«Constitución no es fácil y es hermoso, con
todos esos rincones que alguna vez fueron lujosos, como templos abandonados y
vueltos a ocupar por infieles que ni siquiera saben que, entre estas paredes,
alguna vez se escucharon alabanzas a viejos dioses.»
Mariana Enriquez, «El chico sucio» en Las cosas que perdimos en el fuego.
Es difícil escribir una reseña sobre un libro de cuentos. A mí, particularmente,
no me gusta, por eso trato de evitarlo. Para ser honesto, creo que lo más justo
sería hacer una reseña particular de cada uno de los relatos, para evitar así
una valoración engañosa (lo que daría como resultado una reseña justa, pero
sumamente extensa e insoportable). En fin, siempre, en toda compilación, hay
cuentos que están buenos y cuentos que no. No es la cantidad de unos u otros lo
que dictamina si un libro nos ha de gustar (puede haber muchos cuentos «malos»
pero uno tan «bueno» que nos haga mirar el conjunto con satisfacción, o
viceversa), sino un balance personal y para nada riguroso. De cualquier manera,
decidí escribir sobre Las cosas que
perdimos en el fuego (2016) de Mariana Enriquez, primero porque fue editado
entre bombos y platillos por la editorial Anagrama, en un momento en que la
literatura argentina de terror goza de cierto esplendor, y segundo porque más
de un crítico consideró a Enriquez como el principal exponente de estas horas
gloriosas.
No me sorprende el lugar que la crítica le adjudicó a Mariana Enriquez.
Si bien hay muchos escritores argentinos que, hoy por hoy, frecuentan el género
de terror (y que lo hacen muy bien), la verdad es que Enriquez es, sin lugar a
dudas, el caso más conocido. Sin exagerar, podría afirmar que
es la ventana por la que el mundo y los lectores (no fanáticos) ven el terror
literario argentino. Ya su primer libro de cuentos, Los peligros de fumar en la cama[1]
(2009), había sorprendido para bien. Ahora, Las cosas que perdimos en el fuego viene a confirmar la primera sorpresa.
Una vez más, y con personajes hastiados de sus vidas, Enriquez convierte la
cultura argentina en un museo del horror.
Terror argentino
En Las cosas que perdimos en el
fuego, Mariana Enriquez trabaja con temáticas, lugares, personajes,
preocupaciones y alusiones históricas propias del consciente e inconsciente
nacional: pibes chorros, inseguridad, paco, femicidios, la última dictadura militar
e, incluso, uno de los más famosos asesinos de la historia argentina, Cayetano
Santos Godino, el Petiso Orejudo. Y con esta lista me quedo corto. Leer a
Enriquez es vislumbrar una galería de horrores argentinos, presentada con una
prosa sólida y segura de sí misma. Leer a Enriquez es, entonces, reconocerse.
Su tuviera que mencionar los tres cuentos que más me gustaron, elegiría
«Fin de curso»[2]
(la historia de una adolescente perseguida por un ser que la obliga a hacer
«cosas»), «El patio del vecino»[3] (un relato de experimentos
antinaturales) y el cuento que da nombre al libro, «Las cosas que perdimos en
el fuego» (una venganza escalofriante por parte de las mujeres contra los hombres y su maltrato). De hecho, creo que este último relato es el mejor de
todo el libro. Polémico, incómodo, aberrante, monstruoso… Una verdadera joya.
Cada uno podrá seleccionar según sus gustos o miedos. Por mi parte, dejo
la recomendación. Lean Las cosas que
perdimos en el fuego, y asústense de lo que significa ser argentino.
.
***
Sobre la autora: Mariana Enriquez nació en Buenos Aires en 1973. Es Licenciada en Periodismo y Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata y trabaja en Radar, el suplemento de arte y cultura de Página/12. Además, colabora con revistas como Rolling Stone, La Mano, Dulce Equis Negra y La Mujer de mi Vida. Publicó las novelas Bajar es lo peor (1995) y Cómo desaparecer completamente (2004), las colecciones de cuentos Los peligros de fumar en la cama (2009) y Cuando hablábamos con los muertos (2013), la novela corta Chicos que vuelven (2010), los relatos de viajes Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios (2013) y el perfil La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo (2014). Además, participó en las antologías La joven guardia (2006), Una terraza propia (2006), En celo (2007), Los días que vivimos en peligro (2009), Terror (2012) y Osario común. Summa de fantasía y horror (2013). Las cosas que perdimos en el fuego es su último libro.
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