La Muerte se cruzó
con la Vida. No eran habituales los encuentros como ese, pero tampoco
imposibles. De vez en cuando ocurrían. Las esferas superiores no estaban
exentas de errores ni de contratiempos.
La
Muerte, humilde, saludó a la Vida, quien le respondió con apenas un gesto. No
era la primera vez, tampoco. A la Vida no le gustaba que la vieran con su
contraparte. Decía que le restaba protagonismo.
Pero
la Muerte no estaba de humor ese día, y le molestó la altivez de su compañera.
Entonces, se le acercó, se le puso adelante y le gritó en plena cara:
-Cansada
me tenés, oh Vida, con tus aires de superada. Sabés muy bien que mi mala fama
sólo se compara con tu buena reputación, aunque ambas son injustas e
infundadas. Sin mí, vos serías insoportable, más odiada de lo que yo lo soy
entre los mortales. Donde vos traés dolor, yo traigo alivio; donde vos traés
miedo, yo traigo calma; donde vos angustia, yo bienestar; donde vos ira e
injusticia, yo paz e igualdad. Todos los problemas que vos ponés en el camino
de los hombres, yo los hago desaparecer en un segundo. Donde yo reino, nadie
sufre ni nadie se queja.
La
Vida, enojada por el planteo de la Muerte, replicó:
-Nadie
tiene una fama que, en algún punto, no merezca. ¿No sos vos la que, con tu sola
mención, llena de horror y de angustia a todos los hombres, desde el más rico
hasta el más pobre?
La
Muerte sonrió ante tan absurdo argumento. La Vida siempre resultaba infantil en
sus reflexiones. Finalmente, y todavía con la sonrisa en sus labios, la Muerte
respondió:
-Sólo
a los vivos, y ellos son responsabilidad tuya, tramposa. Sólo los vivos sufren
imaginándome, y eso porque no me conocen. Si me conocieran a mí la mitad de lo
que te conocen a vos, llorarían con cada nacimiento y festejarían con cada
defunción. Vete -concluyó la Muerte, al tiempo que se daba vuelta-, vete a
reinar, que tu reino es de muertos que se creen vivos, mientras que el mío es
de vivos que se saben muertos.
Dicho
esto, la Muerte se alejó de la Vida, sabiendo que, cuando los caminos las
volvieran a juntar, el encuentro sería muy distinto.
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