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15 de junio de 2019

LA CAÍDA DE DIOS







          A lo mejor, Dios no es lo que pensamos. A lo mejor, Dios busca infligirse dolor, se complace en él. Si realmente ama a la criatura humana, entonces el sufrimiento que ella padece (y que Dios permite) no es más que el sufrimiento que Dios se impone a sí mismo, como expiación por alguna falta que todavía no se deja superar (¿qué mayor dolor, en efecto, que ver sufrir a quien se ama?). Si Dios es amor (1 Jn 4, 16), entonces tal vez su error sea, justamente, amar. Un Dios no debería permitirse algo así. Amar es negarse, rebajarse, humanizarse (por un otro). Para un Dios, eso es sin duda una falta, que viene a sumarse a la primera: la misma Creación. Así, un Ser perfecto (Dios) comete la falta de crear algo imperfecto (el ser humano) y, para colmo de males, lo ama, segunda falta imperdonable. La Caída no sería, así, la desobediencia de Eva y Adán, sería el autodescubrimiento de Dios como "Ser-que-ama", es decir, como "Ser-imperfecto", "Ser-caído" (de acá también la razón por la cuál, a lo mejor, Satanás, que no ama, abandona a su Creador). Por eso podemos pensar que Dios expulsó al ser humano del Paraíso: para tenerlo lejos, como el amante que echa a su amada no porque no la ama, sino porque la ama demasiado. Pero, como ese amante, Dios siempre vuelve a su humana creación, para ver su dolor, para lastimarlo, para lastimarse.


Lucas Berruezo



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