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13 de junio de 2021

THE CONJURING (THE DEVIL MADE ME DO IT): La lucha continúa





 

El matrimonio Warren regresa una vez más para enfrentarse a las fuerzas del mal. En esta ocasión, Ed y Lorraine (Patrick Wilson y Vera Farmiga, respectivamente) acuden a presenciar y documentar el exorcismo de David Glatzel (Julian Hilliard), un chico de 8 años que, tras mudarse con su familia a una casa nueva, empieza a sufrir una posesión demoníaca. Las cosas no salen muy bien: el demonio es más fuerte de lo que esperaban y el sacerdote encargado de la ceremonia no puede controlar lo que ocurre. Finalmente, y ante un cura y un Ed Warren derrotados, Arne Johnson (Ruairi O'Connor), el novio de la hermana de David, decide intervenir ofreciéndole al demonio un trato: si deja al chico, puede meterse en él. El espíritu acepta, lo que significa el fin de los problemas de David y el comienzo de los de Arne. Unos meses después, Arne, completamente enajenado, asesina a un hombre. Ante esta situación, Ed y Lorraine tratarán de salvar al muchacho, demostrando que no es culpable de las acusaciones que se le imputan, ya que su forma de actuar respondió a una presencia maligna y extraña en él. Para lograr esto, deberán rastrear los orígenes de la posesión y, así, construir un argumento sólido capaz de convencer al jurado. 

The Conjuring: The Devil Made Me Do It (El Conjuro 3: El Diablo me obligó a hacerlo) es la tercera entrega de la saga de El conjuro, que pone en escena a Ed y Lorraine Warren, el matrimonio de investigadores paranormales que, en la vida real, escribieron una cantidad considerable de libros sobre temas sobrenaturales, participaron en miles de casos y fundaron, en 1952, la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra (New England Society for Psychic Research). Al igual que en las películas anteriores, el guion está basado en un hecho real. En esta oportunidad, se trata del «Juicio de Arne Cheyenne Johnson», también conocido como el caso «El Diablo me hizo hacerlo», en el que la defensa del acusado alegó su inocencia afirmando que el mismo había actuado bajo una posesión demoníaca, consiguiendo una condena a cinco años de prisión, cuando en un principio se esperaba una de entre diez y veinte años. 

No es casualidad que la «franquicia» de El conjuro sea la más exitosa dentro de la industria cinematográfica de terror. Su universo, que incluye las películas de Annabelle, La maldición de La Llorona y La monja, es bien recibido por los amantes del género, dada la calidad, originalidad y solidez de sus entregas. Este nuevo film, que tiene al mismo James Wan en la producción y en la confección de la historia, no es la excepción. 

Con el Conjuro 3, la presencia demoníaca expande sus fronteras e incluye el componente humano como origen trascendido del mal. Y al deseo del mal, a su invocación, se le enfrenta, además de la fe y de los símbolos que ella enarbola y que todos conocemos (la cruz, la Palabra de Dios, el agua bendita, etc.), el amor, también humano, que otorga poder en la debilidad. 

El bien contra el mal. En definitiva, de eso se trata siempre. Y, con El conjuro 3, seguimos siendo testigos de esta lucha, con una historia interesante y bien narrada y con unos protagonistas que, película tras película, nos gustan cada vez más. 

 

 

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Título original: The Conjuring: The Devil Made Me Do It

Año: 2021

Duración: 112 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Michael Chaves

Guion: David Johnson.

Historia: James Wan, David Johnson

Música: Joseph Bishara

Fotografía: Michael Burgess

Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Ruairi O'Connor, Sarah Catherine Hook, Julian Hilliard, John Noble, Eugenie Bondurant, Shannon Kook

Productora: Atomic Monster, New Line Cinema, The Safran Company




9 de junio de 2021

SPIRAL (FROM THE BOOK OF SAW): Una más, y van…


 


 

Así es, 2021 nos trajo una nueva (y novena) entrega de la saga Saw. En este caso, tenemos como protagonista a Ezekiel “Zeke” Banks (Chris Rock), un detective denostado por sus compañeros por haber denunciado, años atrás, a un policía corrupto. Además, Zeke es hijo del anterior jefe de la policía (Samuel L. Jackson), una leyenda que estuvo a cargo de acabar con la inseguridad en Nueva York. Todo esto hace que su estadía en la estación de policía sea poco menos que agónica. Y en este contexto, su mejor amigo (también policía) es asesinado en un macabro episodio que trae a la memoria de todos los retorcidos juegos de John Kramer, el fallecido asesino conocido con el nombre de Jigsaw. A partir de este momento, nuevos asesinatos, todos ellos de policías, pondrán en el centro de la escena a Zeke y a su nuevo compañero, el detective William Schenk (Max Minghella). 

