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23 de febrero de 2020

ELEVACIÓN, de Stephen King






A sólo unos meses de la publicación en Argentina de El Instituto, acaba de salir Elevación, otro libro de Stephen King. No tiene sentido comparar ambas novelas, sus diferencias resaltan a simple vista. Mientras que la primera es un thriller de unas 600 páginas próximo a la ciencia ficción (con experimentos médicos sobre pacientes/rehenes con poderes psíquicos), la segunda es una historia fantástica de apenas 170 páginas que cuenta un argumento simple, aunque conmovedor: la historia de alguien que sabe que va a morir (y se niega a convertirse en un experimento médico).

La historia se podría resumir así:

Scott Carey padece una extraña condición: pierde peso de manera diaria, constante, pero sin que su cuerpo sufra, al menos visiblemente, ninguna transformación. Además, cualquier cosa que toca pierde su peso particular y pasa a «sumarse» al suyo. Así, si Scott pesa 90 kilos, pesará 90 kilos tanto desnudo como vestido, sin nada en sus manos o con una mancuerna de 10 kilos en cada una. Ante semejante fenómeno, Scott visita a un viejo amigo, el ya retirado doctor Bob Ellis. Tras contarle lo que le pasa, se niega a ir a una clínica o a decirle la verdad a su médico de cabecera: nada quiere menos que convertirse en un conejillo de indias del sistema médico o, lo que no descarta, de los organismos de inteligencia del Gobierno. Así, con un cuerpo cada vez más liviano, Scott continúa su vida, sabiendo que, llegado el momento, alcanzará el Día Cero y, con esto, sobrevendrá el fin.

Me animaría a decir que Elevación puede llegar a disgustar a más de un lector. Quien busque en esta nueva novela al «Rey del horror» se llevará un chasco, como me imagino se vienen llevando chascos algunos lectores desde los inicios de este siglo (e incluso antes también). Es insostenible seguir etiquetando a Stephen King como un escritor de terror. En mi opinión, nunca lo fue exclusivamente (basta con mencionar textos como La larga marcha, Carretera maldita, El cuerpo, Rita Hayworth y la redención de Shawshank o Alumno aventajado, entre otros), pero ahora lo es todavía menos. Si hiciéramos un repaso de lo que publicó en esta última década, veríamos que los títulos propiamente de terror son escasos: Doctor Sueño, Revival y El visitante, y nuestra lista no estaría exenta de impugnaciones. En cambio, las novelas más cercanas a la ciencia ficción, al policial o a un fantástico sin rastros de terror abundan: 22/11/63Joyland, Mr. Mercedes, Quien pierde paga, Bellas durmientes, La caja de botones de Gwendy… Elevación se encuentra, sin lugar a dudas, dentro de la línea de un fantástico libre de terror.

Con esto no le quito méritos al maestro de Maine, todo lo contrario. King es mucho más (siempre fue mucho más) que un escritor fácil de etiquetar. Él mismo, en varias entrevistas, dijo no considerarse un escritor de terror, sino de suspenso. Que ha escrito terror, eso nadie puede ponerlo en duda. Pero la verdad es que ha escrito mucho más que eso.

Y Elevación no es, de ninguna manera, una novela de terror. No hay nada en ella que intente producir miedo en el lector. Sí es una historia que moviliza, que conmueve, que invita a pensar en cómo las personas (y nosotros mismos, por supuesto) se llevan con sus semejantes y con su propio destino. Scott Carey sabe que se va a morir y, por eso, su vida recién empieza: recupera amistades y hace algunas nuevas. En vez de tirarse a llorar, sonríe. En vez de lamentarse, se alegra. Scott es una muestra de quien hace las pases con su destino y, por eso, hace las pases consigo mismo. Todos los lectores podrán aprender mucho de Scott Carey.

Mi recomendación es que entren a Elevación sin prejuicios, sin esperar nada, como alguien que acepta su muerte sin saber lo que va a encontrar del otro lado. Si entran así, les va a encantar.


- King, Stephen. Elevación. Buenos Aires, Suma de Letras, 2020.




10 de febrero de 2020

VIRUS: Cualquier similitud con la realidad es mera consecuencia








En tiempos de coronavirus y de pandemias extrañas y mortales, recomiendo ver la película surcoreana Virus (Gamgi en coreano o The Flu en inglés), disponible en Netflix.

