Stephen King, Joyland.
Siempre se
habla de Stephen King como del maestro de lo oscuro. No es una apreciación
errónea, para nada, ya que sin duda lo es. Sin embargo, no es el único “título”
que le quedaría bien. Como la vida misma, con su constante danza de luces y
sombras, King logra no sólo estremecernos con lo tétrico de la existencia y sus
posibilidades, sino que también nos emociona con lo luminoso, puro y diáfano
que esa misma existencia, al menos de vez en cuando, encarna (principalmente
cuando los monstruos se van a dormir, claro). Lo vimos innumerables veces: en
la amistad de Garraty con McVries en La
larga marcha, en esa cofradía infantil/juvenil del “club de los perdedores”
en It, en el vínculo formado entre
Bobby Garfield y Ted Brautigan en Corazones
en la Atlántida, en la forma en que Jonesy y sus amigos reciben a Duddits
en El cazador de sueños… Y la lista
podría extenderse hasta límites poco tolerables para una reseña. Lo importante,
en todo caso, es que esa combinación de lo peor y de lo mejor que puede
presentarnos la vida la vemos ahora, una vez más, en Joyland.
Joyland nos cuenta la historia de Devin
Jones. O, mejor dicho, en Joyland
Devin Jones, un veterano con sus sesenta primaveras cumplidas, nos cuenta su
historia. La historia del verano más importante de su vida; aquél de 1973 en
que, con veintiún años y mientras asimilaba el hecho de ser abandonado por su
novia, decide viajar a otro Estado para trabajar en Joyland, un parque de
atracciones de mediana importancia en donde escuchará hablar de Linda Gray (una
chica degollada años atrás en La casa
embrujada y cuyo fantasma, según dicen, permanece ahí) y del asesino de la
feria (su ejecutor, todavía prófugo); el mismo verano en que pierde su
virginidad, se convierte en héroe y conoce a Mike Ross, un chico en silla de
ruedas con capacidades (extrasensoriales) distintas, que le cambiará la vida
para siempre.
Novela de
iniciación, relato policial, historia de fantasmas, Joyland es un poco de todo eso. Presentando una trama en sí bastante
simple, vemos a un narrador convincente y entrañable que, al hablar de su vida y de un verano en particular,
nos habla de la vida y de las
experiencias esenciales a todo ser humano: el amor, la amistad, la perversión,
la locura, la enfermedad, la muerte…
Lejos está
aquí ese King monumental y de tramas complejas como las que disfrutamos en Insomnia, La historia de Lisey, La
torre oscura o, incluso, la ya mencionada It. En este caso, nos encontramos con un King simple, pero no por
eso menos King. En las trescientas páginas que conforman Joyland, se emocionarán de la misma manera que se horrorizarán;
tratarán de aguantar el máximo tiempo posible leyendo, aunque eso suponga ir a
trabajar sin dormir (yo lo he hecho, pero, créanme, no he sido el único, me
consta). Dejarán, finalmente, el libro a un lado, pero sin que su mente se
resigne a abandonarlo.
Leer Joyland los dejará pensando. En pocas
palabras, afectará sus vidas. Tal vez de manera ínfima, pero para un libro eso
es, ya, demasiado.
.
Sobre el autor: Stephen King nació en Maine (EE.UU.) en 1947. Estudió en la universidad de este Estado y después trabajó como profesor de literatura inglesa. Su primer éxito literario fue Carrie (1974), que, como muchas de sus novelas posteriores, fue adaptada al cine. Lleva escritas más de cuarenta novelas (entre las que se destacan Cementerio de animales, It, The Green Mile, Un saco de huesos y la saga La torre oscura, entre muchas otras) y doscientos relatos. En 2003 fue galardonado con el premio literario estadounidense de mayor prestigio, la medalla de The National Book Foundation for Distinguished Contribution to American Letters.
- King, Stephen. Joyland. Buenos Aires, Debolsillo, 2014.
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