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6 de abril de 2019

CEMENTERIO DE ANIMALES (2019): A mitad de camino (de la nada)







No tiene mucho sentido que haga una síntesis de Cementerio de animales (Pet Sematary), todos la conocen. Sólo diré que la familia Creed se muda a un pueblito llamado Ludlow con la intención de llevar una vida más relajada. Louis, el padre, comienza a trabajar como médico en el campus de la universidad, mientras que Rachel, su esposa, se queda en casa con sus dos hijos, Ellie y Gage, y su gato, Church. Recién mudados, entra en su vida su vecino, el viejo Jud. Poco después, aparece la desgracia. El resto, como se suele afirmar, es historia.

            Mientras miraba la película, sumido en la oscuridad del cine, no podía evitar hacerme una simple y obsesiva pregunta: «¿por qué?». ¿Por qué adaptar una película cuya novela es excelente? ¿Por qué volver a hacer una película que ya se ha hecho eficazmente treinta años atrás? ¿Por qué introducir cambios en la historia que no sólo no suman, sino que restan? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

            Por supuesto, dejando de lado el factor económico, no hay una respuesta que lo explique.

            Ya antes reflexioné sobre la razón de ser de las remakes[1]. Básicamente, no creo que haya un verdadero motivo (artísticamente hablando, claro) para hacerlas. Nunca una remake puede salir ganando. Si es muy similar a la película original, su existencia carece de sentido (¿por qué no ver la original entonces?), y si es muy diferente carece de explicación (¿por qué no hacer una película enteramente nueva?). Por otra parte, y con respecto a su calidad, si la remake es mejor, defraudará al fan (que ya tiene en el film anterior un objeto de culto), mientras que si es peor, no tiene razón de ser. Y si encima sumamos el factor literatura, la ecuación se exacerba. Son muy pocas las películas que logran cierta dignidad ante el libro. Sólo una sucesión de generaciones indolentes puede explicar el éxito de algunos films. Así, como muchas personas ya no tienen la intención (ni la capacidad) de leer una novela, esperan con fruición y ansiedad la película, creyendo ilusoriamente que disfrutan de Stephen King sólo por ver alguna de sus innumerables adaptaciones. 

            Y esto nos devuelve al tema principal del artículo. 

            El problema con películas como Cementerio de animales (al igual que con It[2]) es que no se valoran según lo que son, sino según lo que deberían ser (es decir, según lo que no son). Cuando tenemos que opinar sobre Cementerio de animales (2019), lo hacemos comparándola con el film de 1989 o, lo que la deja todavía en peores condiciones, con la novela de Stephen King de 1983. Lo que en el libro era excelente, en la adaptación de los 80 era aceptable, mientras que en esta nueva versión simplemente «no es»: la relación de Louis con sus suegros, la presencia de Church en la familia, la necrofobia de Rachel, el vínculo paternal de Louis con Jud, las historias pasadas en torno al cementerio micmac y una larga lista de etcéteras. Todo en esta nueva adaptación es rápido, tan rápido que apenas permite una ligera empatía del espectador con los personajes. Los recursos son ante todo sensibles (apariciones visuales abruptas con las esperadas subidas de volumen), abandonando tanto el componente psicológico y emocional como el clima de absoluta perturbación, presentes tanto en el film anterior como en la novela.

            En conclusión, Cementerio de animales/libro deja una marca en el lector que permanece mucho más allá de la lectura de sus páginas. Cementerio de animales/película/1989 deja una marca en el espectador que permanece más allá de los minutos de pantalla. Cementerio de animales/película/2019 deja una angustia por ausencia de marca.

            En fin, creo que no estaría mal que la industria del cine olvidara por un momento que es una industria y se centrara en su costado artístico. Así, tal vez (y sólo tal vez), empezaríamos a disfrutar de películas originales y de buena calidad.


***
Título original: Pet Sematary
Año: 2019
Duración: 101 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Dennis Widmyer, Kevin Kolsch
Guion: Dave Kajganich, Jeff Buhler (Novela: Stephen King. Historia: Matt Greenberg)
Música: Christopher Young
Fotografía: Laurie Rose
Reparto: Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Naomi Frenette, Alyssa Brooke Levine
Productora: Alphaville Films / Paramount Pictures



4 de marzo de 2019

"TE GUSTE O NO" en Periódico Irreverentes



     ¡CUENTO NUEVO! Amigos, arrancamos la semana con todo. Periódico Irreverentes acaba de publicar mi relato "Te guste o no". Los invito a leerlo.

https://periodicoirreverentes.org/2019/02/25/te-guste-o-no/







CRÓNICA DE UNA EXPERIENCIA PARANORMAL: "El ángel de la guarda"




“Ángel de la guarda” de Bartolomé Esteban Murillo (1665-1666)


La maestra abrazó a Benjamín, mi hijo, le dio un sonoro beso en la mejilla y le entregó un enorme globo amarillo. Benja, ya deseoso de irse, salió corriendo de la sala de 5 años del Jardín Municipal Nº 12 con una sonrisa enorme y el globo entre sus manos. Después, la rutina de todos los días: revisar que todo estuviera en condiciones (el cuaderno en la mochila naranja, la campera en el perchero) y salir a la calle para volver a casa.