A ver, vamos al grano. La película es mala. No sólo como película de suspenso, sino también (y principalmente) como parte de la franquicia Saw. Los fanáticos de la saga (y me incluyo), que fueron defraudados con la entrega anterior (Jigsaw, 2017), recibirán una nueva decepción. Lo interesante de las primeras siete películas era el gran rompecabezas que se iba armando en torno a los personajes originales. De hecho, en la sexta entrega todavía se puede reconstruir lo que ocurrió en la primera. Estos nuevos intentos de «ampliar» la línea argumental a otros universos, con personajes que no se relacionan con los clásicos, no son más que una respuesta a las exigencias de esta inmensa máquina generadora de dinero que es la industria del cine, capaz de arruinar las mejores historias con tal de impedir, por medio de una oferta desaforada, que el flujo de capitales se detenga. 

Mi humilde opinión es que, si no van a seguir armando el rompecabezas inicial, al menos ya no deberían seguir sumando decepciones. Ni siquiera la participación de actores con el renombre de Samuel L. Jackson, Chris Rock o Max Minghella logra desviar la mirada de una historia poco o nada original, de un final predecible y de un Jigsaw vengativo que carece de la profundidad de John Kramer.

  

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Título original: Spiral: From the Book of Saw

Año: 2021

Duración: 93 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Darren Lynn Bousman

Guion: Josh Stolberg, Pete Goldfinger.

Historia: Pete Goldfinger, Chris Rock, Josh Stolberg

Música: Charlie Clouser

Fotografía: Jordan Oram

Reparto: Chris Rock, Samuel L. Jackson, Max Minghella, Marisol Nichols, Zoie Palmer, Nazneen Contractor, Dan Petronijevic, Morgan David Jones, Edie Inksetter, K.C. Collins, Josh Stolberg, Ali Johnson, Brian Cook.

Productora: Serendipity Productions, Twisted Pictures, Burg/Koules Productions, Dahlstar.

Distribuidora: Lionsgate 




8 de junio de 2021

NO OBSTANTE LO CUAL, de Carlos Marcos


 


 

Hace unos meses, reseñé Desatormentándonos, de José María Marcos[1], uno de los libros que la editorial Muerde Muertos publicó en 2020 para festejar su décimo aniversario. Ahora, quiero hablarles de No obstante lo cual de Carlos Marcos, otro de los títulos conmemorativos que junto con Olvidemos todo de una vez de Fernando Figueras (habrá reseña pronto) forman un tríptico que abarca tres géneros en los que estos escritores dan cátedra: el terror (José María Marcos), lo erótico (Carlos Marcos) y el humor delirante (Fernando Figueras). 

No obstante lo cual comienza con un prólogo del autor titulado «Algo flota en la laguna», en el que nos habla tanto de la génesis de los cuentos que conforman este libro como de la editorial Muerde Muertos, que fundó con su hermano José María en el año 2010. Es un texto muy bello, que hace hincapié en la importancia de los libros, las lecturas y los sueños; sueños que en su caso (como en el de tantos de nosotros) se convierten en literatura y ésta, en «un largo ejercicio de paciencia, de infinita confianza y deseo» (p. 13). También nos aclara el sentido del título, que tiene (como lo tienen también los títulos de los otros libros mencionados) una vinculación con el mundo del rock nacional. En efecto, «No obstante lo cual» es el nombre de una canción de Riff, mientras que «Algo flota en la laguna» lo es de un tema de Pescado Rabioso. 

