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7 de junio de 2025

ESCRIBIÉNDOME, de Meli Nicolosi


 



        A veces, algunos libros llegan justo cuando uno los necesita. Este fue, para mí, el caso del poemario Escribiéndome, de Meli Nicolosi. En sus páginas, Meli desarrolla una idea de la literatura, en este caso de la poesía, que a mí no puede más que cautivarme: la escritura como una forma de (auto)indagación y de (re)construcción. A medida que el lector recorre los poemas, nota que la escritura es el espacio desde donde surge el propio “yo”, en tanto vacío y silencio que va tomando forma y expresión. Así, preguntar(se) desde la poesía, desestabilizar(se) gracias a la poesía, (re)fundar(se) por medio de la poesía se convierten en mandatos tanto vitales como estéticos.

       El poema aparece, entonces, como el lugar de la pregunta que no teme la respuesta, como el espacio de la libertad que no se ve atravesado ni por el tiempo ni las circunstancias, como la posibilidad de ser uno mismo sin la mirada ajena ni los miedos propios:

 

la inquietud del ser

la revolución de la conciencia

el caos en su mayor expresión.

sin moral, sin restricciones

sin miedos del qué pensaran

(…)

sin un mundo regido por el tiempo

que nos corre e intimida

sin ese peso que nos arruina la imaginación y

libertad

(…)

 

(“la inquietud del ser”)


        La poesía nos devuelve la libertad que los miedos y los prejuicios (propios y ajenos) nos arrebataron. Y no solamente eso. También nos devuelve la palabra cuando el silencio nos amenaza con incomunicarnos:


(…)

invento poesía que hable

de lo que yo no puedo,

(…)

 

(“invento”)


       Como se ve, la poesía es el recurso del que no puede comunicarse de otra forma. Y lo hace no desde la palabra en tanto tal, sino desde su utilización estética. En estos poemas no se confía en la invulnerabilidad de la palabra, sino que no se duda del poder de la escritura. No se trata de que digamos lo que sentimos, sino de que lo hagamos poesía. El poema, de nuevo, es el espacio donde lo que no puede ser dicho, lo impronunciable, se escribe:

 

escribí

escribí lo que no podía decir

-o no quería-

escribí lo que no me permitía sentir

lo que podía decir dentro mío,

pero lo que no salía en mi voz

las palabras

que me resultaban fuertes decirlas

pero no escribirlas

te escribí

porque mi boca no quería decir

escribí y existí

(…)

 

(“el arte de escribir(me)”)

 

       Por todo esto, me parece interesante el título Escribiéndome. Justamente, en este indagar, en este buscar por medio de la poesía, hay un construir(se) desde la escritura. Al tiempo que el/la poeta escribe, se escribe.

       Estas son apenas algunas cuestiones que se pueden leer en los cuarenta y nueve poemas que conforman Escribiéndome, de Meli Nicolosi. Son las cuestiones que me interpelaron a mí y que, de una manera bastante literal, me desarmaron. Les recomiendo el libro, que pronto saldrá publicado por Autores de Argentina y que ya se consigue en formato ebook por intermedio de la autora.


***

Sobre la autora: Meli Nicolosi nació en Berazategui, Buenos Aires, Argentina. Tiene 26 años y Escribiéndome es su primer libro de poesía. Amante de la fotografía y de capturar lo invisible, encuentra en las palabras otra forma de mirar el mundo. Este es su primer libro de poesía, nacido del deseo profundo de poner en palabras lo que a veces no sabemos cómo decir. Escribe desde las emociones, la memoria y el cuerpo, con la esperanza de que quien lea pueda encontrarse en sus versos, sentirse acompañado y un poco más libre. Cree en la poesía como puente, como refugio, como forma de estar cerca, incluso en la distancia e inventar lo que no existe.








2 de junio de 2025

RESURRECCIÓN: Gótico argentino




 

                Aparicio es un joven diácono que, a punto de ser ordenado sacerdote, decide ir a Buenos Aires para ayudar a los afectados por una epidemia de fiebre amarilla. Corre la Semana Santa del año 1871, y las causas de la enfermedad no son claras. Lo racional se mezcla con lo supersticioso hasta el punto de ver en los acontecimientos tanto un castigo divino como una consecuencia de la abundante inmigración. Aparicio, impelido por una visión mística, lo deja todo para darle una mano a quienes más lo necesitan. Sin embargo, no llega a su destino. En medio del camino, decide desviarse y pasar por la casa de su familia, una quinta llamada “El Paraíso”, donde vive su hermano con su esposa y su hija. Ese desvío será, en realidad, el verdadero destino de este inexperto religioso, que se encontrará con su antiguo hogar devastado, sus seres queridos agonizantes y un viejo criado, Quispe, cuidando del lugar, extrañamente sano.