            Estrenada en 2013, Virus muestra cómo una mutación del virus de la gripe aviar llega por medio de un grupo de inmigrantes ilegales a la ciudad de Bundag-gu, ubicada a pocos kilómetros de Seúl. A diferencia del virus conocido, esta nueva cepa es altamente contagiosa y puede, para colmo de males, transmitirse por vía aérea de persona a persona. El período desde que una persona se contagia hasta que muere es de sólo 36 horas, por lo que el gobierno se ve en la obligación de tomar medidas drásticas para contener el virus y evitar que se propague a otras zonas del país, en especial a la Capital. En medio del caos, Kang Ji-goo, un rescatista comprometido con su deber, hará lo posible por cuidar de la pequeña Kim Mi-reu y de su madre, Kim In-hae, una doctora que más de una vez se verá en la difícil situación de tener que elegir entre cumplir con su trabajo o proteger a su hija.

            Lo gracioso es que, antes de comenzar, la película aclara que NO está basada en hechos reales. Lo que no podía prever es que los hechos reales se iban a basar en ella para configurar una trama que poco tiene que ver con los sets de grabación. Así, el film muestra cómo un virus altamente contagioso y letal podría poner en jaque a toda una ciudad y, en proyección, al mundo entero. Además, deja bien en claro que el camino para una solución no será nunca fácil, ya que tanto el amor como el odio (en definitiva, dos manifestaciones del egoísmo) se interpondrán a cada momento.

            Una historia para los amantes de las noticias que alarman y que impiden dormir por la noche. Nada más lindo que condimentar la realidad apocalíptica con un poco de cine catástrofe…


***
Título original: Gamgi (coreano), The Flu (inglés)
Año: 2013
Duración: 122 min.
País: Corea del Sur
Dirección: Kim Sung-su
Guion: Yeong-jong Lee, Sung-soo Kim
Música: Kim Tae-seong
Fotografía: Lee Mo-gae
Reparto: Jang Hyuk, Su-Ae, Cha In-pyo, Park Hyo-ju, Lee Hee-jun, Lee Sang-yeob, Andrew William Brand
Productora: iLoveCinema / iFilm Co

2 de diciembre de 2019

JOKER, ESE POBRE TIPO







«¿Qué obtienes cuando cruzas a un solitario mentalmente
enfermo con una sociedad que lo abandona y lo trata como
a una basura?»
Joker


            Vivimos tiempos particulares. Somos testigos de una revalorización de la categoría de «víctima» como nunca antes se vio en la historia moderna. No mucho tiempo atrás (pienso en la generación de mis abuelos o, incluso, en la de mis padres), la idea de ser una víctima era un trago amargo difícil de sobrellevar. «Victimizarse» era sinónimo de envilecerse. Me imagino a mi abuela gritando «¡Más víctima serás vos!» y a mi abuelo pegándole un sopapo al que osare llamarlo de esa forma. Sin embargo, hoy pasa todo lo contrario. Basta con decir que somos víctimas para que nuestro discurso adquiera un matiz más respetable, más digno de ser oído. Ser víctima hoy dignifica, enaltece y da valor. Tal vez por eso vemos a tanta gente buscando ser reconocida como víctima y no tratando de dejar de serlo. Así, vamos culpando de nuestra situación a condiciones injustas, padres mediocres, gobiernos inútiles, economías despiadadas y a un mundo próximo a extinguirse.

            La concepción a la que me acabo de referir llegó, finalmente, al cine. El Guasón, tal y como aparece en la aclamada película Joker, dirigida por Todd Phillips y formidablemente interpretada por Joaquin Phoenix, es una muestra de esto. Sin subestimar los méritos de la película, el éxito que tuvo y los comentarios apasionados que recibió me parecen el resultado de esta nueva forma de percibir el mundo. Seamos honestos, la película está buena y la actuación de Phoenix es loable, ¿pero tanto frenesí por una reversión que, en otro momento, hubiese generado rechazo o incluso indignación por parte de los fanáticos?

            Este nuevo Guasón dejó de ser el más malo de todos los malos de Ciudad Gótica (como vimos hasta ahora) para convertirse en un pobre tipo enfermo y con buenas intenciones, rechazado por una sociedad que sólo valora lo material. En consecuencia, el Guasón es el producto de un mundo cruel e incomprensivo, mientras que sus homicidios son actos de justicia que equilibran, al menos un poco, la balanza de las desigualdades sociales. Engañado por su madre, abandonado por su padre, abusado, burlado y denigrado por los que lo rodean, el Guasón enloquece con una locura justa, reivindicativa. Él ya no es el malo de la película. Ahora es la víctima. Después de todo, él sólo quería «traer risa y alegría a este mundo frío y oscuro».

