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26 de junio de 2021

EL SONIDO DE LAS COSAS, de Gonzalo Santos

 


            Estamos en «la Era del Xiaomi Neura», un futuro en el que la virtualidad llegó hasta tal punto de desarrollo que una persona puede «salir» de su casa sólo cerrando los ojos. En ese contexto, Kilian (un exprofesor) escribe una novela ayudado por el holograma Elián, su asistente de escritura dotado de Inteligencia Artificial. La vida de Kilian no es más que una gris rutina que abarca la redacción, la discusión con Elián sobre temas de composición narrativa, las compras en el supermercado chino de la vuelta (al que «va» conectándose a la red desde sus propios «circuitos» neuronales) y un dolor de cadera que no deja de intensificarse con el correr de los días. Al menos hasta que escucha un grito en el pasillo de su piso y descubre que una de sus vecinas acaba de ser asesinada, a poca distancia de su puerta, por alguien que se dio a la fuga. Sucesos posteriores, que incluyen pruebas contundentes y una notable semejanza entre lo que estaba escribiendo y el crimen, pondrán a Kilian en una nueva situación, para nada favorable.

            El sonido de las cosas es una novela muy interesante. En menos de 80 páginas, su autor, Gonzalo Santos, construye un cosmos difícil de clasificar en términos clásicos, y que por eso podríamos incluirlo en lo que algunos llaman New Weird, género (?) que se caracteriza justamente por la hibridación, por la irrupción de lo raro y por el movimiento y el constante cambio. En el caso de El sonido de las cosas, nos sumergimos (y el verbo no es caprichoso) en una historia que trabaja con la ciencia ficción, el horror cósmico, el pulp, la teoría literaria y el policial (sin agotar la lista). Cada género es atravesado y trascendido, incluido en una totalidad que lo transforma al tiempo que es transformada por él.

            Asimismo, con referencias a autores como Foucault, Eco, Kafka, Deleuze, Heidegger, Freud, Cortázar y una larga lista de etcéteras, la novela es también una reflexión sobre las posibilidades de la literatura en un mundo mediado (cuando no gobernado) por la tecnología. En las discusiones de Kilian con su asistente, somos testigos de un cambio de narrativa, que deja atrás los nombres de los escritores conocidos (y que podríamos llamar «analógicos») y da nacimiento a uno nuevo, del tipo tecnológico, representado por Elián. La construcción del lector, la elaboración de la trama, los recursos narrativos, todo se transforma cuando la IA escribe ficciones, hasta el punto de desdibujar los contornos entre lo real y lo narrado.

Por otra parte, y en términos más generales, no faltan las observaciones sarcásticas de un narrador que, desde ese futuro, nos muestra las distopía de nuestro propio presente, lleno de consignas y militancias que nos llevarán a las mismas consignas y militancias, en un círculo que no avanza sin morderse la cola a sí mismo.

            Y en medio de este trabajo metaliterario y crítico está la historia, está Kilian, un hombre que hace de la procrastinación su constante, que siempre deja para después lo que tiene que hacer ahora. Sólo el crimen, como si se tratara de un personaje de Arlt (cuando no de Dostoievski), le da un nuevo sentido a su vida y lo obliga a ponerse en movimiento, sacándolo del encierro y llevándolo desde una Buenos Aires propia del ciberpunk a unos asentamientos en las afueras que nos recuerdan las oscuridades de Innsmouth.

            Todo en El sonido de las cosas es digno de mención y de análisis, pero no quiero extenderme. Las reseñas, mientras más se dejan llevar por el entusiasmo, más corren el riesgo de acabar con el entusiasmo de los lectores. Por eso, sólo quiero decir lo siguiente:

Lean esta nueva novela de Gonzalo Santos.

Entren a este universo hecho de comida sintética, drones y mutantes.

Les aseguro que no saldrán siendo los mismos.

Si es que salen.

 

 

- Santos, Gonzalo. El sonido de las cosas. Buenos Aires, Azul Francia, 2021.

 

 

***

Sobre el autor: Gonzalo Santos nació en Avellaneda, en 1984. Es escritor y profesor de literatura. Ha publicado las novelas El nudo celta de la calle Bioy Casares (2014), Yo fui un hacker gordo y un poco eunuco (2017) y El juez y la nada (2019), además de los libros de no ficción En las escuelas: una excursión a los colegios públicos del GBA (2013), (De)Formación docente: apuntes dispersos (2016), Enseñar en tiempos de hashtags (2020), que es una edición revisada de los libros anteriores; y Mi padre y yo: conversaciones con Enrique Breccia (2020). Actualmente, dicta talleres de lectura y escritura académica en institutos de formación docente y colabora regularmente en el suplemento de cultura del diario Perfil.