                Resurrección es una película argentina de 2015, escrita y dirigida por Gonzalo Calzada (director de Luciferina y Nocturna). Los amantes del terror definitivamente tienen que verla. Se trata de un film que sumerge al espectador en un gótico onírico que no hace más que erizarle la piel y mantenerlo aferrado a la pantalla. La locación, las actuaciones, el ritmo, el recorrido narrativo, la resolución, nada queda por fuera de mi admiración.

Si todavía no la viste, no esperes más. Yo la encontré en Flow.

 

***

Título original: Resurrección

Año: 2015

Duración: 100 min.

País: Argentina

Dirección: Gonzalo Calzada

Guion: Gonzalo Calzada

Reparto: Patricio Contreras, Martín Slipak, Ana Fontán, Lola Ahumada, Vando Villamil, Adrián Navarro, Diego Alonso Gómez.

Música: Super Charango

Fotografía: Claudio Beiza

Compañías: Buffalo Films, Cinemagroup Producciones, La Puerta Cinematográfica



27 de abril de 2025

ANIVERSARIO 125 DE ROBERTO ARLT

 


Ayer, 26 de abril de 2025, se cumplieron 125 años del nacimiento de Roberto Arlt (Buenos Aires, 1900-1942). Es interesante pensar en cómo, hasta hace veinte o treinta años, Arlt era considerado uno de los escritores más importantes de la historia de la literatura argentina y su novela Los siete locos era señalada por los críticos como una de las mejores. Ahora, pocos hablan de él y casi nadie lo lee. Habría que preguntarse por qué.

La influencia de Arlt en mi vida fue considerable. Cuando era más joven, apenas un estudiante de Letras, me había hecho una tarjetita plastificada (que todavía conservo) con el comienzo de la aguafuerte "La sonrisa del político", publicada en el diario El Mundo el 20 de junio de 1930. En ella, a modo de apertura, Arlt le responde a un joven que le había escrito. Le dice: "Estudiante —Estudie y tenga esperanza que todo llegará a su debido tiempo. Cada vida está sometida a pruebas tan extrañas que sólo con voluntad y seguridad en sí mismo se puede sobrellevar el presente para llegar al futuro. No tenga miedo. El futuro es de los fuertes, nada más. Los que son débiles se hunden ¿entiende? Para triunfar se necesita saber soportar. A veces, toda genialidad no estriba nada más que en haber sabido esperar. Trabaje imponiéndose alegría. Cierre los ojos y dígase; debo trabajar; así sólo podré merecer todo lo que quiero y deseo".




Años después, cuando fundé junto a unos compañeros una revista, la llamé Sudor de tinta, en honor a una expresión del prólogo de Los lanzallamas.

A diferencia de otros escritores argentinos (tal vez más recordados), como Borges, Bioy o Cortázar, Arlt fue un hombre con una vida cultural y económica bastante adversa. De padres inmigrantes, creció en el barrio porteño de Flores, donde, ya de chico, tuvo que trabajar para ayudar a la familia. Fue expulsado de la escuela primaria y recién pudo concluirla a los 14 años. Su padre lo echó de su casa a los 16. Tuvo que seguir trabajando en tareas penosas para subsistir, al tiempo que vivía en conventillos. Leía todo lo que podía, y visitaba asiduamente librerías y bibliotecas. Prácticamente, todo parece haberlo hecho solo. Con el tiempo, y ya más grande, empezó a frecuentar tertulias literarias, en bares y en cafés. Finalmente, se le abrió el camino como periodista, llegando a trabajar para diarios importantes como Crítica y El Mundo. Al mismo tiempo, escribía sus cuentos y novelas. Siempre con la tenacidad y la prepotencia que le daban un pasado duro y un carácter férreo.

En su época, y más adelante también, fue muy criticado y resistido. Tal vez porque él nunca dio palmaditas al hombro de aquellos que debían juzgarlo. Tuvo contacto con los dos grupos literarios más importantes de la época, Florida y Boedo, pero no perteneció, en rigor, a ninguno. Era demasiado crítico como para formar parte de camarillas.

Murió joven, a los 42 años, de un paro cardíaco, cuando su figura como periodista había trascendido las fronteras del anonimato y su interés se centraba principalmente en el teatro.

El olvido en el que hoy está sumido es absolutamente injusto.

Hay que volver a Arlt.



