«La realidad es una capa de hielo muy fina,
pero la mayoría de la gente patina sobre ella
durante toda su vida y nunca caen y se hunden
del todo. Nosotros caímos, pero nos ayudamos
mutuamente a salir.»
Stephen King, El
visitante.
Hace unos días, subí un
post en el que afirmaba, con un entusiasmo que rayaba la euforia, que estaba
leyendo el último libro de Stephen King publicado en Argentina, El visitante. Bueno, ya lo terminé, y tengo
que decir ahora que parte de esa euforia quedó en el camino. La novela es buena
(MUY BUENA, comparándola con mucho de lo que se publica hoy en día, incluso relacionándola
con la novela anterior del maestro de Maine, Bellas durmientes), pero sin lugar a dudas lo mejor de ella permanece
en las cien o doscientas primeras páginas.
La
novela comienza como un policial imposible. En el pueblo de Flint City se acaba
de cometer un crimen horroroso: Frank Peterson, de 11 años, apareció
brutalmente asesinado, mutilado y sexualmente abusado. Las pruebas incriminan
de manera irrefutable a Terry Maitland, un ciudadano ejemplar, padre de dos
nenas, profesor de literatura y entrenador de la liga infantil de baseball.
Ahora bien, también es cierto que Terry tiene pruebas irrefutables de que él
estuvo en otra parte durante el asesinato del chico, por lo que Ralph Anderson,
detective asignado al caso, y cuyo hijo fue entrenado por Maitland, deberá
enfrentarse a un hecho que niega todo lo que una mente racional puede estar
dispuesta a aceptar: que una persona haya estado en dos lugares al mismo
tiempo.
Con
el estilo propio de King, que nos va llevando de la mano página tras página,
personaje entrañable tras personaje entrañable, El visitante deja paulatinamente ese policial imposible para
recorrer los sinuosos caminos del terror fantástico. En cierto sentido, algo
que ya pudimos ver en la trilogía Hodges, en especial en la última entrega, Fin de guardia (la analogía con esta
trilogía no es caprichosa). Justamente, uno de los aspectos más interesantes de
la historia es la problematización de este paso de lo natural a lo sobrenatural,
con las consecuentes dificultades para las mentes del siglo XXI de asimilar
todo lo que no puede ser explicado por la razón, o que incluso la contradice.
No
obstante, no todos son puntos a favor. La enorme expectativa que genera el hecho
inexplicable de la bilocación de Terry Maitland se diluye ante una explicación
que, si bien puede gustar, difícilmente sorprenda. Por esto mismo, aunque El visitante es una novela recomendable
para los lectores constantes, particularmente no se la recomendaría a alguien
que todavía no leyó a Stephen King o que, en su defecto, leyó muy poco. Hay otros
libros que aguardan, superiores en muchos sentidos. Para mencionar algunos: It, Cementerio de animales, Misery, La milla
verde, Un saco de huesos, Duma Key, La historia de Lisey, 22/11/63…
A veces, ser el mejor lleva a estas cosas: triunfante ante todos los demás, podríamos decir que King acaba de perder (aunque más no sea por puntos) contra lo más excelso de sí mismo.
A veces, ser el mejor lleva a estas cosas: triunfante ante todos los demás, podríamos decir que King acaba de perder (aunque más no sea por puntos) contra lo más excelso de sí mismo.
- King,
Stephen. El visitante. Buenos Aires,
Plaza & Janés, 2018.