            No me extraña el entusiasmo que generó. La película expresa, de alguna manera, lo que muchos hoy quieren escuchar. Por mi parte, no puedo evitar preguntarme qué pasará después. ¿Se viene el Pingüino como el pobre hombre que sufrió bullying por su aspecto cuando era chico? ¿Gatúbela será la empoderada que se impondrá, por medio de su imagen felina, a un patriarcado opresor de carácter lobuno? Todo es posible cuando Hollywood decide conformar al gran público.

            Por lo demás, la película está buena.


***
Título original: Joker
Año: 2019
Duración: 121 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Todd Phillips
Guion: Todd Phillips, Scott Silver
Música: Hildur Guðnadóttir
Fotografía: Lawrence Sher
Reparto: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz, Frances Conroy, Brett Cullen, Bill Camp, Shea Whigham
Productora: DC Comics / DC Entertainment / Warner Bros. / Village Roadshow / Bron Studios / Creative Wealth Media Finance / 22 & Indiana Pictures. Distribuida por Warner Bros.




CUANDO LA MUERTE LE GRITÓ A LA VIDA







La Muerte se cruzó con la Vida. No eran habituales los encuentros como ese, pero tampoco imposibles. De vez en cuando ocurrían. Las esferas superiores no estaban exentas de errores ni de contratiempos.

La Muerte, humilde, saludó a la Vida, quien le respondió con apenas un gesto. No era la primera vez, tampoco. A la Vida no le gustaba que la vieran con su contraparte. Decía que le restaba protagonismo.

Pero la Muerte no estaba de humor ese día, y le molestó la altivez de su compañera. Entonces, se le acercó, se le puso adelante y le gritó en plena cara:

-Cansada me tenés, oh Vida, con tus aires de superada. Sabés muy bien que mi mala fama sólo se compara con tu buena reputación, aunque ambas son injustas e infundadas. Sin mí, vos serías insoportable, más odiada de lo que yo lo soy entre los mortales. Donde vos traés dolor, yo traigo alivio; donde vos traés miedo, yo traigo calma; donde vos angustia, yo bienestar; donde vos ira e injusticia, yo paz e igualdad. Todos los problemas que vos ponés en el camino de los hombres, yo los hago desaparecer en un segundo. Donde yo reino, nadie sufre ni nadie se queja.

La Vida, enojada por el planteo de la Muerte, replicó:

-Nadie tiene una fama que, en algún punto, no merezca. ¿No sos vos la que, con tu sola mención, llena de horror y de angustia a todos los hombres, desde el más rico hasta el más pobre?

La Muerte sonrió ante tan absurdo argumento. La Vida siempre resultaba infantil en sus reflexiones. Finalmente, y todavía con la sonrisa en sus labios, la Muerte respondió:

-Sólo a los vivos, y ellos son responsabilidad tuya, tramposa. Sólo los vivos sufren imaginándome, y eso porque no me conocen. Si me conocieran a mí la mitad de lo que te conocen a vos, llorarían con cada nacimiento y festejarían con cada defunción. Vete -concluyó la Muerte, al tiempo que se daba vuelta-, vete a reinar, que tu reino es de muertos que se creen vivos, mientras que el mío es de vivos que se saben muertos.

Dicho esto, la Muerte se alejó de la Vida, sabiendo que, cuando los caminos las volvieran a juntar, el encuentro sería muy distinto.




"LOCO" en miNatura 169







Amigos, la revista miNatura acaba de publicar su número 169 (bajo el tema "La locura"). Entre relatos de escritores que admiro, pueden leer mi cuento "Loco", inspirado en mis últimas vacaciones familiares en Tandil. Lo comparto con ustedes y les paso el link para que descarguen la revista. ¡Saludos!