Todos los cuentos de No obstante lo cual trabajan con lo erótico, aunque lo hacen desde diferentes ángulos, explorando distintas «cavidades». Por mi parte, me gustaría destacar el segundo relato, «Castración», una genial reformulación fantástica de la concepción del tiempo cíclico, con un Borges muy particular y una circularidad cargada de fluidos y perversiones. Asimismo, no puedo obviar la historia que le sigue, «La humanidad se extinguirá con nosotros», una parodia hilarante de Terminator, con un pene enorme que llega desde el futuro para salvar a la humanidad de un apocalipsis fálico[2]. 

«Triángulo de Pascal», el quinto y más extenso de los cuentos, me exige un párrafo aparte. Acá, un escritor y bibliotecario de una escuela de psicoanálisis narra sus derroteros sexuales en distintos eventos culturales, que incluyen masturbar a una mujer en un balcón, rechazar cordialmente las indirectas de una nonagenaria y entablar una relación con una mujer (hasta el momento) lesbiana. Pero lo que más me interesó no son las experiencias sexuales del narrador, sino cómo desnuda la mediocridad de los círculos académicos, siempre movidos por sus cristalizadas convenciones y sus (in)confesables impulsos, e ilustra, en clave ficcional, lo que ya Carlos Marcos expuso en el prólogo: las obsesiones de un escritor que construye sus relatos para lectores circunstanciales y, como tales, pasajeros; lo que hace de sus relatos, al menos para él, producciones también circunstanciales y pasajeras. Finalmente, entre tantas palabras huidizas, entre tanta desazón y tanto egocentrismo, la penetración de (y en) los cuerpos se muestra como la liberación del tiempo en una eternidad exenta de monstruos creados por los sueños de una razón que se niega a dormir. 

Los seis cuentos que componen No obstante lo cual fueron, antes de su compilación, leídos en público en distintos ciclos literarios. Y no sólo eso, sino que, en palabras del autor, fueron incluso escritos teniendo en cuenta la oralidad, lo que les da una frescura particular, que combina el ritmo de la lectura en vivo con la calidad de una prosa exquisita, haciendo de Carlos Marcos algo así como un trovador moderno o, lo que sería más exacto teniendo en cuenta los argumentos de sus relatos, un trovador genital. 

Ahora, tenemos la oportunidad de disfrutar de estas historias en la comodidad de nuestro hogar. No la dejemos pasar. 

 

- Marcos, Carlos. No obstante lo cual. Buenos Aires, Muerde Muertos, 2020.

 

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Sobre el autor: Carlos Marcos nació en Uribelarrea en 1972. Publicó las novelas Recuerdos parásitos (2007) y Muerde Muertos (2012), escritas con su hermano José María. También es autor de la mixtorieta Inmaculadas (2010) y del libro de relatos Tu madre chupa pijas en el infierno (2015). Convocando a grandes artistas visuales, impulsó la edición de iluSORIAS (2013), homenaje a Alberto Laiseca, y Strip-tease: traducción visual (2017), celebrando la obra de Enrique Medina. Ilustró la reedición de Manual sadomasoporno (ex tractat) (2017) de Alberto Laiseca. Es bibliotecario en la Escuela Freudiana de Buenos Aires y encargado del Centro de Documentación Ricardo Rodríguez Ponte. Junto a Teresita Pullol y Horacio Gómez conduce Letraducciones. Con su hermano dirige el sello Muerde Muertos.

 

 



[2] En 2016 tuve la suerte de presenciar el efecto de este cuento narrado en vivo. Carlos Marcos lo leyó en el ciclo Crudo y Cocido, organizado por Giselle Aronson y Fernando Veríssimo en Haedo. Las carcajadas de los oyentes (entre las que se oían mis propias carcajadas) dificultaban, por momentos, seguir la historia.

6 de junio de 2021

En defensa de NÚMERO CERO, de Umberto Eco


 


 

El otro día estaba charlando con un amigo por Zoom y me mencionó la foto de Umberto Eco que subí a las redes sociales, en la que se lo puede ver muy joven, leyendo. En un principio hablamos de cómo algunos autores parecían eternizarse en un rango de edad, como si nunca hubieran sido más jóvenes o más viejos. Umberto Eco es uno de ellos, siempre a la vista con su barba tupida y su corbata en una edad cercana a los 50 años. También hablamos de Arlt, Sabato, Sartre, Neruda, Hemingway y otros tantos escritores que parecían no haber cumplido años nunca. 

