A sólo unos meses de la publicación en
Argentina de El Instituto, acaba de salir Elevación, otro libro
de Stephen King. No tiene sentido comparar ambas novelas, sus diferencias
resaltan a simple vista. Mientras que la primera es un thriller de unas
600 páginas próximo a la ciencia ficción (con experimentos médicos sobre
pacientes/rehenes con poderes psíquicos), la segunda es una historia fantástica
de apenas 170 páginas que cuenta un argumento simple, aunque conmovedor: la
historia de alguien que sabe que va a morir (y se niega a convertirse en un
experimento médico).
La historia se
podría resumir así:
Scott Carey padece
una extraña condición: pierde peso de manera diaria, constante, pero sin que su
cuerpo sufra, al menos visiblemente, ninguna transformación. Además, cualquier
cosa que toca pierde su peso particular y pasa a «sumarse» al suyo. Así, si
Scott pesa 90 kilos, pesará 90 kilos tanto desnudo como vestido, sin nada en
sus manos o con una mancuerna de 10 kilos en cada una. Ante semejante fenómeno,
Scott visita a un viejo amigo, el ya retirado doctor Bob Ellis. Tras contarle
lo que le pasa, se niega a ir a una clínica o a decirle la verdad a su médico
de cabecera: nada quiere menos que convertirse en un conejillo de indias del
sistema médico o, lo que no descarta, de los organismos de inteligencia del
Gobierno. Así, con un cuerpo cada vez más liviano, Scott continúa su vida,
sabiendo que, llegado el momento, alcanzará el Día Cero y, con esto,
sobrevendrá el fin.
Me animaría a
decir que Elevación puede llegar a disgustar a más de un lector. Quien
busque en esta nueva novela al «Rey del horror» se llevará un chasco, como me
imagino se vienen llevando chascos algunos lectores desde los inicios de este
siglo (e incluso antes también). Es insostenible seguir etiquetando a Stephen
King como un escritor de terror. En mi opinión, nunca lo fue exclusivamente (basta
con mencionar textos como La larga marcha, Carretera maldita, El
cuerpo, Rita Hayworth y la redención de Shawshank o Alumno aventajado,
entre otros), pero ahora lo es todavía menos. Si hiciéramos un repaso de lo que
publicó en esta última década, veríamos que los títulos propiamente de terror
son escasos: Doctor Sueño, Revival y El visitante,
y nuestra lista no estaría exenta de impugnaciones. En cambio, las novelas más
cercanas a la ciencia ficción, al policial o a un fantástico sin rastros de
terror abundan: 22/11/63, Joyland, Mr. Mercedes, Quien pierde paga, Bellas durmientes, La caja de botones de Gwendy… Elevación se encuentra, sin lugar a dudas,
dentro de la línea de un fantástico libre de terror.
Con esto no le
quito méritos al maestro de Maine, todo lo contrario. King es mucho más (siempre
fue mucho más) que un escritor fácil de etiquetar. Él mismo, en varias
entrevistas, dijo no considerarse un escritor de terror, sino de suspenso. Que
ha escrito terror, eso nadie puede ponerlo en duda. Pero la verdad es que ha
escrito mucho más que eso.
Y Elevación no
es, de ninguna manera, una novela de terror. No hay nada en ella que intente
producir miedo en el lector. Sí es una historia que moviliza, que conmueve, que
invita a pensar en cómo las personas (y nosotros mismos, por supuesto) se
llevan con sus semejantes y con su propio destino. Scott Carey sabe que se va a
morir y, por eso, su vida recién empieza: recupera amistades y hace algunas
nuevas. En vez de tirarse a llorar, sonríe. En vez de lamentarse, se alegra. Scott
es una muestra de quien hace las pases con su destino y, por eso, hace las
pases consigo mismo. Todos los lectores podrán aprender mucho de Scott Carey.
Mi recomendación
es que entren a Elevación sin prejuicios, sin esperar nada, como alguien
que acepta su muerte sin saber lo que va a encontrar del otro lado. Si entran así,
les va a encantar.
- King, Stephen. Elevación. Buenos
Aires, Suma de Letras, 2020.
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