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El otro día estaba leyendo un blog amigo y me encontré con la siguiente idea: para poder escribir hace falta estar mal. Esta idea, a su vez, se veía reforzada por los comentarios de los lectores. Por mi parte, me sentí un tanto incómodo, ya que por un lado creía compartir la opinión general, aunque por otro me hacía mucho ruido. ¿Qué me quedaba entonces? Pensar un poco al respecto, nada más.
Como dije, yo también creía sostener esa idea. Se trata de algo que uno está dispuesto a afirmar. La escritura como catarsis. La creación artística como bálsamo para el alma. La inspiración como respuesta a la tortura anímica. Mentiras. Resabios románticos que, porque suenan bien y nos hacen sentir especiales, seguimos sosteniendo sin someterlos a la menor reflexión crítica. A continuación, quiero echar por tierra esta centenaria ilusión.
Las personas que afirman que sólo pueden escribir cuando se sienten mal (o, lo que es lo mismo, que si están bien, si son felices, la escritura no les sale) tienden a decir también que escribir les hace bien, que, de hecho, al hacerlo se sienten un poco más felices. ¡Gran incoherencia! Si al momento de sentarse a escribir ellos se sienten mejor, si en ese momento algo parecido a la felicidad los envuelve, entonces la escritura surge de ese estado de felicidad, y no del de tristeza previa. La escritura es así una generadora de, y una respuesta a, la felicidad, y no una consecuencia de la tristeza. De lo contrario tendríamos que decir que al momento de comenzar a escribir la tristeza se vuelve más profunda y aberrante, pero nadie diría eso.
Los que afirman tales cosas se niegan a aceptar que la escritura, como otras tantas cosas, es un pasatiempo, o, más aún (¡mala palabra!), un oficio. Si la escritura sólo nace de la tristeza y la desesperanza, entonces los escritores profesionales deberían ser unos individuos oscuros y melancólicos, y, salvo unas pocas excepciones[1], no lo son. Yo mismo creí en la idea del artista torturado, y lo creí por mucho tiempo, hasta que conocí personalmente a algunos escritores que publican hoy en día. Entonces me di cuenta de que no era tan así. Son hombres y mujeres que tienen sus familias (antes creía que un escritor debía ser un individuo solitario) y sus rutinas bien marcadas. Se toman vacaciones, van al cine, pasean con sus hijos y hacen las compras para abastecer su heladera. Ah, y no se olvidan de pagar los impuestos, por supuesto (otra idea estúpida, creer que los escritores viven más allá de las necesidades materiales y que, por eso, no están al tanto de ellas).
Con esto no quiero negar la idea de que la escritura pueda servir de catarsis. Por supuesto que puede hacerlo, como también la lectura de un libro, una caminata mañanera o un rompecabezas. En ese sentido, la escritura no se diferencia de otros pasatiempos, que sirven para relajarnos y distraernos un poco.
La cuestión está en la convicción de cada uno. Si uno cree que sólo estando mal podrá escribir, entonces sólo va a poder escribir estando mal. Si uno cree que podrá escribir en cualquier momento (y el que piense vivir de la escritura ojalá lo crea), entonces va a poder escribir en cualquier momento. Lo que pasa es que se confunden las ganas de escribir con la posibilidad de hacerlo. Ahí está la cuestión. Si uno se siente feliz porque se enamoró, de seguro va a querer pasar más tiempo con su enamorado y no encerrado escribiendo (o armando un rompecabezas). Pero eso no significa que no pueda hacerlo. Querer es poder. Esa persona no quiere, eso es todo.
En fin, dejémonos de joder con cuestiones poéticas. Si alguien quiere escribir (o pintar, o componer, o armar un rompecabezas), que se siente y escriba. Esa es la única manera de hacerlo, independientemente del estado de ánimo que tenga. Que lo que escriba va a estar afectado de alguna manera por cómo se siente, por supuesto. Nadie lo niega. Eso es lo que hace interesante a las prácticas artísticas.
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[1] Hay muchas historias de escritores torturados y oscuros (podemos nombrar, sin alejarnos del género fantástico, a Poe, a Lovecraft y a Stoker), pero esto no tiene por qué decirnos algo de la figura del escritor. Además, las biografías de estos autores, muchas veces, se encuentran teñidas por leyendas y datos poco fiables. Personalmente, conozco a más de tres peluqueros oscuros, y no por eso vamos a decir que para poder cortar el pelo hace falta estar oscuramente deprimido.
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Como dije, yo también creía sostener esa idea. Se trata de algo que uno está dispuesto a afirmar. La escritura como catarsis. La creación artística como bálsamo para el alma. La inspiración como respuesta a la tortura anímica. Mentiras. Resabios románticos que, porque suenan bien y nos hacen sentir especiales, seguimos sosteniendo sin someterlos a la menor reflexión crítica. A continuación, quiero echar por tierra esta centenaria ilusión.