20 de junio de 2021

ENFERMOS DE OSCURIDAD

 



CONTRATAPA


¿Qué es la oscuridad?¿Un paisaje que nos inquieta? ¿Algo que nos rodea?

No, más bien es algo que anida en nosotros, brota del interior, como un huevo de obsidiana que de pronto eclosiona. “La oscuridad no se comparte, se contagia” dice Sol —casi una ironía, su nombre— el personaje de uno de los cuentos. Y la frase puede aplicarse a cualquiera de ellos. De los personajes. De los cuentos.

Enfermos de Oscuridad está compuesto por cuatro historias, que decantan —y declaran abiertamente— lecturas de Poe y, sobre todo, la cotidianeidad de un Stephen King de barrio, uno nacido en Haedo o Flores. Son cuatro relatos, alguno fantástico, otro realista pero decididamente perturbador, en los que Lucas Berruezo nos contagia su propia oscuridad.

La oscuridad de la culpa infiel, esa que confunde la muerte con los sueños. La que se aloja en la penumbra del cuarto de un escritor obseso, consumido por su propia ceguera. La oscuridad del vientre pregnante, poblado por criaturas que jamás han visto la luz, menos aún la del día. La de las calles ocultas, invisibles, que nos desvían del rumbo y se convierten en paisaje del viaje al abismo del corazón.

Si te asomás, si mirás con atención estas letras negras, vas a descubrir que son acantilados profundos, fosas abisales donde precipitarse sin remedio. Allí, abajo, te va costar respirar, el escaso aire viciado derramará dentro tuyo una negrura, dejará una resaca indeleble, como limo de alquitrán depositado en el fondo de tus pulmones, que mucho tiempo después de haber cerrado el libro seguirá allí, agazapada, esperando su oportunidad para encontrar otro desdichado a quien infectar.

 

Hernán Domínguez Nimo


19 de junio de 2021

CUANDO SOPLA EL VIENTO, de John Saul

 



De qué trata

Amberton es un pueblo pequeño y pintoresco, ubicado en un valle cercano a las Rocosas, en EE.UU. Su historia cuenta con un evento trágico: en 1910 un grupo de mineros murió en lo que era la fuente de riquezas del lugar, una mina de carbón. Desde entonces, y por medio siglo, la mina estuvo cerrada y las murmuraciones en torno a ella abundaron, otorgándole cierto aire de espacio maldito. Entre las narraciones contadas en voz baja, se destaca la de «los niños del agua», que asegura que las poblaciones indias de siglos anteriores llevaban a las montañas a sus hijos que nacían muertos, para dejarlos ahí. Más tarde, esos mismos niños volvían a reclamar la vida de los vivos que osaban molestarlos.

Durante cincuenta años, las historias fueron sólo eso, historias. Pero ahora, Elliot Lyons es sacado de la mina muerto, después de visitarla con la intención de abrirla nuevamente. Christie, su hija, y huérfana ya que su madre también había fallecido años atrás, es conducida a la casa de la anciana señora Edna Amber y de su hija de cincuenta años, Diana, últimos eslabones de la familia fundadora del pueblo (de ahí el nombre de Amberton, claro). Christie se quedará con ellas hasta que pasen los funerales y encuentre una familia con quien vivir. A partir de ese momento, Christie y Diana entablarán una estrecha relación, que por parte de Diana no sólo buscará consolar a la pequeña por la muerte de su padre, sino también protegerla de la sangre fría de su propia madre. El único problema radica en que, cuando sopla el viento, es la misma Diana la que pierde el control de sí misma. De hecho, es capaz de hacer cualquier cosa y después no recordar nada. Así, Christie se enfrentará a una verdadera pesadilla, que a veces parecerá provenir de las montañas en forma de viento y llanto, y, a veces, surgirá de su mismo entorno, entre las mismas cuatro paredes que, se supone, la están cobijando.

En este contexto, la muerte vuelve a golpear al pueblo de Amberton. Al momento de buscar una respuesta, no se podrá más que mirar hacia la mina o, en su defecto, cerrar los ojos para escuchar el soplo del viento, que trae consigo el sonido de los que, aunque sin vida propia, todavía lloran.

