Ni bien me enteré del tema que trataba
el nuevo libro de William Ospina, El año del verano que nunca llegó, no pude
más que salir de mi casa e ir a la librería más cercana (en mi caso es el local
de Yenny que está en el Plaza Oeste, en Morón) para comprarlo. Al parecer,
Ospina había dado con la clave de uno de los enigmas más interesantes (y
oscuros) de la historia de la literatura universal: lo que ocurrió entre las
paredes de Villa Diodati, esa legendaria morada en la que pasaron varios días
encerrados Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley y John Polidori, y en la que
estos últimos concibieron y alimentaron las ideas que desembocarían en la
creación de los mayores monstruos literarios, (el mal llamado) Frankenstein y el vampiro.
Empecé a leer de
inmediato, con un entusiasmo que sólo me embarga de vez en cuando. A medida que
iba avanzando por sus páginas, cierta confusión asombrada le ganaba el lugar a
aquel entusiasmo inicial, y para cuando llegué a la mitad del libro ya leía por
pura inercia, abandonada toda esperanza de encontrar lo que había ido a buscar.
Es que lo que yo esperaba que fuera la historia de lo que había ocurrido en
Villa Diodati durante esos días y esas noches en las que aquel grupo de
románticos se juntaron para imaginar los horrores de la civilización era en
realidad un itinerario de las inquietudes de un escritor colombiano que se la
pasaba viajando, tanto por la geografía del mundo como por la de su propia
mente. En efecto, El año del verano que nunca llegó no es, en rigor, la
historia de las jornadas en Villa Diodati, sino la historia de la obsesión de
William Ospina sobre aquella historia.
Con
capítulos cortos y una escritura que se lee con facilidad, Ospina nos conduce
de un lado al otro del globo en un raid que pone en evidencia que en la vida de
un escritor de cierto renombre, sentarse a escribir puede ser una tarea
excepcional. Ciclos de lecturas, conferencias, ponencias académicas, concursos,
certámenes… De todo esto parece estar hecha la vida de un intelectual
latinoamericano. Y en el medio, la obsesión por Villa Diodati, que lleva a
Ospina a ver conexiones y referencias en cada uno de los lugares a donde va, en
cada una de las actividades que realiza, lo que a su vez abre una red de
relaciones que parece no acabarse nunca y que hace que el relato prolifere más
allá de cualquier límite temático. Todo tiene que ver con todo, todo se
relaciona con esas charlas en Villa Diodati y con los jóvenes que ahí
estuvieron: antepasados, conquistas en países lejanos, erupciones volcánicas en
otros continentes… De hecho, si no fuera por los últimos capítulos del libro,
las páginas de El año del verano que nunca llegó bien podrían ser consideradas
como el desarrollo de una “historia del todo”, menos de Villa Diodati:
“Como esquivando algo me pierdo por las
galerías paralelas de este relato, pero es que así se ramifica la historia:
asciende como enredadera por las ramas gruesas del lenguaje, avanza como hiedra
por las paredes de las fortalezas, desciende como musgo por las criptas, y
lleva a todas partes su limo fragante, su humedad y sus flores.” (p. 210)
A
su vez, la proliferación temática se construye a partir de una multiplicidad
genérica. Para decirlo de otra manera, nunca vamos a estar completamente
seguros de qué tipo de relato estamos leyendo: ¿una novela?, ¿un ensayo?, ¿un
diario de viajes?, ¿un diario íntimo? No hay una clasificación satisfactoria,
lo que convierte al libro en un laberinto múltiple.
¿Y
entonces?
Es
difícil hacer un balance. El libro está bueno y la escritura de Ospina es
admirable, pero paradójicamente defrauda por dar más de lo que prometió. Quien
va a buscar la historia exclusiva de Villa Diodati, sentirá que a El año del
verano que nunca llegó le sobran muchas páginas. Quien, por el contrario, está
dispuesto a dejarse llevar por los vericuetos de la escritura y a sumergirse en
los complejos pasillos de la historia del todo, entonces va a encontrar el
libro perfecto.
Que
cada lector elija su libro… Pero que cada lector sepa lo que elige.
- Ospina, William. El año del verano que
nunca llegó. Buenos Aires, Literatura Random House, 2015.
***
Sobre el autor: Williamo Ospina (Padua,
Tolima, 1954) es autor de numerosos libros de poesía, como Hilo de Arena
(1986), La luna del dragón (1992), El país del viento (Premio Nacional de
Poesía del Instituto Colombiano de Cultura, 1992); de ensayo, entre ellos Los
nuevos centros de la esfera (Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa
de las Américas, La Habana, 2003), Es tarde para el hombre (1992), ¿Dónde está
la franja amarilla? (1996), Las auroras de sangre (1999), La decadencia de los
dragones (2002), América mestiza (2004), La escuela de la noche (2008) y Pa que
se acabe la vaina (2013); y de las novelas Ursúa (2005), El País de la Canela
(2008, Premio Rómulo Gallegos 2009) y La serpiente sin ojos (2012).
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