Ya en la vereda, me encontré con una mamá del jardín, con la que empecé a hablar sobre cuestiones que ya hoy no recuerdo, pero que con toda seguridad versaban sobre el día a día de los chicos. Fue entonces cuando Benja empezó a lanzar el globo hacia arriba y a perseguirlo según lo llevara el viento. Sin perderlo de vista, yo me debatía entre la educación de hacer callar a la mamá y la desesperación de ver que Benja se alejaba más y más por la vereda. Cuando ya estuvo lo suficientemente lejos, dejé de lado mis tapujos y, levantando una mano, interrumpí a la mujer, al tiempo que le gritaba con todas mis fuerzas a mi hijo para que volviera. Por supuesto que no lo hizo, sino que siguió en pos de su juguete. Seguí gritando, hasta que pude ver cómo el globo cambiaba de trayectoria y se acercaba peligrosamente hacia la calle. Benjamín, pendiente sólo de él, bajó el cordón y se perdió entre dos autos estacionados.

            Grité, desesperado y en vano, y empecé a correr hacia donde estaba mi hijo, sabiendo que si él seguía caminando no había nada que yo pudiera hacer. Sólo lograba ver el globo amarillo, flotando por encima de los autos, en dirección a la calle…

            No voy a mentirles, en ese momento no pensé en nada más que en mi hijo y en el peligro que corría. Sólo después se me vendría a la mente la semejanza de la escena que estaba viviendo con la de Cementerio de animales de Stephen King. Cuando dicha escena se me presentó, el peligro ya había pasado, aunque las piernas todavía me temblaban y el corazón no había disminuido el ritmo de sus latidos.

            En fin, me había quedado en el momento en que el globo se acercaba peligrosamente a la calle. No podía ver a mi hijo, ya que estaba entre dos autos estacionados, pero no dudaba de que su atención estaba centrada exclusivamente en el puto globo y que lo iba a seguir a dondequiera que fuera. Y entonces, lo imposible. Cuando el globo ya había sobrepasado los autos y estaba sobre la calle, cambió de dirección de manera abrupta y volvió hacia la vereda. Detrás de él, corriendo, apareció mi hijo, saliendo de entre los autos. Cuando llegué, él ya tenía el globo entre las manos y estaba tan seguro como se podía estar en una vereda de la localidad de Morón.

            Volvimos finalmente hasta donde estaba la mamá del jardín, quien, ante mi sorpresa, estaba más pálida que yo.

            –¿Qué pasa? –le pregunté.

            Ella me miró, confundida.

            –¿No lo viste? –me preguntó a su vez.

            –¿Qué cosa?

            En un primer instante, pensé que se refería a alguna persona que, oculta a mi mirada por los autos, le había dado un manotazo al globo para que regresara a la vereda, ya que su cambio de trayectoria había sido abrupto y (al menos en ese momento me lo pareció) físicamente imposible. Sólo la intervención directa de una fuerza hubiera podido hacerlo cambiar de dirección de esa manera. Pero no, la mamá del jardín no se refería a eso.

            –El camión –dijo–. Venía un camión. Si Benja seguía, lo agarraba.
           
            –¿Y la persona? –le pregunté.

            –¿Qué persona?

            –La que le pegó al globo. Si Benja hubiese seguido, ella lo habría agarrado.

            –Lucas –dijo la mujer, sin recuperar todavía el color–. Yo bajé a la calle para mirar y, a parte del camión que venía, ahí no había nadie.

            El golpe emocional que recibí fue inmediato y contundente. Las piernas me temblaron todavía más y la sensación de estar flotando se incrementó. Si ahí no había nadie, ¿cómo el globo había cambiado de dirección de esa manera imposible?

            Traté de disimular mi confusión. Saludé a la mujer y me fui con mi hijo a la parada del colectivo, para volver a casa. Estaba tan consternado que en vez de agradecer el «milagro» del globo, agradecí a Dios no haber visto el camión.