Las personas que afirman que sólo pueden escribir cuando se sienten mal (o, lo que es lo mismo, que si están bien, si son felices, la escritura no les sale) tienden a decir también que escribir les hace bien, que, de hecho, al hacerlo se sienten un poco más felices. ¡Gran incoherencia! Si al momento de sentarse a escribir ellos se sienten mejor, si en ese momento algo parecido a la felicidad los envuelve, entonces la escritura surge de ese estado de felicidad, y no del de tristeza previa. La escritura es así una generadora de, y una respuesta a, la felicidad, y no una consecuencia de la tristeza. De lo contrario tendríamos que decir que al momento de comenzar a escribir la tristeza se vuelve más profunda y aberrante, pero nadie diría eso.
Los que afirman tales cosas se niegan a aceptar que la escritura, como otras tantas cosas, es un pasatiempo, o, más aún (¡mala palabra!), un oficio. Si la escritura sólo nace de la tristeza y la desesperanza, entonces los escritores profesionales deberían ser unos individuos oscuros y melancólicos, y, salvo unas pocas excepciones[1], no lo son. Yo mismo creí en la idea del artista torturado, y lo creí por mucho tiempo, hasta que conocí personalmente a algunos escritores que publican hoy en día. Entonces me di cuenta de que no era tan así. Son hombres y mujeres que tienen sus familias (antes creía que un escritor debía ser un individuo solitario) y sus rutinas bien marcadas. Se toman vacaciones, van al cine, pasean con sus hijos y hacen las compras para abastecer su heladera. Ah, y no se olvidan de pagar los impuestos, por supuesto (otra idea estúpida, creer que los escritores viven más allá de las necesidades materiales y que, por eso, no están al tanto de ellas).
Con esto no quiero negar la idea de que la escritura pueda servir de catarsis. Por supuesto que puede hacerlo, como también la lectura de un libro, una caminata mañanera o un rompecabezas. En ese sentido, la escritura no se diferencia de otros pasatiempos, que sirven para relajarnos y distraernos un poco.
La cuestión está en la convicción de cada uno. Si uno cree que sólo estando mal podrá escribir, entonces sólo va a poder escribir estando mal. Si uno cree que podrá escribir en cualquier momento (y el que piense vivir de la escritura ojalá lo crea), entonces va a poder escribir en cualquier momento. Lo que pasa es que se confunden las ganas de escribir con la posibilidad de hacerlo. Ahí está la cuestión. Si uno se siente feliz porque se enamoró, de seguro va a querer pasar más tiempo con su enamorado y no encerrado escribiendo (o armando un rompecabezas). Pero eso no significa que no pueda hacerlo. Querer es poder. Esa persona no quiere, eso es todo.
En fin, dejémonos de joder con cuestiones poéticas. Si alguien quiere escribir (o pintar, o componer, o armar un rompecabezas), que se siente y escriba. Esa es la única manera de hacerlo, independientemente del estado de ánimo que tenga. Que lo que escriba va a estar afectado de alguna manera por cómo se siente, por supuesto. Nadie lo niega. Eso es lo que hace interesante a las prácticas artísticas.
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[1] Hay muchas historias de escritores torturados y oscuros (podemos nombrar, sin alejarnos del género fantástico, a Poe, a Lovecraft y a Stoker), pero esto no tiene por qué decirnos algo de la figura del escritor. Además, las biografías de estos autores, muchas veces, se encuentran teñidas por leyendas y datos poco fiables. Personalmente, conozco a más de tres peluqueros oscuros, y no por eso vamos a decir que para poder cortar el pelo hace falta estar oscuramente deprimido.
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Totalmente de acuerdo!
ResponderEliminarCreo que es otra de las verdades negativistas a desterrar... buena observacion.
Calamaro canto sobre este tema en la cancion Carnaval de Brasil y tambien opina como Lucas al respecto.
PD: Buena la imagen del post!
Gracias Juan. La imagen corresponde a "La melancolía", del pintor italiano Domenico Fetti (1589-1623).
ResponderEliminarSaludos.
Derecho a réplica. Me cabe el sayo, así que me lo pongo, de inspiradora de este texto.
ResponderEliminarAunque pareciera que esto contradice mi post, no hace sino afirmarlo. Estoy de acuerdo con vos en que se puede escribir estando bien.
Mi reflexión estaba más ligada a una realidad que experimenté: durante los períodos menos felices, escribí más, y a mi criterio, mejor (exceptuando las catarsis medio cursis tirando a horribles que permanecen a resguardo en mis cuadernos personales).
En mi caso personal pasó eso, pero no creo tampoco en la escritura torturada como valor en sí misma. Más bien todo lo contrario y eso es lo que planteo, la necesidad (mi necesidad) de despegarme de ese papel, porque lo considero falso.
Mi inquietud pasa por recuperar el medio de expresión, pasatiempo, oficio, o lo que sea, para expresar ahora otras cosas... porque lo creo posible y sano... pero no sé bien cómo hacerlo. Será ensayo y error, como todo.
Beso
Mou
Llegúe aquí por casualidad y me quedé a chusmear un rato. Felicitaciones al autor de la bitácora.