 

 

Una opinión

John Saul tomó notoriedad con el libro Dejad a los niños (1977). Desde entonces, ha publicado más de treinta novelas, todas ellas de suspenso y terror, aunque no todas traducidas al castellano. Cuando sopla el viento (1981) es su quinta novela. La ambientación en el pueblo ficticio de Amberton, con su mina maldita y su cantera, es perfecta para generar un (micro)clima opresivo. Algunos de sus personajes, como los de Edna y Diana Amber, el doctor Bill Henry o Esperanza Rodríguez, no carecen de atractivo. Sin embargo, la historia no termina de convencer. Es lenta, y parece demorarse siempre en torno a lo mismo, sin avanzar demasiado. Y cuando lo hace, cuando avanza, se tiene la sensación de estar ante escenas forzadas, como cuando en el capítulo 21 se revela que el personaje de Eddie Whitefawn conoce datos sumamente importantes sobre lo ocurrido en torno a la muerte de otro personaje, información que, para que sea honesta en términos narrativos, tendría que haber sido mencionada antes. Además, la desprolijidad de la edición, con gran cantidad de erratas y de errores cohesivos, hace que la lectura se vuelva accidentada. Un ejemplo de esto es la falta de marcas gráficas que indiquen las divisiones entre escenas, obligando al lector a interrumpirse para poder organizarse en el devenir de la historia. Por supuesto, esta es una falta que (podemos suponer) tiene que ver más con una edición barata de bolsillo que con las capacidades del escritor.

En conclusión, Cuando sopla el viento de John Saul es una novela que no llega a ser lo suficientemente buena como para recomendarla, pero que tampoco es tan mala como para que evitemos volver a probar suerte con otra novela del autor.

 

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Título: Cuando sopla el viento (When the Winds Blows)

Autor: John Saul

Editorial: Javier Vergara Editor

Traducción: Raúl Acuña

Ciudad: Barcelona

Año de la presente edición: 1982

Año de la publicación original: 1981

 

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Sobre el autor: John Saul es un escritor norteamericano que nació en California en 1942. Tras varias publicaciones con seudónimo, su primer éxito literario se dio en 1977 con Dejad a los niños, que llegó a estar en las listas de Best Sellers de los Estados Unidos. A esta primera novela le siguieron más de treinta títulos, algunos de ellos todavía sin traducción al castellano. En la actualidad, John Saul vive entre Seattle y las islas San Juan.






LIBROS QUE YA NO CIRCULAN


Inauguro sección en el blog. Hablaré de aquellos libros que, a falta de nuevas ediciones, sólo se consiguen en librerías de usados. Algunos quedaron como clásicos de culto, reverenciados por una minoría fanática y, a sus propios ojos, exclusiva. Otros, en cambio, no lograron reunir los atributos necesarios para, a pesar de fracasar en público, triunfar tras bambalinas. Es hora de hacer memoria, de revolver los anaqueles, de escarbar en esa sombra llena de ejemplares que supieron estar a la vista de todos y que hoy sólo sobreviven en la lectura de unos cuantos. Es hora de sumergirnos en la gruta de los libros que ya no circulan.


13 de junio de 2021

THE CONJURING (THE DEVIL MADE ME DO IT): La lucha continúa





 

El matrimonio Warren regresa una vez más para enfrentarse a las fuerzas del mal. En esta ocasión, Ed y Lorraine (Patrick Wilson y Vera Farmiga, respectivamente) acuden a presenciar y documentar el exorcismo de David Glatzel (Julian Hilliard), un chico de 8 años que, tras mudarse con su familia a una casa nueva, empieza a sufrir una posesión demoníaca. Las cosas no salen muy bien: el demonio es más fuerte de lo que esperaban y el sacerdote encargado de la ceremonia no puede controlar lo que ocurre. Finalmente, y ante un cura y un Ed Warren derrotados, Arne Johnson (Ruairi O'Connor), el novio de la hermana de David, decide intervenir ofreciéndole al demonio un trato: si deja al chico, puede meterse en él. El espíritu acepta, lo que significa el fin de los problemas de David y el comienzo de los de Arne. Unos meses después, Arne, completamente enajenado, asesina a un hombre. Ante esta situación, Ed y Lorraine tratarán de salvar al muchacho, demostrando que no es culpable de las acusaciones que se le imputan, ya que su forma de actuar respondió a una presencia maligna y extraña en él. Para lograr esto, deberán rastrear los orígenes de la posesión y, así, construir un argumento sólido capaz de convencer al jurado. 

The Conjuring: The Devil Made Me Do It (El Conjuro 3: El Diablo me obligó a hacerlo) es la tercera entrega de la saga de El conjuro, que pone en escena a Ed y Lorraine Warren, el matrimonio de investigadores paranormales que, en la vida real, escribieron una cantidad considerable de libros sobre temas sobrenaturales, participaron en miles de casos y fundaron, en 1952, la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra (New England Society for Psychic Research). Al igual que en las películas anteriores, el guion está basado en un hecho real. En esta oportunidad, se trata del «Juicio de Arne Cheyenne Johnson», también conocido como el caso «El Diablo me hizo hacerlo», en el que la defensa del acusado alegó su inocencia afirmando que el mismo había actuado bajo una posesión demoníaca, consiguiendo una condena a cinco años de prisión, cuando en un principio se esperaba una de entre diez y veinte años. 