***


Pensé en esta sección para contar historias verdaderas de personas verdaderas a las que les hubiese pasado algo que se pudiera considerar (o que ellas mismas consideraran) paranormal. Hasta el momento, tengo recopiladas varias experiencias de gente cercana a mí, aunque todavía no me senté a darles forma. Ahora, sin embargo, quiero escribir sobre mí o, mejor dicho, sobre mi hijo (que siempre es una forma de escribir sobre mí). Lo que precedió y lo que sigue a continuación es una interpretación subjetiva de una serie de hechos que me sorprendieron muchísimo. Tal vez el lector interprete todo de una manera distinta y crea que yo, por fin, me resbalé de la cornisa hacia el lado de la locura. Si eso es cierto, espero no arrastrar a nadie en mi caída.


***


            Todo comenzó cuando mi esposa quedó embarazada de nuestro segundo hijo, Benjamín. Ella siempre se encargó de los nombres, por lo que el del pequeño por venir ya estaba decidido. Sin embargo, poco antes del parto, tuve un sueño muy extraño. Soñé que un ángel rodeado de luz se me aparecía mientras yo todavía estaba en la cama y me decía: «Si quieren llamar al chico “Benjamín” está bien, pero sepan que su nombre es “Mateo”». Después, el ángel se fue y yo supongo que desperté (en realidad no lo recuerdo), porque tengo la sensación de que no me olvidé ningún detalle de lo soñado. Desde ese momento, mi hijo pasó a llamarse «Benjamín Mateo».

            Benja fue creciendo y, a diferencia de su hermana mayor, tardó más de lo normal en hablar. Cuando por fin lo hizo, sus dificultades se hicieron evidentes. No pronunciaba correctamente y, para un oído no acostumbrado a su dicción, era poco menos que incomprensible. Por eso, cuando nos contó que tenía un amigo imaginario llamado «A», cuyo nombre recogía el sonido más simple de todos los sonidos, creímos que no era más que una consecuencia esperable en alguien que todavía no podía modular correctamente. Y la vida continuó, con los sobresaltos de todos los días, destinados a convertirse, en su mayoría, en olvido y, en su minoría, en relatos. Benja siguió creciendo (sigue creciendo), luchando, tratamientos fonoaudiológicos de por medio, contra su dificultad para hablar. «A» continuó presente durante un buen tiempo, y ahora sólo es mencionado al pasar, muy de vez en cuando.


***


            Hace poco, mi esposa estaba leyendo sobre los ángeles de la guarda y sobre qué ángel le corresponde a cada persona según su fecha de nacimiento. Honestamente, no creo mucho en esas cosas, pero cuando llegó al ángel de la guarda de Benjamín quedamos más que sorprendidos. Teniendo en cuenta su natalicio, el ángel de la guarda de mi hijo es un querubín y se llama «Hahaiah». Me pregunto como puede escuchar y reproducir el nombre «Hahaiah» un nene que apenas puede hablar, con una «h» que bien puede ser muda y una «i» que se pierde entre la abundancia de la primera de las vocales. Y sí, si me preguntan a mí, un nene de esas características bien puede reproducir ese nombre con una simple «A».

            Yo solamente me pregunto: ¿Fue «A» quien empujó ese puto globo amarillo, devolviéndolo, de una forma imposible, a la vereda?

Si fue así, gracias, «A». Benja sigue bien.



16 de febrero de 2019

LAS HORAS OSCURAS, de Juan Francisco Ferrándiz





«Es la luz de la sabiduría o la oscuridad de la ignorancia lo que está en lid ahora.»
Juan Francisco Ferrándiz, Las horas oscuras.


En el año 996, el monje benedictino Brian de Liébana llega a las remotas tierras del condado de Clare, en Irlanda, con el fin de restaurar el monasterio de San Columbano, destruido por los vikingos décadas atrás en una incursión que no sólo le quitó la vida al lugar, sino también a sus moradores, entre ellos el abad (y hermano del monarca) Patrick O’Brien. En la zona no quedan más que restos abandonados, a los que arriba Brian, portando como único equipaje un viejo arcón, del que no se separa en ningún momento. El misterio reviste al monje y a su misión en tierras tan aisladas. Pronto, las intenciones de Brian comienzan a conocerse: está allí para cumplir con el cometido del «Espíritu de Casiodoro», una hermandad (que no sólo incluye a monjes) que se propuso conseguir, conservar y resguardar a toda costa el saber adquirido por la humanidad hasta ese momento. Por esto mismo, no es de extrañar que, en la reconstrucción de San Columbano, la biblioteca y la parte del scriptorium sean las protagonistas.