5 de abril de 2025

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA SERIE “ADOLESCENCIA”


RESUMEN: UNA PORQUERÍA

¡¡¡ALERTA SPOILER!!!




 

        Ayer terminé de ver Adolescencia, serie que vi tras recibir recomendaciones de gran parte de mis contactos y de una buena cantidad de compañeros (todos profesores de secundaria). Tengo que admitir que las actuaciones son brillantes y que, por momentos, me mantuvo expectante (especialmente en los tres primeros episodios), aunque finalmente la sensación que me deja y la conclusión a la que llego es que se trata de una porquería.

        A ver, voy a argumentar antes de que me salgan a pegar. No niego que la serie pone en escena algunos temas de importancia, que como sociedad debemos atender con urgencia (yo soy el primero, como profesor, pero también como padre, que insiste en que el exceso de pantallas y el aislamiento nos van a llevar a un lugar indeseado; mis hijos y muchos de mis alumnos pueden dar cuenta de eso). El problema con Adolescencia (mi problema con Adolescencia) es que, como serie, como trama, es mala. Abre puertas que no cierra, se propone como una historia profunda y es alarmantemente superficial, cuenta sin saber bien lo que cuenta y avanza sin tener ningún destino.

        Algunas cuestiones que la serie plantea y, finalmente, deja sin responder son (ACÁ EMPIEZA EL SPOILER):


- No se habla más del policía y de su hijo. Los múltiples problemas de uno y otro y de la relación entre ambos parecen solucionarse con la sola idea de ir a almorzar juntos.

- No se sabe qué pasó con el cuchillo (que nunca aparece). No sólo hay un asesino, Jamie, sino también uno o dos cómplices, que lo ayudan a esconder el arma homicida. De hecho, uno de esos amigos, Ryan, se muestra muy misterioso, termina confesando que es el dueño del cuchillo y lo terminan deteniendo. No sabemos qué pasa con él y cuál fue su verdadera implicación en el caso.

- No se sabe prácticamente nada de Katie, la chica asesinada. No, no se trata de culpar a la víctima, sino de conocerla. Cómo entender un asesinato si silenciamos e invisibilizamos a la persona asesinada.

- No se sabe qué pasó con Jade, la amiga de la chica asesinada. Esta chica, definitivamente, sabe más de lo que dice. Por eso golpea a Ryan. Esa información, sin embargo, nunca es expuesta.

- No se sabe qué pasó con los amigos del asesino. Todo parece indicar qué saben mucho, que de alguna manera participaron y que, después, ayudaron a Jamie. La serie no vuelve a hablar de ellos.

- No se sabe en detalle qué pasó entre Jamie y Katie en el momento del asesinato. De nuevo, no se trata de justificar a Jamie, sino de comprender qué pasó. Se habla de un asesinato, pero no sabemos nada de las circunstancias que lo rodearon. No sabemos si los implicados discutieron, qué dijeron, por qué se encontraron donde se encontraron, si fue casualidad o quedaron en verse, etc.

- No se muestra que Jamie haya tenido, en algún momento de su vida, episodios de conductas violentas. Sólo se lo muestra perder los estribos varias veces con la psicóloga, pero teniendo en cuenta el contexto (está encerrado desde hace 7 meses y va a ser juzgado por homicidio) me parece bastante natural que se enoje. Los adolescentes se caracterizan por reaccionar muchas veces de manera explosiva, pero eso no significa que sean violentos, golpeadores o asesinos. Es decir, no es una marca exclusiva de un homicida. De hecho, Jamie nunca agrede físicamente a la psicóloga y pide disculpas cada vez que grita.

- La peor de todas: te muestran una serie de comportamientos comunes de los adolescentes, como acostarse tarde o pasar mucho tiempo con la computadora, y los hacen pasar como indicadores de alarma que pueden derivar en un asesino. Claramente es una serie que busca pegar bajo y generar preocupación en el espectador adulto, cuando en realidad la psicología de un asesino es mucho más compleja, que requiere analizarse con responsabilidad y profundidad, sin desatender el contexto inmediato del episodio criminal, algo que la serie no aborda para nada. Te dan a entender (muchos de los espectadores lo entendieron así) que un chico que se queda hasta tarde con la computadora puede convertirse en un asesino. El problema es que la gran mayoría de los adolescentes lo hace, y no se andan matando de manera generalizada.


        Adolescencia muestra un caso excepcional (terrible, pero excepcional) y lo hace pasar como una normalidad. Por algo la serie se llama como se llama. No se llama Asesinato adolescente (una anomalía), sino Adolescencia (algo por lo que pasan todos). Es decir, se plantea como un retrato de la adolescencia actual a través de un caso excepcional del que, además, dice poco y lo poco que dice, lo dice mal.