No es casualidad que la «franquicia» de El conjuro sea la más exitosa dentro de la industria cinematográfica de terror. Su universo, que incluye las películas de Annabelle, La maldición de La Llorona y La monja, es bien recibido por los amantes del género, dada la calidad, originalidad y solidez de sus entregas. Este nuevo film, que tiene al mismo James Wan en la producción y en la confección de la historia, no es la excepción. 

Con el Conjuro 3, la presencia demoníaca expande sus fronteras e incluye el componente humano como origen trascendido del mal. Y al deseo del mal, a su invocación, se le enfrenta, además de la fe y de los símbolos que ella enarbola y que todos conocemos (la cruz, la Palabra de Dios, el agua bendita, etc.), el amor, también humano, que otorga poder en la debilidad. 

El bien contra el mal. En definitiva, de eso se trata siempre. Y, con El conjuro 3, seguimos siendo testigos de esta lucha, con una historia interesante y bien narrada y con unos protagonistas que, película tras película, nos gustan cada vez más. 

 

 

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Título original: The Conjuring: The Devil Made Me Do It

Año: 2021

Duración: 112 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Michael Chaves

Guion: David Johnson.

Historia: James Wan, David Johnson

Música: Joseph Bishara

Fotografía: Michael Burgess

Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Ruairi O'Connor, Sarah Catherine Hook, Julian Hilliard, John Noble, Eugenie Bondurant, Shannon Kook

Productora: Atomic Monster, New Line Cinema, The Safran Company




9 de junio de 2021

SPIRAL (FROM THE BOOK OF SAW): Una más, y van…


 


 

Así es, 2021 nos trajo una nueva (y novena) entrega de la saga Saw. En este caso, tenemos como protagonista a Ezekiel “Zeke” Banks (Chris Rock), un detective denostado por sus compañeros por haber denunciado, años atrás, a un policía corrupto. Además, Zeke es hijo del anterior jefe de la policía (Samuel L. Jackson), una leyenda que estuvo a cargo de acabar con la inseguridad en Nueva York. Todo esto hace que su estadía en la estación de policía sea poco menos que agónica. Y en este contexto, su mejor amigo (también policía) es asesinado en un macabro episodio que trae a la memoria de todos los retorcidos juegos de John Kramer, el fallecido asesino conocido con el nombre de Jigsaw. A partir de este momento, nuevos asesinatos, todos ellos de policías, pondrán en el centro de la escena a Zeke y a su nuevo compañero, el detective William Schenk (Max Minghella). 

A ver, vamos al grano. La película es mala. No sólo como película de suspenso, sino también (y principalmente) como parte de la franquicia Saw. Los fanáticos de la saga (y me incluyo), que fueron defraudados con la entrega anterior (Jigsaw, 2017), recibirán una nueva decepción. Lo interesante de las primeras siete películas era el gran rompecabezas que se iba armando en torno a los personajes originales. De hecho, en la sexta entrega todavía se puede reconstruir lo que ocurrió en la primera. Estos nuevos intentos de «ampliar» la línea argumental a otros universos, con personajes que no se relacionan con los clásicos, no son más que una respuesta a las exigencias de esta inmensa máquina generadora de dinero que es la industria del cine, capaz de arruinar las mejores historias con tal de impedir, por medio de una oferta desaforada, que el flujo de capitales se detenga. 

Mi humilde opinión es que, si no van a seguir armando el rompecabezas inicial, al menos ya no deberían seguir sumando decepciones. Ni siquiera la participación de actores con el renombre de Samuel L. Jackson, Chris Rock o Max Minghella logra desviar la mirada de una historia poco o nada original, de un final predecible y de un Jigsaw vengativo que carece de la profundidad de John Kramer.

  

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Título original: Spiral: From the Book of Saw

Año: 2021

Duración: 93 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Darren Lynn Bousman

Guion: Josh Stolberg, Pete Goldfinger.

Historia: Pete Goldfinger, Chris Rock, Josh Stolberg

Música: Charlie Clouser

Fotografía: Jordan Oram

Reparto: Chris Rock, Samuel L. Jackson, Max Minghella, Marisol Nichols, Zoie Palmer, Nazneen Contractor, Dan Petronijevic, Morgan David Jones, Edie Inksetter, K.C. Collins, Josh Stolberg, Ali Johnson, Brian Cook.