Bien, en un momento de la conversación, mi amigo me dijo, como al pasar, que era triste que il professore se hubiese despedido con una novela como Número Cero, que «sin lugar a dudas» no estaba a la altura de sus antecesoras, ni siquiera de la que él consideraba más aburrida, La isla del día de antes. Ante esta afirmación, me mostré en desacuerdo (tal vez un poquito indignado), y empecé a defender su último trabajo de ficción. 

En primer lugar, una de las cuestiones que mi amigo indicaba como señal de decadencia era la extensión: mientras que todas las novelas anteriores de Eco superaban las 500 páginas, Número Cero apenas alcanzaba las 200, y esto gracias a un tamaño de letra y a un interlineado generosos. A esto, respondí que en literatura el tamaño no importa, ya que, según ese criterio, Borges no podría ser considerado un buen escritor (Borges siempre viene bien cuando se habla de tamaños). Además, según ese punto de vista, no haría falta leer las novelas para saber si son buenas o malas, simplemente se tendría que contar sus páginas y, a mayor número de ellas, mayor la calidad de la obra. Algo absurdo. 

Y no sólo eso, sino que, gracias a su breve extensión, Número Cero es la opción perfecta para aquellos que quieran conocer a Eco, pero no se animan a meterse en esos ladrillos intimidatorios como El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault o El cementerio de Praga. En Número Cero se puede encontrar todo lo que identifica a Eco como escritor de ficción: las conspiraciones, los personajes que respiran literatura, las alusiones estéticas, el mundo impreso, las mentiras detrás de las palabras… Con otro agregado positivo, la historia transcurre en lo que podríamos decir «la actualidad». En efecto, Número Cero pertenece a esas novelas de Eco ambientadas en el siglo XX, junto a la ya mencionada El péndulo de Foucault y La misteriosa llama de la Reina Loana. Todo esto hace de Número Cero una excelente puerta de entrada al universo ficcional del escritor italiano. 

«Pero en lo que se refiere a las conspiraciones», siguió mi amigo, «no me vas a decir que Número Cero está a la altura de las otras». Bueno, en lo que se refiere a complejidad y extensión, claramente no, pero una vez más se trata de cómo se ve lo que se ve. Lo que para mi amigo es sinónimo de falencia, para mí no lo es. En Número Cero, la conspiración histórica central gira en torno a la muerte de Mussolini y plantea cómo el Duce pudo haber sobrevivido al avance de los aliados (y gracias a ellos) por medio de una sustitución con un doble para después venirse a vivir a la Argentina (o, en su defecto, irse a vivir al Vaticano). No obstante, esta conspiración (bastante interesante, de hecho) no es la única, ya que toda la novela es en sí una conspiración: el argumento devela cómo los medios de comunicación, en especial los diarios, manipulan los hechos y la verdad. Citas como «Los diarios enseñan a la gente cómo debe pensar» (p. 99) o «El caso es que los diarios no están hechos para difundir sino para encubrir noticias» (p. 169) son un buen ejemplo de eso. 

Para terminar, tengo que decir que no convencí a mi amigo, pero al menos hice el intento. Número Cero es el cierre de una carrera que, al menos para mí, se destacó dentro del panorama literario de los siglos XX y XXI. Considero a Eco un escritor genial y un intelectual digno del protagonismo que alcanzó. Sus ensayos contribuyeron a que la semiótica, la estética y la historia sean lo que hoy son; y sus novelas son desafíos de lectura que nos permiten ver la excelencia a la que puede llegar la literatura. 

Si todavía no leyeron nada de Umberto Eco, sepan que Número Cero es una buena opción para comenzar. No es lo mejor de él, es cierto, pero lo mejor de él está ahí.

 

-   - Eco, Umberto. Número Cero. Buenos Aires, Lumen, 2015.