            Cuando Dana (una mujer rescatada por Brian) y otros monjes del «Espíritu» se unan en la reconstrucción del monasterio, las fuerzas del mal también se pondrán en movimiento para impedir que los hermanos logren su cometido. Vlad, perteneciente a la Scholomancia, una orden compuesta por strigois (seres espectrales no del todo humanos, no del todo demonios), dejará las tierras de Valaquia y hará todo lo que esté a su alcance para conseguir el códice de San Columcille, el tesoro más preciado de los monjes, un manuscrito iluminado capaz de purificar a quien lo contemple, incluso a un strigoi.

Con un pasado que guarda sus propios misterios, y ayudados por los druidas del bosque que perviven en Irlanda, Brian y sus amigos se enfrentarán a duras pruebas con el fin de develar los secretos que se esconden detrás de los muros del monasterio de San Columbano y de resguardar tanto el códice de San Columcille como el resto de los libros que forman parte de la biblioteca.

Arrancar el 2019 con Las horas oscuras de Juan Francisco Ferrándiz es, sin lugar a dudas, un buen augurio literario. Se trata de una novela que reúne todo lo que a mí me puede llegar a gustar: una historia cargada de suspenso y magistralmente escrita (en la que lo más importante son los libros), una ambientación medieval y una inusual representación de los monjes benedictinos, en este caso preparados para la lucha  y defensores del saber (de todo saber, no sólo el cristiano). ¿Qué más se puede pedir?

Más de una vez he discutido con personas que aseguraban (y todavía aseguran, supongo, ya que no hay ilusión más grande que la de creer que se puede convencer a alguien) que la Iglesia Católica retrasó el saber durante toda la Edad Media. Las horas oscuras permite ver una idea distinta: la de que los monasterios fueron aquellos lugares en los que el saber estuvo a salvo, no sólo del fanatismo religioso (que pedía eliminar todo aquello que no coincidiera con la doctrina), sino también de las manos desinteresadas de aquellos que, inclinados a otras cuestiones, no veían en los códices más que objetos inútiles y de poco valor.

            Lean esta novela. Cada vez son menos los libros que uno puede recomendar con absoluta confianza. Éste es uno de ellos.


- Juan Francisco Ferrándiz, Las horas oscuras, Buenos Aires, Grijalbo, 2012.



***
Sobre el autor: Juan Francisco Ferrándiz Pascual nació en Cocentaina (Alicante) en 1971. Es Licenciado en Derecho y actualmente ejerce como abogado. Ha publicado Secretum Templi (2003), escrita en valenciano, Las horas oscuras (2012), La llama de la sabiduría (2015), que consolidó su prestigio dentro del género de la novela histórica, y La tierra maldita (2018).




10 de febrero de 2019

ATERRADOS: terror convincente y efectivo





            Voces que salen de una tubería, una presencia tan inquietante como inexplicable, muertos que no terminan de morir, la locura acechante en cada rincón… Todo esto y mucho más se puede ver en la película Aterrados, del argentino Demián Rugna.

            Desde un punto de vista personal, podría decir que, salvo algunas pocas excepciones, el cine de Hollywood me viene desilusionando cada vez más en lo que se refiere a su oferta de películas de terror. Por esto, y gracias a plataformas como Netflix o a la gran oferta de internet, puedo recurrir, cada vez con mayor frecuencia, a películas de otros países como Corea, Tailandia, Francia o México. La jugada no siempre sale bien (la decepción no respeta fronteras), pero al menos soy internacionalmente decepcionado. Sin embargo, no todo está perdido, y cada tanto aparece un título que me devuelve un poco la emoción perdida. Y acá es donde aparece Aterrados.

            Hace tiempo que venía escuchando hablar de esta película (premios, nominaciones, festivales y reseñas por doquier). Con sorpresa (y, por qué no decirlo, con alegría), la encontré en Netflix. La vi enseguida, no pude esperar. Es raro que una película guste cuando previamente se depositó en ella grandes expectativas, y las expectativas que había puesto sobre Aterrados eran excesivas… Y me gustó. Mucho.

            Todo comienza cuando Clara escucha voces extrañas que salen de la tubería de la cocina, diciéndole que la van a matar. Aunque esto no es del todo exacto, ya que la película no carece de saltos en el tiempo que nos muestran que el origen no está nunca donde uno supone que lo va a encontrar. Así, conocemos a Walter Carabajal, vecino de Clara, un muchacho que ya viene conviviendo con estas extrañas manifestaciones desde hace meses y que apenas lo dejan dormir. Finalmente, después de la muerte de un nene que se niega a morir del todo, la indagación de los sucesos la llevarán a cabo los investigadores de eventos paranormales Jano (en realidad un forense policial ya retirado), la doctora Albreck y Rosentock, acompañados por un desbordado comisario Funes. Los resultados de las pesquisas, además de poner la piel de gallina, funcionarán como la punta de un ovillo que desenredará (aunque nunca del todo) la trama oculta de la misma realidad, nunca exenta de grietas.