Productora: Serendipity Productions, Twisted Pictures, Burg/Koules Productions, Dahlstar.

Distribuidora: Lionsgate 




8 de junio de 2021

NO OBSTANTE LO CUAL, de Carlos Marcos


 


 

Hace unos meses, reseñé Desatormentándonos, de José María Marcos[1], uno de los libros que la editorial Muerde Muertos publicó en 2020 para festejar su décimo aniversario. Ahora, quiero hablarles de No obstante lo cual de Carlos Marcos, otro de los títulos conmemorativos que junto con Olvidemos todo de una vez de Fernando Figueras (habrá reseña pronto) forman un tríptico que abarca tres géneros en los que estos escritores dan cátedra: el terror (José María Marcos), lo erótico (Carlos Marcos) y el humor delirante (Fernando Figueras). 

No obstante lo cual comienza con un prólogo del autor titulado «Algo flota en la laguna», en el que nos habla tanto de la génesis de los cuentos que conforman este libro como de la editorial Muerde Muertos, que fundó con su hermano José María en el año 2010. Es un texto muy bello, que hace hincapié en la importancia de los libros, las lecturas y los sueños; sueños que en su caso (como en el de tantos de nosotros) se convierten en literatura y ésta, en «un largo ejercicio de paciencia, de infinita confianza y deseo» (p. 13). También nos aclara el sentido del título, que tiene (como lo tienen también los títulos de los otros libros mencionados) una vinculación con el mundo del rock nacional. En efecto, «No obstante lo cual» es el nombre de una canción de Riff, mientras que «Algo flota en la laguna» lo es de un tema de Pescado Rabioso. 

Todos los cuentos de No obstante lo cual trabajan con lo erótico, aunque lo hacen desde diferentes ángulos, explorando distintas «cavidades». Por mi parte, me gustaría destacar el segundo relato, «Castración», una genial reformulación fantástica de la concepción del tiempo cíclico, con un Borges muy particular y una circularidad cargada de fluidos y perversiones. Asimismo, no puedo obviar la historia que le sigue, «La humanidad se extinguirá con nosotros», una parodia hilarante de Terminator, con un pene enorme que llega desde el futuro para salvar a la humanidad de un apocalipsis fálico[2]. 

«Triángulo de Pascal», el quinto y más extenso de los cuentos, me exige un párrafo aparte. Acá, un escritor y bibliotecario de una escuela de psicoanálisis narra sus derroteros sexuales en distintos eventos culturales, que incluyen masturbar a una mujer en un balcón, rechazar cordialmente las indirectas de una nonagenaria y entablar una relación con una mujer (hasta el momento) lesbiana. Pero lo que más me interesó no son las experiencias sexuales del narrador, sino cómo desnuda la mediocridad de los círculos académicos, siempre movidos por sus cristalizadas convenciones y sus (in)confesables impulsos, e ilustra, en clave ficcional, lo que ya Carlos Marcos expuso en el prólogo: las obsesiones de un escritor que construye sus relatos para lectores circunstanciales y, como tales, pasajeros; lo que hace de sus relatos, al menos para él, producciones también circunstanciales y pasajeras. Finalmente, entre tantas palabras huidizas, entre tanta desazón y tanto egocentrismo, la penetración de (y en) los cuerpos se muestra como la liberación del tiempo en una eternidad exenta de monstruos creados por los sueños de una razón que se niega a dormir. 

Los seis cuentos que componen No obstante lo cual fueron, antes de su compilación, leídos en público en distintos ciclos literarios. Y no sólo eso, sino que, en palabras del autor, fueron incluso escritos teniendo en cuenta la oralidad, lo que les da una frescura particular, que combina el ritmo de la lectura en vivo con la calidad de una prosa exquisita, haciendo de Carlos Marcos algo así como un trovador moderno o, lo que sería más exacto teniendo en cuenta los argumentos de sus relatos, un trovador genital. 

Ahora, tenemos la oportunidad de disfrutar de estas historias en la comodidad de nuestro hogar. No la dejemos pasar. 

 

- Marcos, Carlos. No obstante lo cual. Buenos Aires, Muerde Muertos, 2020.

 

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Sobre el autor: Carlos Marcos nació en Uribelarrea en 1972. Publicó las novelas Recuerdos parásitos (2007) y Muerde Muertos (2012), escritas con su hermano José María. También es autor de la mixtorieta Inmaculadas (2010) y del libro de relatos Tu madre chupa pijas en el infierno (2015). Convocando a grandes artistas visuales, impulsó la edición de iluSORIAS (2013), homenaje a Alberto Laiseca, y Strip-tease: traducción visual (2017), celebrando la obra de Enrique Medina. Ilustró la reedición de Manual sadomasoporno (ex tractat) (2017) de Alberto Laiseca. Es bibliotecario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires y encargado del Centro de Documentación Ricardo Rodríguez Ponte. Junto a Teresita Pullol y Horacio Gómez conduce Letraducciones. Con su hermano dirige el sello Muerde Muertos.