LOCO

Por Lucas Berruezo


            –¡Me vas a volver loco! –le gritó Gustavo a Marco, su hijo de cinco años.
            No era para menos. Desde que habían subido a la cima del cerro Centinela, en Tandil, el chico no paraba de escaparse y de acercarse al precipicio.
            –Tranquilo, Gus –dijo Carlos, su hermano, con una media sonrisa que a Gustavo le endureció el sistema nervioso. Claro, para él era fácil hablar, no tenía hijos y, si a Marco le pasaba algo, no tendría que soportar a Soledad, su ex mujer.
            Gustavo ignoró a Carlos y salió corriendo tras Marco. Lo agarró del brazo y lo zarandeó con fuerza. Por todas partes se escucharon murmullos de desaprobación.
            Marco se puso a llorar, lo que intensificó los murmullos.
            –Dejá, Gus, andate un rato –dijo Carlos al tiempo que se acercaba y le apoyaba una mano en el hombro–. Marco y yo vamos a pasar un tiempo de tío sobrino. ¿No?
            Marco dejó de llorar al instante y, asintiendo, sonrió.
            –Bueno –aceptó Gustavo, no sin dudar–. Pero cualquier cosa escribime.
            –Dale. No te hagás problema –sonrió Carlos–. Vos relajate un rato.
            Gustavo, entonces, bajó del cerro y recorrió el resto del complejo solo. La pasó bien, muy bien, mil veces mejor de lo que la habría pasado con su hijo y su hermano, aunque su paseo duró poco. Su celular sonó a la media hora. Era Carlos.
            «Tenías razón. Te vuelve loco.»
            Gustavo sonrió al leer el mensaje. Al menos, Carlos ya no subestimaría su enojo.
            Empezó a volver. Dos personas de seguridad pasaron a su lado, corriendo. Detrás de ellos, algunos turistas también corrieron.
            –Accidente –escuchó que alguien decía a su lado.
            –¡Qué accidente ni ocho cuartos! –dijo otro– ¡Lo tiró!
            Gustavo se apuró. No tuvo más que acercarse al pie del cerro para ver, entre el gentío, una de las piernitas del accidentado. Reconoció, en seguida, el pantalón de su hijo.




"LA MUERTE DE MI ABUELO" en Periódico Irreverentes







Amigos, Periódico Irreverentes acaba de publicar "La muerte de mi abuelo". ¿Qué puedo decir de esta historia? No más de lo que cuento en ella. Simplemente me gustaría agregar una dedicatoria: "Va para vos, abuelo. Ojalá estés bien". Y gracias a todos ustedes por seguir leyendo.





20 de noviembre de 2019

EL INSTITUTO, de Stephen King






Luke Ellis es lo que podríamos llamar un chico superdotado. Tiene un coeficiente intelectual que supera, por mucho, al promedio, hasta el punto de ser, con doce años, admitido en dos universidades importantes para cursar dos carreras distintas… al mismo tiempo. Pero acá no terminan las facultades de Luke. A veces, y sin que él pueda controlarlo mucho, hace que las hojas de un libro se muevan con sólo mirarlas o que las puertas se cierren a sus espaldas sin que él use las manos. Al lado de su inteligencia, la telequinesia es sólo una particularidad insignificante, pero lo que Luke no sabe es que un grupo compuesto por un hombre y dos mujeres irrumpirán en su casa por la noche y se lo llevarán secuestrado justamente por esa habilidad a la que él y sus padres apenas le dan importancia.

De esta manera, Luke despertará en una habitación que es como su habitación, pero que no es su habitación. Se encontrará con otros chicos de más o menos su edad, algunos con capacidades telequinéticas, como él, y otros con habilidades telepáticas, retenidos a la fuerza en un lugar al que todos llaman el Instituto, que lo que busca es usar esas pequeñas destrezas para convertirlas en armas efectivas al servicio de un mundo que, al menos de manera directa, nunca se muestra tal cual es.

BUENÍSIMA: es lo que puedo decir de esta última novela de Stephen King publicada en Argentina. En El Instituto podemos ver lo mejor del maestro de Maine: personajes entrañables (con chicos al mejor estilo It, El cuerpo o Corazones en la Atlántida), un suspenso que se sostiene hasta las últimas páginas, poderes extrasensoriales (afín, obviamente, a Carrie y a Ojos de fuego) y una certera puntería para, por medio de una narración escalofriante, alcanzar el corazón del lector.

Por otra parte, El Instituto no es sólo una historia para pasar el rato (¿alguna buena historia lo es?). En esta novela, King nos permite poner en crisis tanto la idea del bien como la idea del mal. Lejos de quedarse en el postulado de que «el fin justifica los medios», nos revela que los malos pueden estar del lado del bien, del mismo modo que los buenos pueden arrastrarnos al mal. El fin, entonces, no sólo justifica los medios, sino que los construye, impone y alimenta. Además, ese mismo fin puede no ser otra cosa que una superstición. Así, a partir de la lectura de esta novela nos damos cuenta de que la superstición, en pleno siglo XXI, no murió ni está cerca de morir, simplemente cambió de vestimenta: mientras que antes usaba túnicas y blandía cruces, ahora se viste con delantales blancos y esgrime jeringas hipodérmicas.

No dejen pasar El Instituto. Mejor que El visitante, muy superior a La caja de botones de Gwendy, esta novela de Stephen King es su mejor entrega de, por lo menos, los últimos cinco años.


–King, Stephen. El Instituto. Buenos Aires, Plaza & Janés, 2019.