ResponderEliminarA continuación comparto con ustedes el capítulo 24 de Rayuela, creo que es atinado respecto al post. Saludos.
"—Yo no me sé expresar —dijo la Maga secando la cucharita con un trapo nada limpio—. A lo mejor otras podrían explicarlo mejor pero yo siempre he sido igual, es mucho más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres.
—Una ley —dijo Gregorovius—. Perfecto enunciado, verdad profunda. Llevado al plano de la astucia literaria se resuelve en aquello que de los buenos sentimientos nace la mala literatura, y otras cosas por el estilo. La felicidad no se explica, Lucía, probablemente porque es el momento más logrado del velo de Maya.
La Maga lo miró, perpleja. Gregorovius suspiró.
—El velo de Maya —repitió—. Pero no mezclemos las cosas. Usted ha visto muy bien que la desgracia es, digamos, más tangible, quizá porque de ella nace el desdoblamiento en objeto y sujeto. Por eso se fija tanto en el recuerdo, por eso se pueden contar tan bien las catástrofes.
—Lo que pasa —dijo la Maga, revolviendo la leche sobre el calentador— es que la felicidad es solamente de uno y en cambio la desgracia parecería de todos.
Muchas gracias por permitirme publicar tu articulo. Te comento que ya lo hemos publicado en la web de Murakami en la Orilla.
ResponderEliminarMuchas gracias de nuevo....
Gran blog, amigo.
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Estaba releyendo el articulo que arriba escribiste, amigo, y debo darte mi opinión. Personalmente pienso que el dolor es una fuente de inspiración. Escribo desde que tengo siete años, y he pasado por todos los géneros hasta llegar, finalmente, al que hoy es mi estilo. Sin embargo, previo a eso, he encontrado que durante mucho tiempo la escritura fue una salida. Si Manson lanza su ira en la música, si King habla que el odio a veces puede transformarse en novela, creo firmemente que escribir es la salida de la angustia interna. El que escribe alejado de sus sentimientos, pienso que escribe cosas vacías. ¿Qué es el arte sin emoción?
ResponderEliminarMi primera novela seria comencé a escribirla tras la muerte de la mujer que más quice en mi vida. Era mi mejor amiga, mi primer amor, mi hermana practicamente. Durante un tiempo me encontré bloqueado, sin saber hacia dónde marchar... confundido en medio del caos sincronizado de la ciudad y sus habitantes. Finalmente, salió la novela que me liberó. Escribí con angustia, con dolor, con pasión y tristeza... y escribir fue lo que me ayudó a salir adelante, y a recuperarme.
Escribir también puede ser una terapia para algunos escritores.
Stephen King cuenta en MIENTRAS ESCRIBO (casi una Biblia para mí, y pienso que todo aspirante a escritor debería leerla), como escribir lo ayudó a salir adelante tras el trágico accidente que casi le cuesta la vida en el año 2000.
Asique, como conclusión personal (y respetando la tuya, claro), creo que aunque existen escritores que lo hacen como pasatiempo, escribir necesita de la angustia, el dolor, la pasión, el amor, el odio, y todos los sentimientos... y que sin ellos, es un vacío... un hueco... un agujero negro que absorbe superficies sin valor.
Para escribir, a veces, se necesita oscuridad.
Mis reverencias, amigo.
Lucas, luego de tiempos sin comentarios este tema me obliga.
ResponderEliminarMe parece que con el un simple silogismo tiraste por tierra miles de páginas destinadas a la figura del artista sufrido. "Si al momento de sentarse a escribir se tienten mejor (...) entonces la escritura surge de este estado de felicidad". Afirmación que nadie pudo rebatirte, puesto que una afirmación contraria sería algo así "Yo cuando me siento mal me da por escribir y me salen cosas buenas y me siento peor, y sigo escribiendo, y me siento aún peor, y más, y más, y peor y peor. Pum" Tiro en la cabeza.
Aquel que no pueda ver en la felicidad una cama donde llevar una musa se pierde sólamente la mitad del universo. A elegir personajes.
Solo un dato de mi palo: "El amor despues del amor", sin duda el mejor disco de Fito, nace de su mejor momento con Roth. Cuando se peleó compuso... bue.
Ah, y la figura del genio romántico va muuucho mas allá de estar triste las tardes de invierno:
"- Ludwig, debería cuidar su apariencia, está sucio y despeinado...- acusó la asistente de limpieza a Beethoven.
- Que importa! Cuando sea Dios no les va a importar"
http://criticacreacion.wordpress.com/2009/08/02/por-que-se-escribe-o-en-todo-caso-“para-que”/
ResponderEliminarNo se si mi opinión vale, pero yo pienso que todo sirve para escribir, ya sean estados de ánimos o pensamientos, sirve todo como así un plato roto sirve para hacer arte la depresión, soledad, tristeza, felicidad sirven para escribir. También los sueños sirven para escribir historias o experiencias vividas, en la escuela, el trabajo, la calle, con sus familias o amigos. Solo hay que saber utilizarlos, ya sea para escribir un non ficción o una ficción.
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