 

 



[2] En 2016 tuve la suerte de presenciar el efecto de este cuento narrado en vivo. Carlos Marcos lo leyó en el ciclo Crudo y Cocido, organizado por Giselle Aronson y Fernando Veríssimo en Haedo. Las carcajadas de los oyentes (entre las que se oían mis propias carcajadas) dificultaban, por momentos, seguir la historia.

6 de junio de 2021

En defensa de NÚMERO CERO, de Umberto Eco


 


 

El otro día estaba charlando con un amigo por Zoom y me mencionó la foto de Umberto Eco que subí a las redes sociales, en la que se lo puede ver muy joven, leyendo. En un principio hablamos de cómo algunos autores parecían eternizarse en un rango de edad, como si nunca hubieran sido más jóvenes o más viejos. Umberto Eco es uno de ellos, siempre a la vista con su barba tupida y su corbata en una edad cercana a los 50 años. También hablamos de Arlt, Sabato, Sartre, Neruda, Hemingway y otros tantos escritores que parecían no haber cumplido años nunca. 

Bien, en un momento de la conversación, mi amigo me dijo, como al pasar, que era triste que il professore se hubiese despedido con una novela como Número Cero, que «sin lugar a dudas» no estaba a la altura de sus antecesoras, ni siquiera de la que él consideraba más aburrida, La isla del día de antes. Ante esta afirmación, me mostré en desacuerdo (tal vez un poquito indignado), y empecé a defender su último trabajo de ficción. 

En primer lugar, una de las cuestiones que mi amigo indicaba como señal de decadencia era la extensión: mientras que todas las novelas anteriores de Eco superaban las 500 páginas, Número Cero apenas alcanzaba las 200, y esto gracias a un tamaño de letra y a un interlineado generosos. A esto, respondí que en literatura el tamaño no importa, ya que, según ese criterio, Borges no podría ser considerado un buen escritor (Borges siempre viene bien cuando se habla de tamaños). Además, según ese punto de vista, no haría falta leer las novelas para saber si son buenas o malas, simplemente se tendría que contar sus páginas y, a mayor número de ellas, mayor la calidad de la obra. Algo absurdo. 

Y no sólo eso, sino que, gracias a su breve extensión, Número Cero es la opción perfecta para aquellos que quieran conocer a Eco, pero no se animan a meterse en esos ladrillos intimidatorios como El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault o El cementerio de Praga. En Número Cero se puede encontrar todo lo que identifica a Eco como escritor de ficción: las conspiraciones, los personajes que respiran literatura, las alusiones estéticas, el mundo impreso, las mentiras detrás de las palabras… Con otro agregado positivo, la historia transcurre en lo que podríamos decir «la actualidad». En efecto, Número Cero pertenece a esas novelas de Eco ambientadas en el siglo XX, junto a la ya mencionada El péndulo de Foucault y La misteriosa llama de la Reina Loana. Todo esto hace de Número Cero una excelente puerta de entrada al universo ficcional del escritor italiano. 

«Pero en lo que se refiere a las conspiraciones», siguió mi amigo, «no me vas a decir que Número Cero está a la altura de las otras». Bueno, en lo que se refiere a complejidad y extensión, claramente no, pero una vez más se trata de cómo se ve lo que se ve. Lo que para mi amigo es sinónimo de falencia, para mí no lo es. En Número Cero, la conspiración histórica central gira en torno a la muerte de Mussolini y plantea cómo el Duce pudo haber sobrevivido al avance de los aliados (y gracias a ellos) por medio de una sustitución con un doble para después venirse a vivir a la Argentina (o, en su defecto, irse a vivir al Vaticano). No obstante, esta conspiración (bastante interesante, de hecho) no es la única, ya que toda la novela es en sí una conspiración: el argumento devela cómo los medios de comunicación, en especial los diarios, manipulan los hechos y la verdad. Citas como «Los diarios enseñan a la gente cómo debe pensar» (p. 99) o «El caso es que los diarios no están hechos para difundir sino para encubrir noticias» (p. 169) son un buen ejemplo de eso. 

