- Una teorización del
mal
En el “Epílogo”,
Alberto Ramponelli expone tres formas en que puede ser concebido el mal. Por un
lado, el mal puede ser visto como algo
que existe fuera del ser humano y que ingresa a él para cumplir con ciertos objetivos
malignos. Una vez concretados esos objetivos, ese algo se va y pasa a ocupar (posesionar, podríamos decir) a otra
persona. El ser humano no sería del todo responsable de sus actos, ya que se
trataría de un mero objeto del mal. Eso explicaría por qué, al momento de
cometer una atrocidad, muchos hombres reconocen no sentirse ellos mismos o,
incluso, no recordar nada de lo sucedido. Como un cuchillo, un revolver o un
hacha, el hombre, según esta concepción, sería un simple conductor del mal.
Por otro lado, también se puede
ver al mal como parte de la naturaleza humana. En este caso, el mal no viene de
afuera, sino que ya se encuentra adentro. En algunos hombres, esa parte sale a
la luz produciendo consecuencias devastadoras; en otros, la mayoría, permanece
reprimida y a buen recaudo. La responsabilidad de los hombres sería, de esta manera,
difícil de determinar, ya que si bien lo que aflora a la superficie le
pertenece, no es menos cierto que le pertenece a todos. ¿Se puede culpar a
alguien por responder a un impulso que forma parte de él y que, en definitiva,
no elige?
Y por último, hay una tercera
concepción que combina las mencionadas anteriormente y que el autor relaciona
con la idea del mal que defiende el cristianismo. Según esta corriente, el mal
(representado por el Diablo) viene de afuera y trata de corromper al hombre,
pero es éste quien decide lo que va a hacer. Así, hay un afuera y un adentro
simultáneos. No hay dudas de que, según esta concepción, la responsabilidad del
hombre es innegable, ya que él fue “creado” para tender al bien, y sólo su
propia decisión (con la responsabilidad que conlleva) lo puede llevar al mal (no
es, entonces, una coincidencia que el cristianismo haya desarrollado toda una
concepción del juicio como acceso a
una vida después de la muerte).
Ahora bien, a pesar de que
Ramponelli en su “Epílogo” señala estas tres concepciones del mal, en las
crónicas el narrador desarrolla una sola idea (coherente) de éste. En efecto, a
lo largo de los distintos casos policiales podemos ver cómo los hombres
involucrados se ven asaltados por el mal hasta el punto de convertirse en
instrumentos de él, completamente ajenos a su destino. Por ejemplo, en “Una
cuenta pendiente (año 1929)” se puede
leer, con respecto a la acción del protagonista, que “No había premeditación en
sus movimientos, simplemente respondía a impulsos que decidían por él, que
ahora lo guiaban de vuelta a la pieza” (p. 68). Asimismo, vemos que María, la
muchacha de “La estatuilla y la muerte (año
1954)”, actúa “como si no tuviera conciencia de sus actos” (p. 91). Y por
último, aunque podríamos citar más ejemplos, el narrador se pregunta en “Un
cuerpo diseminado por la ciudad (año 1955)”,
y ante la sensación de inocencia del mismo asesino, “¿Qué o quién había matado
entonces a Alcira, usándolo a él de medio, adoptando la encubierta forma de lo
accidental?” (p. 104).
Al momento de cometer el crimen,
entonces, los hombres actúan como si no fueran ellos mismos, como si el mal que
se manifiesta en sus acciones tuviera una naturaleza propia que se vale de las
personas para materializarse. Por esto mismo, podríamos incluir a Crónicas del mal dentro del género
fantástico. Aquí el mal está vivo, y anda buscando personas.
- Conclusión
Crónicas del mal es un libro ameno y
escalofriante, de lectura sencilla pero de una profundidad imposible de medir. Con
una prosa luminosa, Alberto Ramponelli invoca y narra la oscuridad. Vale la
pena leerlo.
***
Sobre el autor:
Alberto Ramponelli es autor de los libros Desde
el lado de allá (cuentos, 1990), El
último fuego (novela, 2001), Viene
con la noche (novela, 2005), Una
costumbre de Oceanía (cuentos, 2006), Apuntes
para una biografía (novela, 2009), Gente
rara (cuentos, 2011), Esperando a los
tártaros (narrativa breve, poesía, teatro, 2013) y Crónicas del mal (casos policiales ficcionalizados, 2014). Es autor
de la obra de teatro Laberintos (no te
pierdas). Dirigió durante la década de los 90 la revista literaria Otras Puertas y obtuvo, entre otros
premios, distinciones del Fondo Nacional de las Artes en novela en 1996 y 2008
y en cuento en 1998 y 2004. Fue, también, seleccionado para integrar la
Antología de Cuento "50° Aniversario Fondo Nacional de las Artes"
(2008). Finalista del Premio Clarín de Novela en el año 1998, dicta talleres
literarios en la zona oeste desde mediados de los 80.
- Ramponelli, Alberto. Crónicas del mal. Buenos Aires, Muerde Muertos, 2014.
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