Después es la historia de Jamie Conklin, un chico con una capacidad singular: puede ver y hablar con los muertos. Su madre (soltera y a cargo no sólo de él, sino también del negocio familiar después de que su hermano desarrollara alzhéimer de inicio temprano) hace lo que puede para cuidarlo, y entre los consejos que le da se encuentra el de no hablar nunca con nadie de su particular don. Sin embargo, todo secreto necesita, para permanecer como tal, la posibilidad de su difusión, y con esa posibilidad viene siempre la certeza de su revelación. Así, cuando la pareja de su madre, la inspectora Liz Dutton, poseedora de una ética más que cuestionable, se entera de lo que los ojos del pequeño Jamie pueden ver y sus oídos oír, no duda en aprovecharlo a su favor. El problema es que una vez que se abren algunas puertas, lo que hay del otro lado encuentra la forma de liberarse, y el que paga los platos rotos no suele ser el incauto que busca, sino el médium que contacta. Crecer, para Jamie Conklin, no será sólo una aventura hormonal y un aprendizaje de lo que implica ingresar poco a poco en el universo adulto mientras se deja atrás lo propio de la niñez. No, en absoluto. Para Jamie, crecer será una pesadilla que involucrará tanto las vicisitudes de la vida como las intervenciones de la muerte. Después de todo, y como él mismo no se cansa de repetir a lo largo del libro, «esta es una historia de terror».
Esta novela es una delicia. Narrada en una primera persona fresca, entrañable, Jamie Conklin nos cuenta su historia y nos participa de su crecimiento. Y cuando digo «nos participa» no hablo en sentido figurado, ya que el muchacho apela directamente al lector en múltiples ocasiones. Además, estamos ante una «novela de aprendizaje» en dos sentidos: no sólo expone el crecimiento del protagonista, comenzando cuando tiene seis años y terminando desde el presente de la escritura, a sus veintidós, sino también su maduración como escritor, de ahí que afirme cerca del final: «repasando estas páginas, veo que la escritura fue mejorando a medida que avanzaba».
Por último, un comentario sobre el título. El nombre de la novela no viene solamente de la constante repetición de la palabra «después» (que, dicho sea de paso, se repite una y otra vez). También es una forma de narrar. De una manera sutil, King adelanta información todo el tiempo, echa pistas de lo que va a ocurrir sin decir demasiado. Esto hace que se vuelva imposible dejar de leer.
En fin, como dije en un principio, Después es una delicia. Se trata de una novela breve (apenas 245 páginas, que para King es casi nada), simple, sin muchas complicaciones, con un protagonista–narrador muy querible, al nivel de otros personajes jóvenes inolvidables, como Mark Petrie (El misterio de Salem’s Lot), Bobby Garfield (Corazones en la Atlántida) o Luke Ellis (El instituto), por mencionar sólo algunos. El maestro de Maine mantiene intacta su capacidad de hipnotizar con una buena historia, y si bien estamos lejos de la complejidad y de la oscuridad de novelas como Cementerio de animales, It o Insomnia, leerlo sigue siendo un verdadero placer (al que no le falta, además, algún que otro sobresalto).
Una vez que se empieza Después, las páginas se escurren como agua entre las manos. Se los aseguro, les va a gustar.
- King, Stephen. Después.
Buenos Aires, Plaza & Janés, 2021.
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