

          No duden en leer Curabichera, editada por La Crujía. Anímense, viajen a ese rincón de Buenos Aires, a esa Triple Frontera que une Florida, Saavedra y Villa Martelli. Ahí, bajo la sombra de la Panamericana, los esperan el Tano y los muchachos… Y también ellas que, mientras tanto, se alimentan.


***

Sobre el autor: Luis Mey nació en Buenos Aires en 1979. Es librero de profesión y autor de más de cuarenta novelas, entre las que se destacan aquellas que conforman la Trilogía Desgarrada editada por Factotum ediciones: Las garras del niño inútil, En verdad quiero verte, pero llevará mucho tiempo y Los abandonados. También publicó Diario de un librero (interZona), El pasado del cielo (Seix Barral), Tiene que ver con la furia (Emecé, en coautoría con Andrea Stefanoni), la novela de terror Macumba (Notanpuán), Los pájaros de la tristeza (Seix Barral) y Curabichera (La Crujía), entre otras. Es colaborador en diferentes medios gráficos y dicta talleres literarios individuales y grupales.