2 de junio de 2021

NO JUEGUES CON ESO, de Fabián García






«Siempre hay que prestarle atención al segundo libro», les suelo decir a mis alumnos. Y tiendo a agregar: «En el primer libro, y más cuando se trata de cuentos, un escritor pone lo mejor que fue acumulando a lo largo de los años. Por eso, el segundo suele dejar en evidencia el material que quedó descartado del primero junto con lo más reciente del autor, aquello que no tuvo tiempo de corregir hasta el delirio, por lo que uno puede intuir qué tan bueno es un escritor cuando aborda su segundo libro, no el primero». En esta oportunidad, quiero hablarles de un segundo libro, el de Fabián García: No juegues con eso, publicado este año por la editorial rosarina Miércoles 14.

             No juegues con eso reúne diez cuentos fantásticos de una calidad asombrosa y de una oscuridad poco menos que traumática. En relación con lo que dije en un comienzo, Fabián García es uno de esos escritores que con su segundo libro confirman todos los elogios que recibieron con el primero, en su caso La lengua de los geckos, publicado en 2019 por la editorial Muerde Muertos.

             Cuando presenté La lengua de los geckos en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2019[1], hablé de un «fantástico biológico», refiriéndome a ese estilo tan particular de García, que muestra una naturaleza desbordada que rompe con los límites de la realidad (o al menos con lo que se considera «realidad»). En No juegues con eso, el «fantástico biológico» vuelve a estar presente, erizando los pelos del lector y haciéndolo dudar de lo que hasta el momento consideró cierto y familiar: especímenes desconocidos que surgen de la tierra del patio de una casa corriente y poseen a los humanos (“No juegues con eso”); ácaros capaces de alimentarse de los deshechos humanos y, con ellos, construir dobles en dimensiones desconocidas (“La vida imperceptible”); seres indefinibles que proporcionan placeres íntimos a personas ávidas de contacto (“Reír a oscuras”); gatos capaces de lo inconcebible (“Porque éste es mi cuerpo”). En estos relatos, y no sólo en estos, lo sobrenatural no es lo que rompe con lo natural, sino lo que lo excede. Lo fantástico, entonces, no se da por algo que quiebra las leyes naturales. Se da, de manera sistemática, por una ampliación, una exacerbación de los límites de lo natural. Más allá de los límites, nos espera la verdadera (y aberrante) naturaleza de las cosas.

             Pero los relatos de No juegues con eso no sólo trabajan con este «fantástico biológico», sino que, además, algunos de ellos (como “Caí sobre mi diestra”, “Lo antiguo, lo múltiple”, “Somos lo que comemos” y “Ni el día ni la hora”) lo combinan con una vertiente mística, dando un paso más en esta manera tan especial de trabajar lo fantástico. Lo sagrado y lo religioso no pertenecen, en estos cuentos, a un mundo ajeno, puro y extraterreno. Es la misma naturaleza la que alcanza el rango de lo sagrado, y lo alcanza justamente con la incorporación de lo múltiple, con la asimilación de lo discordante, con la exaltación de la pútrida materia.

             Al leer a García, recordé a Horacio Quiroga y al Leopoldo Lugones de Las fuerzas extrañas. No me gusta comparar a los escritores actuales con los «muertos infaltables de siempre», pero en este caso voy a hacer una excepción, porque lo que nos ofrece Fabián García, tanto en La lengua de los geckos como en No juegues con eso, es una anomalía, una excelente y destacable anomalía que recupera lo mejor de la tradición fantástica rioplatense (que muchas veces se pierde de vista por mirar faros extranjeros) y le da un giro nuevo por ser nuevo el siglo en que se ubica.

             Consigan No juegues con eso, que además cuenta con ilustraciones increíbles de Pablo Castillo y una contratapa de Pablo Martínez Burkett. Después me cuentan.



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Sobre el autor: Fabián García nació en 1973, en la ciudad de Buenos Aires, y vive en Ramos Mejía. Asistió a los talleres de poesía de Osvaldo Bossi y Walter Cassara, y actualmente trabaja su narrativa con Guillermo Martínez. Publicó sus poemas en fanzines y revistas, y colabora con artículos en diversos medios digitales. Devoto del relato de horror (en especial el del siglo XIX) y la ficción distópica, admira a Borges, a Kafka y a Poe. El sello Muerde Muertos publicó en abril de 2019 La lengua de los geckos, su primer libro de cuentos. En 2021 la editorial Miércoles 14 publicó el segundo, No juegues con eso, con ilustraciones de Pablo Castillo.

