A lo mejor, Dios no es lo que pensamos. A lo mejor, Dios
busca infligirse dolor, se complace en él. Si realmente ama a la criatura
humana, entonces el sufrimiento que ella padece (y que Dios permite) no es más
que el sufrimiento que Dios se impone a sí mismo, como expiación por alguna
falta que todavía no se deja superar (¿qué mayor dolor, en efecto, que ver
sufrir a quien se ama?). Si Dios es amor (1 Jn 4, 16), entonces tal vez su
error sea, justamente, amar. Un Dios no debería permitirse algo así. Amar es
negarse, rebajarse, humanizarse (por un otro). Para un Dios, eso es sin duda
una falta, que viene a sumarse a la primera: la misma Creación. Así, un Ser
perfecto (Dios) comete la falta de crear algo imperfecto (el ser humano) y,
para colmo de males, lo ama, segunda falta imperdonable. La Caída no sería,
así, la desobediencia de Eva y Adán, sería el autodescubrimiento de Dios como
"Ser-que-ama", es decir, como "Ser-imperfecto",
"Ser-caído" (de acá también la razón por la cuál, a lo mejor,
Satanás, que no ama, abandona a su Creador). Por eso podemos pensar que Dios
expulsó al ser humano del Paraíso: para tenerlo lejos, como el amante que echa
a su amada no porque no la ama, sino porque la ama demasiado. Pero, como ese
amante, Dios siempre vuelve a su humana creación, para ver su dolor, para
lastimarlo, para lastimarse.
Lucas Berruezo
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