            La dirección de Demián Rugna, los efectos de sonidos, la estética propuesta y las excelentes interpretaciones de todos y cada uno de los actores hacen de Aterrados un film de terror convincente y efectivo. Los saltos en el asiento son constantes, lo mismo que la rigidez propia del verdadero suspenso. Háganme caso y, en cuanto puedan, vean Aterrados. Harán del nombre de la película un estado de su propia persona.


***
Título original: Aterrados
Año: 2018
Duración: 87 min.
País: Argentina
Dirección: Demián Rugna
Guion: Demián Rugna
Fotografía: Mariano Suárez
Reparto: Maxi Ghione,  Norberto Amadeo Gonzalo,  Elvira Onetto,  George Lewis, Agustín Rittano
Productora: Machaco Films / INCAA




4 de enero de 2019

EL VISITANTE, de Stephen King






«La realidad es una capa de hielo muy fina,
pero la mayoría de la gente patina sobre ella
durante toda su vida y nunca caen y se hunden
del todo. Nosotros caímos, pero nos ayudamos
mutuamente a salir.»

Stephen King, El visitante.



Hace unos días, subí un post en el que afirmaba, con un entusiasmo que rayaba la euforia, que estaba leyendo el último libro de Stephen King publicado en Argentina, El visitante. Bueno, ya lo terminé, y tengo que decir ahora que parte de esa euforia quedó en el camino. La novela es buena (MUY BUENA, comparándola con mucho de lo que se publica hoy en día, incluso relacionándola con la novela anterior del maestro de Maine, Bellas durmientes), pero sin lugar a dudas lo mejor de ella permanece en las cien o doscientas primeras páginas.

 La novela comienza como un policial imposible. En el pueblo de Flint City se acaba de cometer un crimen horroroso: Frank Peterson, de 11 años, apareció brutalmente asesinado, mutilado y sexualmente abusado. Las pruebas incriminan de manera irrefutable a Terry Maitland, un ciudadano ejemplar, padre de dos nenas, profesor de literatura y entrenador de la liga infantil de baseball. Ahora bien, también es cierto que Terry tiene pruebas irrefutables de que él estuvo en otra parte durante el asesinato del chico, por lo que Ralph Anderson, detective asignado al caso, y cuyo hijo fue entrenado por Maitland, deberá enfrentarse a un hecho que niega todo lo que una mente racional puede estar dispuesta a aceptar: que una persona haya estado en dos lugares al mismo tiempo.

 Con el estilo propio de King, que nos va llevando de la mano página tras página, personaje entrañable tras personaje entrañable, El visitante deja paulatinamente ese policial imposible para recorrer los sinuosos caminos del terror fantástico. En cierto sentido, algo que ya pudimos ver en la trilogía Hodges, en especial en la última entrega, Fin de guardia (la analogía con esta trilogía no es caprichosa). Justamente, uno de los aspectos más interesantes de la historia es la problematización de este paso de lo natural a lo sobrenatural, con las consecuentes dificultades para las mentes del siglo XXI de asimilar todo lo que no puede ser explicado por la razón, o que incluso la contradice.

 No obstante, no todos son puntos a favor. La enorme expectativa que genera el hecho inexplicable de la bilocación de Terry Maitland se diluye ante una explicación que, si bien puede gustar, difícilmente sorprenda. Por esto mismo, aunque El visitante es una novela recomendable para los lectores constantes, particularmente no se la recomendaría a alguien que todavía no leyó a Stephen King o que, en su defecto, leyó muy poco. Hay otros libros que aguardan, superiores en muchos sentidos. Para mencionar algunos: It, Cementerio de animales, Misery, La milla verde, Un saco de huesos, Duma Key, La historia de Lisey, 22/11/63…

          A veces, ser el mejor lleva a estas cosas: triunfante ante todos los demás, podríamos decir que King acaba de perder (aunque más no sea por puntos) contra lo más excelso de sí mismo.



- King, Stephen. El visitante. Buenos Aires, Plaza & Janés, 2018.




"Cacería de brujas" en THE WAX 12






          CUENTO NUEVO. Gente, acaba de salir el nuevo número de la revista THE WAX con mi cuento "Cacería de brujas" en él. Los invito a sumergirse en el link. ¡Saludos!