 



           

 

 

 



[1] Pueden leer el texto de la presentación de La lengua de los geckos en https://ellugardelofantastico.blogspot.com/2019/05/la-lengua-de-los-geckos-de-fabian-garcia.html

1 de junio de 2021

ARMY OF THE DEAD: Los zombis de la polémica




 

En diferentes páginas y cuentas, a lo largo de estos últimos días, leí críticas muy dispares sobre El ejército de los muertos (Army of the Dead), una película de Netflix que nos trae un nuevo apocalipsis zombi.

 

¿DE QUÉ TRATA?

             En el desierto de Nevada, a pocos metros de la famosa ciudad de Las Vegas, un escuadrón militar transporta una carga misteriosa encerrada en un contenedor. Nadie sabe qué posee, ni siquiera los soldados involucrados en el traslado. De pronto, un accidente impide que el convoy llegue a destino y libera la carga, que no es otra cosa que un zombi con capacidades que no sólo están muy por encima del muerto vivo promedio (y que tanto conocemos), sino también de cualquier ser humano vivo.

             Tiempo después, Las Vegas es aislada y los zombis quedan atrapados en ella. Con todo el dinero de los casinos, de más está aclarar. Finalmente, y como un modo de terminar de una vez por todas con la existencia de esos seres que, aunque lejos, siguen presentes como amenaza, el gobierno de los Estados Unidos se propone lanzar una bomba atómica a la ciudad. De esta manera, se acabaría con todo de una buena vez. Pero antes de que eso ocurra, el señor Tanaka (Hiroyuki Sanada) contrata a Scott Ward (Dave Bautista) para que forme un grupo de mercenarios y logre ingresar a uno de los casinos de la zona, acceda a la caja fuerte y extraiga de ella 200 millones de dólares, de los cuales 50 serían para repartir entre Scott y sus colegas. Si logran salir con vida de la ciudad, claro, cosa que no es muy factible, principalmente porque todo está lleno de zombis y, además, porque dentro del grupo no faltarán las traiciones y los desentendidos.

  

¿POR QUÉ LA POLÉMICA?

             Honestamente, no puedo entender la polémica que se generó en torno a esta película. A veces pienso que, a falta de verdaderas discusiones artísticas, las personas terminan peleándose por cualquier cosa. El ejército de los muertos es una película de zombis y, como tal, cumple con lo que se propone: entretener y hacer saltar al espectador. Hay buenos efectos especiales, los zombis están bien hechos, la acción (cuando llega) es constante y el suspenso, eficiente. Después podemos discutir si nos gusta o no el «tipo de zombi» que se plantea en el film. Entre toda la gama de muertos vivos que podemos ver en las películas (y que en el extremo «vegetal» contiene al tipo que apenas puede caminar y que basta un chorro de agua para deshacerlo, como en The Walking Dead), acá nos encontramos con el modo «ágil» llevado a la exacerbación: en esta cinta, los zombis se comunican entre sí, saben métodos de combate cuerpo a cuerpo, se enamoran e, incluso, esquivan balas. Puede que esto no nos guste, pero no hace de la película un producto malo. Y si lo fuera, ¿no sería una contradicción rasgarse las vestiduras por eso? Lo irónico de las películas de zombis es que pueden ser denostadas por buenas y valoradas por malas.

             El ejército de los muertos es una muy buena opción para una noche fría y torturada por el encierro. Eso sí, no se olviden del balde de pochoclos.

 

 

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Título original: Army of the Dead

Año: 2021

Duración: 148 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Zack Snyder

Guion: Zack Snyder, Shay Hatten, Joby Harold. Historia: Zack Snyder

Música: Junkie XL

Fotografía: Zack Snyder

Reparto: Dave Bautista, Ella Purnell, Ana de la Reguera, Theo Rossi, Huma Qureshi, Omari Hardwick, Hiroyuki Sanada, Garret Dillahunt, Raúl Castillo, Nora Arnezeder, Matthias Schweighöfer, Samantha Jo, Richard Cetrone.

Productora: The Stone Quarry.

Productor: Deborah Snyder.