Para terminar, tengo que decir que no convencí a mi amigo, pero al menos hice el intento. Número Cero es el cierre de una carrera que, al menos para mí, se destacó dentro del panorama literario de los siglos XX y XXI. Considero a Eco un escritor genial y un intelectual digno del protagonismo que alcanzó. Sus ensayos contribuyeron a que la semiótica, la estética y la historia sean lo que hoy son; y sus novelas son desafíos de lectura que nos permiten ver la excelencia a la que puede llegar la literatura. 

Si todavía no leyeron nada de Umberto Eco, sepan que Número Cero es una buena opción para comenzar. No es lo mejor de él, es cierto, pero lo mejor de él está ahí.

 

-   - Eco, Umberto. Número Cero. Buenos Aires, Lumen, 2015.




2 de junio de 2021

NO JUEGUES CON ESO, de Fabián García






«Siempre hay que prestarle atención al segundo libro», les suelo decir a mis alumnos. Y tiendo a agregar: «En el primer libro, y más cuando se trata de cuentos, un escritor pone lo mejor que fue acumulando a lo largo de los años. Por eso, el segundo suele dejar en evidencia el material que quedó descartado del primero junto con lo más reciente del autor, aquello que no tuvo tiempo de corregir hasta el delirio, por lo que uno puede intuir qué tan bueno es un escritor cuando aborda su segundo libro, no el primero». En esta oportunidad, quiero hablarles de un segundo libro, el de Fabián García: No juegues con eso, publicado este año por la editorial rosarina Miércoles 14.

             No juegues con eso reúne diez cuentos fantásticos de una calidad asombrosa y de una oscuridad poco menos que traumática. En relación con lo que dije en un comienzo, Fabián García es uno de esos escritores que con su segundo libro confirman todos los elogios que recibieron con el primero, en su caso La lengua de los geckos, publicado en 2019 por la editorial Muerde Muertos.

             Cuando presenté La lengua de los geckos en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2019[1], hablé de un «fantástico biológico», refiriéndome a ese estilo tan particular de García, que muestra una naturaleza desbordada que rompe con los límites de la realidad (o al menos con lo que se considera «realidad»). En No juegues con eso, el «fantástico biológico» vuelve a estar presente, erizando los pelos del lector y haciéndolo dudar de lo que hasta el momento consideró cierto y familiar: especímenes desconocidos que surgen de la tierra del patio de una casa corriente y poseen a los humanos (“No juegues con eso”); ácaros capaces de alimentarse de los deshechos humanos y, con ellos, construir dobles en dimensiones desconocidas (“La vida imperceptible”); seres indefinibles que proporcionan placeres íntimos a personas ávidas de contacto (“Reír a oscuras”); gatos capaces de lo inconcebible (“Porque éste es mi cuerpo”). En estos relatos, y no sólo en estos, lo sobrenatural no es lo que rompe con lo natural, sino lo que lo excede. Lo fantástico, entonces, no se da por algo que quiebra las leyes naturales. Se da, de manera sistemática, por una ampliación, una exacerbación de los límites de lo natural. Más allá de los límites, nos espera la verdadera (y aberrante) naturaleza de las cosas.

             Pero los relatos de No juegues con eso no sólo trabajan con este «fantástico biológico», sino que, además, algunos de ellos (como “Caí sobre mi diestra”, “Lo antiguo, lo múltiple”, “Somos lo que comemos” y “Ni el día ni la hora”) lo combinan con una vertiente mística, dando un paso más en esta manera tan especial de trabajar lo fantástico. Lo sagrado y lo religioso no pertenecen, en estos cuentos, a un mundo ajeno, puro y extraterreno. Es la misma naturaleza la que alcanza el rango de lo sagrado, y lo alcanza justamente con la incorporación de lo múltiple, con la asimilación de lo discordante, con la exaltación de la pútrida materia.

             Al leer a García, recordé a Horacio Quiroga y al Leopoldo Lugones de Las fuerzas extrañas. No me gusta comparar a los escritores actuales con los «muertos infaltables de siempre», pero en este caso voy a hacer una excepción, porque lo que nos ofrece Fabián García, tanto en La lengua de los geckos como en No juegues con eso, es una anomalía, una excelente y destacable anomalía que recupera lo mejor de la tradición fantástica rioplatense (que muchas veces se pierde de vista por mirar faros extranjeros) y le da un giro nuevo por ser nuevo el siglo en que se ubica.

             Consigan No juegues con eso, que además cuenta con ilustraciones increíbles de Pablo Castillo y una contratapa de Pablo Martínez Burkett. Después me cuentan.