        Lo afirmo una vez más: se trata de una serie hecha para pegar y generar inquietud. Con eso, por supuesto, busca espectadores, algo que sin lugar a dudas consiguió. Ahora, me entero de que muchos adultos están paranoicos, revisan los celulares de sus hijos y los monitorean constantemente. Esto seguro va a pasar y pronto volveremos a tener alumnos dormidos en las aulas porque se acostaron demasiado tarde (nunca dejamos de tenerlos, de cualquier forma).

        ¿Está bien que los padres cuiden de sus hijos y sepan qué hacen? ¿Está bien que se pongan horarios razonables para los adolescentes y se limite el uso de pantallas? ¿Está bien que se hable con los jóvenes y se atienda a sus inquietudes? Todo eso sí, está bien. Lo que no está bien es mirar a nuestros propios hijos o alumnos como potenciales asesinos. Eso no está bien, y no le hace bien a nadie.

        En fin, mi conclusión es que la serie Adolescencia toca temas de suma importancia, que tenemos que abordar desde las casas y desde las escuelas con premura y responsabilidad, pero lo hace mal. La serie, como serie, es mala. La historia que cuenta está mal contada. Las líneas narrativas se pierden. Ah, y el plano secuencia (algo del que todos se maravillan) para mí tiene trampa, además de ser extremadamente aburrido. Pero bueno, como suele decirse en la actualidad, sobre esto no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.



6 de marzo de 2025

CURABICHERA, de Luis Mey




 

          El Tano tuvo una infancia complicada, y no sólo por haber crecido en Florida, partido de Vicente López, en ese microuniverso a metros de la Panamericana en su unión con la General Paz; en esa Triple Frontera donde todo es oscuridad a base de luz eléctrica, polución, silencio de motores a gran velocidad, accidentes y, por supuesto, muertes; en ese rincón de Buenos Aires en el que la gente anda un poco desorientada y sus habitantes tartamudean; en ese espacio donde los santuarios en la vía pública reemplazan los cementerios y las ratas a las mascotas, cuando no a los hijos… El Tano, entonces, tuvo una infancia complicada no sólo por haber crecido ahí, sino también por sus viajes a la casa de su abuela, en Villa Rosa, bien lejos, donde termina el tren Belgrano y donde, en medio de un campo que es la nada misma, habitan alimañas peligrosas, espíritus recelosos y personas enigmáticas, entre ellas su misma abuela, una curabichera con todas las letras.

          Después de perder al último miembro de su familia, el Tano, que vive en Recoleta y tiene algo así como una consolidada carrera de escritor, decide volver al barrio, a su casa, a los contactos de la infancia. Su regreso no pasa desapercibido para los que nunca se fueron, que, poco a poco y uno a uno, empiezan a aparecer, con recuerdos del pasado y propuestas para el futuro. Lo que los personajes intuyen y el lector va descubriendo es que la llegada del Tano al barrio cambia las cosas, y no es sino hasta el final que se descubre la verdadera dimensión de ese cambio.

          Estamos ante una novela compleja en su temporalidad y perturbadora en su contenido. La convivencia de lo costumbrista con lo fantástico, junto a una construcción un tanto inquietante de los espacios, hace de Curabichera una experiencia tan particular como demoledora. Si bien se puede tardar un poco en agarrarle la vuelta a la trama, cuando finalmente se logra, cuando las piezas comienzan a encajar, ya no hay vuelta atrás. Curabichera se convierte en un viaje hipnótico, sometiendo al lector sin ninguna piedad, empujándolo hacia un final que es caída y, además, redención.

          Por otra parte, es interesante analizar cómo Mey utiliza la elipsis como recurso para hacer avanzar los acontecimientos. Sin decirlo todo, dice lo suficiente, logrando ponerle al lector la piel de gallina. Incluso, es justamente en ese no decir, en esos huecos hechos de interrogantes, donde se encuentra gran parte del atractivo de la historia.

          No duden en leer Curabichera, editada por La Crujía. Anímense, viajen a ese rincón de Buenos Aires, a esa Triple Frontera que une Florida, Saavedra y Villa Martelli. Ahí, bajo la sombra de la Panamericana, los esperan el Tano y los muchachos… Y también ellas que, mientras tanto, se alimentan.