Distribuidora: Netflix



1 de mayo de 2021

LA RESISTENCIA DE LA CULTURA

Sobre cancelación, deformación histórica y lucha cultural.

 



Hace poquito mencioné en un estado a Sabato y reflexioné sobre cómo nosotros, personas del siglo XXI, fracasamos en relación con aquel pedido suyo de "resistir" ante el avance de un mundo vertiginoso, tecnocrático y tecnólatra. Ayer, 30 de abril, se cumplieron diez años de su muerte, ocurrida en 2011. Ahora, me gustaría decir algunas cosillas más. 

Para empezar, voy a citar una frase del ensayo que mencioné en aquella ocasión, La resistencia, publicado en 2000, pero vigente en todo momento, principalmente ahora:

 

"La humanidad está cayendo en una globalización que no integra culturas, sino que las desintegra para imponer sobre ellas un patrón uniforme que permita incorporarlas al sistema mundial". [1]

 

            Es decir, la humanidad está perdiendo su identidad justamente por buscar una identidad común, que barre con las diferencias y nos vuelve a todos iguales, en pos de una absurda idea de justicia que cree que diferenciarse es discriminarse. Y esto no sólo lo podemos ver en la actualidad, donde, por dar sólo un ejemplo, decirle “negro” a una persona es insultarla, independientemente del contexto y de las intenciones del hablante y del referente[2], sino también en la mirada miope que ejercemos sobre la historia. Vivimos en una época que sacrifica la verdad histórica a las corrientes del pensamiento en boga. Así, vemos a una Ana Bolena negra o a una Marie Curie que se enfrenta a su marido por verse “silenciada” en una relación machista y patriarcal. Dos hechos completamente falsos, que en el caso de Curie llega incluso a ultrajar la vida misma de aquella a la que se quiere (supuestamente) rescatar[3]. En resumidas cuentas, como el racismo está mal, hagamos justicia mostrando que Ana Bolena era negra. ¿Qué queda?, ¿decir que Federico Barbarroja era mujer porque el machismo es malo? Todavía no se llegó a tanto… Hasta ahora, al menos. 

Somos chicos caprichosos que desean ver su verdad estampada en el frágil cristal de la realidad, y como eso no se puede conseguir estudiando, entonces deformamos, mentimos y alteramos todo. Para lograr esto, la ignorancia y la censura (hoy llamada “cancelación”) funcionan como estandartes de una cultura que no sólo ve lo que quiere ver, sino que, como lo que quiere ver no existe, lo inventa, silenciando a todo aquel que levanta la voz para denunciar el atropello. 

De hecho, en menos de un mes vi cómo FB, por un lado, me censuró el análisis de una novela de Dean Koontz por dar información falsa sobre la realidad (como si la ficción tuviera que confirmar a la ciencia) y bloqueó la cuenta de un contacto por un comentario que incitaba al odio, mientras que IG, por el otro, bloqueó la cuenta de mi hija de 11 años por razones similares... Me acuerdo de cuando llegaron las redes sociales y se hablaba de una "democratización de la información" y de una "libertad de expresión" imparable. Según se decía, ya ningún tirano iba a poder controlar lo que pensara y dijera la gente. Claro, ningún tirano podría hacer nada, pero nadie pensó en los directores de estas enormes empresas y en sus algoritmos idiotas, incapaces de percibir la ironía; tampoco pensaron en la ignorancia de aquellos que quieren “dirigir la historia” y llevar a la humanidad a una “libertad” en la que sólo se diga, se piense y se haga lo que ellos desean que se diga, se piense y se haga. Suele decirse que la ignorancia es atrevida. Yo agregaría que es, también, rabiosa en su despliegue de mediocridad. 

            Volviendo a Sabato. ¿Qué diría él si pudiera ver en lo que nos convertimos y en lo que, violenta y ciegamente, persistimos? Ernesto Sabato murió hace diez años, poco antes de cumplir los cien. No obstante, no creo que sea incorrecto afirmar que, en esta última década, el mundo experimentó más cambios que los que el escritor nacido en Rojas presenció a lo largo de toda su extensa vida. 

 

 

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[1] Sabato, Ernesto. La resistencia. Buenos Aires, Seix Barral, 2006, pág. 63.