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Sobre el autor: Fabián García nació en 1973, en la ciudad de Buenos Aires, y vive en Ramos Mejía. Asistió a los talleres de poesía de Osvaldo Bossi y Walter Cassara, y actualmente trabaja su narrativa con Guillermo Martínez. Publicó sus poemas en fanzines y revistas, y colabora con artículos en diversos medios digitales. Devoto del relato de horror (en especial el del siglo XIX) y la ficción distópica, admira a Borges, a Kafka y a Poe. El sello Muerde Muertos publicó en abril de 2019 La lengua de los geckos, su primer libro de cuentos. En 2021 la editorial Miércoles 14 publicó el segundo, No juegues con eso, con ilustraciones de Pablo Castillo.

 



           

 

 

 



[1] Pueden leer el texto de la presentación de La lengua de los geckos en https://ellugardelofantastico.blogspot.com/2019/05/la-lengua-de-los-geckos-de-fabian-garcia.html

1 de junio de 2021

ARMY OF THE DEAD: Los zombis de la polémica




 

En diferentes páginas y cuentas, a lo largo de estos últimos días, leí críticas muy dispares sobre El ejército de los muertos (Army of the Dead), una película de Netflix que nos trae un nuevo apocalipsis zombi.

 

¿DE QUÉ TRATA?

             En el desierto de Nevada, a pocos metros de la famosa ciudad de Las Vegas, un escuadrón militar transporta una carga misteriosa encerrada en un contenedor. Nadie sabe qué posee, ni siquiera los soldados involucrados en el traslado. De pronto, un accidente impide que el convoy llegue a destino y libera la carga, que no es otra cosa que un zombi con capacidades que no sólo están muy por encima del muerto vivo promedio (y que tanto conocemos), sino también de cualquier ser humano vivo.

             Tiempo después, Las Vegas es aislada y los zombis quedan atrapados en ella. Con todo el dinero de los casinos, de más está aclarar. Finalmente, y como un modo de terminar de una vez por todas con la existencia de esos seres que, aunque lejos, siguen presentes como amenaza, el gobierno de los Estados Unidos se propone lanzar una bomba atómica a la ciudad. De esta manera, se acabaría con todo de una buena vez. Pero antes de que eso ocurra, el señor Tanaka (Hiroyuki Sanada) contrata a Scott Ward (Dave Bautista) para que forme un grupo de mercenarios y logre ingresar a uno de los casinos de la zona, acceda a la caja fuerte y extraiga de ella 200 millones de dólares, de los cuales 50 serían para repartir entre Scott y sus colegas. Si logran salir con vida de la ciudad, claro, cosa que no es muy factible, principalmente porque todo está lleno de zombis y, además, porque dentro del grupo no faltarán las traiciones y los desentendidos.

  

¿POR QUÉ LA POLÉMICA?

             Honestamente, no puedo entender la polémica que se generó en torno a esta película. A veces pienso que, a falta de verdaderas discusiones artísticas, las personas terminan peleándose por cualquier cosa. El ejército de los muertos es una película de zombis y, como tal, cumple con lo que se propone: entretener y hacer saltar al espectador. Hay buenos efectos especiales, los zombis están bien hechos, la acción (cuando llega) es constante y el suspenso, eficiente. Después podemos discutir si nos gusta o no el «tipo de zombi» que se plantea en el film. Entre toda la gama de muertos vivos que podemos ver en las películas (y que en el extremo «vegetal» contiene al tipo que apenas puede caminar y que basta un chorro de agua para deshacerlo, como en The Walking Dead), acá nos encontramos con el modo «ágil» llevado a la exacerbación: en esta cinta, los zombis se comunican entre sí, saben métodos de combate cuerpo a cuerpo, se enamoran e, incluso, esquivan balas. Puede que esto no nos guste, pero no hace de la película un producto malo. Y si lo fuera, ¿no sería una contradicción rasgarse las vestiduras por eso? Lo irónico de las películas de zombis es que pueden ser denostadas por buenas y valoradas por malas.

             El ejército de los muertos es una muy buena opción para una noche fría y torturada por el encierro. Eso sí, no se olviden del balde de pochoclos.

 

 

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Título original: Army of the Dead

Año: 2021

Duración: 148 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Zack Snyder

Guion: Zack Snyder, Shay Hatten, Joby Harold. Historia: Zack Snyder

Música: Junkie XL

Fotografía: Zack Snyder

Reparto: Dave Bautista, Ella Purnell, Ana de la Reguera, Theo Rossi, Huma Qureshi, Omari Hardwick, Hiroyuki Sanada, Garret Dillahunt, Raúl Castillo, Nora Arnezeder, Matthias Schweighöfer, Samantha Jo, Richard Cetrone.

Productora: The Stone Quarry.

Productor: Deborah Snyder.

Distribuidora: Netflix