***

Sobre el autor: Luis Mey nació en Buenos Aires en 1979. Es librero de profesión y autor de más de cuarenta novelas, entre las que se destacan aquellas que conforman la Trilogía Desgarrada editada por Factotum ediciones: Las garras del niño inútil, En verdad quiero verte, pero llevará mucho tiempo y Los abandonados. También publicó Diario de un librero (interZona), El pasado del cielo (Seix Barral), Tiene que ver con la furia (Emecé, en coautoría con Andrea Stefanoni), la novela de terror Macumba (Notanpuán), Los pájaros de la tristeza (Seix Barral) y Curabichera (La Crujía), entre otras. Es colaborador en diferentes medios gráficos y dicta talleres literarios individuales y grupales.



27 de febrero de 2025

CURSO DE ESCRITURA CREATIVA, de Brandon Sanderson





          A mí, en lo personal, no me gustó. Tal vez porque el libro se centra principalmente en la producción de novelas y sagas de fantasía épica o de ciencia ficción (y yo esperaba un abordaje más general de la escritura), o tal vez porque la forma de escribir de Sanderson no sólo no me identifica, sino que incluso me molesta. Para el autor de este libro, hay dos formas de escribir, que él llama "escritores de descubrimiento" y "escritores con esquema". Si bien es difícil encontrar autores en los extremos, la mayoría tiende a identificarse con uno de ellos. Yo me identifico con los primeros, Sanderson con los segundos, y esto hace que muchos de sus consejos no me aprovechen o que la concepción misma que tiene de la escritura me irrite.

          Podríamos decir que Sanderson ve la creación literaria en términos mecanicistas, basados en esquemas y configuraciones que buscan que el producto final "funcione" (palabra que utiliza una y otra vez). Sus conceptos de "arco de personaje", "ambientación" o las mismas "reglas de Sanderson" tienen como finalidad lograr una obra que agrade a los lectores y, por ende, se venda bien. Más allá de la idea de diversión, que no está ausente de la exposición, se ven los libros como un producto netamente comercial. No hay nada de malo en eso, no está mal que el escritor busque vender sus libros (yo mismo lo hago con bastante empeño), pero me hace ruido cuando, para lograrlo, se esté dispuesto a intervenir la historia fríamente hasta el punto de sacar personajes que se desvían de lo estipulado, cambiar tramas que reciben comentarios negativos o modificar escenarios que no llegan a gustar. De aquí la idea de que "funcionar" sea un sinónimo de gustar, algo que si no ocurre se debe "solucionar" para que la novela se venda. Bajo este punto de vista, muchas de las más grandes obras de la historia de la literatura (que no fueron bien recibidas en su momento por la incomodidad que generaron) jamas hubiesen existido. Como ejemplo de esta mirada, podría agregar la siguiente cita de la página 250 de la edición de Penguin (2022): "Para la mayoría de los escritores, pulir de este modo su narrativa es un reto que no termina nunca. Muy pocos llegan a la excelencia, y desde luego no en los primeros borradores, pero el camino es este. Si conseguís recorrerlo, si aprendéis a aplicar bien estas estrategias, venderéis libros de prisa".

          Insisto, querer vender libros no está mal, pero confundir la venta con la excelencia me parece un error tan triste como peligroso.

          En definitiva, si no desean escribir fantasía épica o si creen que la literatura es algo más (o mucho más) que la venta de libros, entonces este libro no es para ustedes. 

          Definitivamente no fue un libro para mí.



EL MONJE, de Matthew Lewis




          Publicada en 1796, El monje de Matthew Lewis es, para muchos, la primera novela de terror gótico de Inglaterra. Estemos de acuerdo o no con esta adjudicación inicial (se podría discutir mencionando El castillo de Otranto, de Horace Walpole, de 1764), sí es cierto que esta novela marcó un camino que después muchos siguieron e imitaron hasta el cliché.

          El monje cuenta la historia del abad Ambrosio, la decadencia moral en la que se ve inmerso y, también, la historia de los personajes que, directa o indirectamente, se relacionan con él.

          La novela está muy buena. A pesar de algunas desprolijidades en su estructura, hay que admitir que no ha envejecido todo lo que podría haberlo hecho. Dicho con otras palabras, se lee bien y se disfruta mejor. Incluso, sorprende la claridad con que se exponen argumentos anticlericales y se relatan algunos vicios y crímenes, hasta el punto de no sorprender que en su época se haya acusado a la obra y a su autor de inmorales y blasfemos. 

          Sin lugar a dudas, El monje de Matthew Lewis es un libro que vale la pena leer, tanto para conocer un clásico del gótico como para disfrutar de una historia que, en no pocas ocasiones, pone los pelos de punta.