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«Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». Lc 18, 8.
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Recuerdo que de niño mis festividades favoritas eran la Navidad y la Pascua. La primera por los regalos y la segunda por ese algo especial que sentía a mi alrededor: las películas Jesús de Nazareth, Rey de reyes y Los diez mandamientos; las misas y el Vía Crucis; el pescado en la mesa (en casa nunca comíamos pescado, por lo que el suceso no pasaba inadvertido). Por supuesto, también estaban los días libres y los huevos de chocolate, pero no era por ellos que me gustaba la Semana Santa. Lo que más me atraía era la sensación de vivir por unos días en un mundo distinto, más renovado, puro y místico. A medida que fui creciendo, el misticismo fue perdiendo fuerza y presencia en un momento histórico en el que, cada vez más, se relega lo religioso en pos de otros intereses.
No pretendo hacer un post religioso ni juzgar a aquellos que, como no cristianos, tienen todo el derecho del mundo a pasar sus horas como se les dé la gana. ¿Por qué, si una persona no cree en Dios, tiene que guardar el viernes o tolerar toda una programación televisiva religiosa? Recuerdo que mis padres me contaron que, cuando ellos eran niños, las radios en Semana Santa sólo pasaban música sacra. ¿Por qué una persona con creencias diferentes debe tolerar eso? Bueno, hoy por hoy no tiene que hacerlo: la televisión ofrece muchas otras opciones y las radios transmiten como en cualquier momento del año. En la calle, prácticamente nada hace pensar en una conmemoración santa: algunos negocios cerrados, chocolate por todas partes y los centros turísticos repletos son los únicos indicios de la muerte y resurrección de Jesucristo.
No voy a decir, porque en realidad no lo creo, que antes era mejor. Obligar a las personas a celebrar algo en lo que no creen no es el camino adecuado, aunque me gustaría que el mundo creyera más, como me gustaría creer más yo también. Soy cristiano, más exactamente católico, y vivo con pesadumbre la progresiva falta de fe. No me refiero al incumplimiento de los ritos, sino a la postura de completo desinterés hacia lo divino (a veces me imagino a Jesús en el Paraíso, mirando a la humanidad y pensando que conserva más cicatrices en su cuerpo que seguidores en la Tierra). Varias veces oí la expresión «católico (o creyente) no practicante». Bueno, en estas fechas es cuando queda en claro que dicha expresión es una falsedad, una mentira que las personas se dicen a sí mismas para no admitir que dejaron de creer. Creer significa, de algún modo, asumir, y, al asumir, nuestras prácticas se ven alteradas. La fe, es verdad, no necesita de la práctica, pero necesariamente ésta se ve transformada por aquélla. El creyente que vive como si no lo fuera no es creyente. La persona que cree tal vez no vaya a misa o no siga todos y cada uno de los preceptos de la Iglesia, pero de alguna manera practica su fe. En algún punto debe hacerlo.
Tal vez el feriado deba ser sólo para los creyentes. Así dejaría de ser una razón para tomarse vacaciones o para salir a bailar desde el miércoles hasta el domingo. No es bueno obligar a las personas a celebrar algo en lo que no creen, pero tampoco es bueno que las personas que no creen se valgan de la celebración de los creyentes para tomarse días libres. Si vamos a lo justo, lo justo es justo.
Muchos se quejan de que los valores se están perdiendo, de que la gente es cada vez más violenta y maleducada, de que estamos cada vez peor… No sé si es cierto; pero si lo es, me preguntó cuánto tendrá que ver el abandono sistemático de las creencias religiosas. En todo caso, me imagino que mucho.
Por último, los invito a leer (o a releer) el post «Elí, Elí, lamá sabactani», que reflexiona sobre las últimas palabras de Cristo en la cruz y que tanto tiene que ver con estos días.
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2 de abril de 2010
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Hermano, no sabía que sos creyente. Interesante reflexión, sobre todo el punto de que los no creyentes no deberían tener días libres, lo cual es muy coherente. No soy creyente, más bien ataco fieramente la religión (no solo la católica, sino todas), pero sobre todo por los tejes y manejes que hay en la administración de las instituciones. Lo que cada quien quiera o no creer es algo muy personal y que debe respetarse, no me meto con eso. En fin, saludos y ya que la celebrás, feliz pascua para vos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Lucas!
ResponderEliminarSoy uno de los que no van a la misa los domingos, quizá cuando digo la frase "no practicante" me refiero a eso.
El tema de la utilización del feriado de semana santa para descansar o divertirse, en lugar de reflexionar con la conmemoración, me parece que es algo coherente en todos los feriados
Este último en particular también paso el 2 de abril y de hecho el gobierno anuncio que al próximo feriado de la revolución se le va a "agregar" el 24 (que cae lunes) como para tener un lindo finde largo.
Si bien quizá la revolución si es para festejar, ya hace tiempo que en los feriados se dejo de conmemorar el día en cuestión.
Reconozco que soy uno de los que no reflexiona en ninguno de los feriados. Por sobre todo los disfruto por no tener que ir al laburo.
Voy a pecar de SIMPLISMO pero yo le echaría la culpa a los pocos "días no laborables" en el año...
Me considero un afortunado por no laburar los fines de semana y feriados (aunque lo hice no hace tanto) pero 9 horas de laburo + viaje POR DIA nos deja muy poco margen de VIDA por mucho que nos agrade el trabajo.
Psicológicamente es como un hueso que nos tiran cuando todos tenemos hambre de vivir. Un hueso de VIDA en este caso...
Dos posturas:
ResponderEliminar1) E. P. Thompson, el historiador marxista inglés, dijo alguna vez (confieso que no lo leí, me lo contaron) que los obreros del siglo XVIII-XIX usaron como pretexto frente a sus patrones que el domingo es el "día dedicado al Señor" y lograron de esa manera convertirlo en jornada no laborable. Un argumento reaccionario para un logro progresista, se ha dicho.
2)En Uruguay son menos caretas. A la semana Santa la llaman, desde fines del siglo XIX, "Semana del Turismo", así, sin más. Y no es un dicho popular, es la denominación que le da el propio Estado. El Estado uruguayo es laico y su población presenta pocos adeptos católicos en comparación con el resto de Latinoamérica. Y sin embargo, festejan.
En fin, usos de Dios por parte de zurditos y liberales. Que son, desde lugares opuestos, los más grandes ateos que engendró la modernidad.
Saludos!!