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17 de diciembre de 2008

LO “OMINOSO” FRENTE A LO “FANTÁSTICO” EN TRES RELATOS ALEMANES


        La categoría de «lo ominoso»[1], formulada por Sigmund Freud, mantiene con la categoría literaria de «lo fantástico» relaciones significativas. Tanto es así que, en el desarrollo de la primera, Freud utiliza como base de su planteamiento el cuento “El hombre de la arena”, de E. T. A. Hoffmann. A continuación, se relacionará esta categoría de «lo ominoso» con dos teorías de lo fantástico, la desarrollada por Tzvetan Todorov en su Introducción a la literatura fantástica y la de Rosemary Jackson en Fantasy: literatura y subversión; por último, se analizará el funcionamiento de estos conceptos en los relatos Ondina, de Friedrich de la Motte-Fouqué, La maravillosa historia de Peter Schlemihl, de Adelbert Von Chamisso, y el ya mencionado “El hombre de la arena”, de Hoffmann.

        En su texto “Lo ominoso”[2] (1919), Freud define a esta categoría como aquello que “no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión” (Freud, p. 241). Dicho de otro modo, lo ominoso serían las representaciones pertenecientes al estadio de la vida anímica (propia del hombre primitivo y del niño, en la que se puede ver, entre otras cosas, un amor irrestricto por sí mismo, el narcisismo primario y las supersticiones) que fueron reprimidas y superadas y, aunque deberían permanecer ocultas, salen a la luz. Esta exposición de lo que debería estar oculto produce en el sujeto un efecto angustioso y perturbador. Además, Freud divide a lo ominoso en dos ámbitos: “lo ominoso del vivenciar” (Freud, p. 246) y “lo ominoso de la ficción” (Freud, p. 248); mientras que el primero se relaciona con lo que el sujeto, efectivamente, vivencia en su vida cotidiana y en el mundo psíquico y material del que forma parte (en donde lo ominoso proviene de complejos infantiles reprimidos y de convicciones primitivas superadas), el segundo se relaciona con lo que el sujeto se representa o lee (y que proviene, principalmente, de la literatura). Para que el texto ficcional produzca el efecto de lo ominoso, es necesario que el autor se sitúe, en apariencia, en el mundo material en el cual vive el lector, introduciendo en este mismo mundo acontecimientos que no podrían ocurrir, al menos en teoría, en la vida cotidiana; debido a estas características, “la ficción abre al sentimiento ominoso nuevas posibilidades, que faltan en el vivenciar” (Freud, p. 250). Antes de terminar con este apartado, es relevante mencionar algunos casos de lo ominoso señalados por Freud: la muerte (con el retorno de los muertos, espíritus, aparecidos, etc.); la magia; la omnipotencia de los pensamientos; el complejo de castración; la locura; ciertos miembros seccionados como la cabeza, las manos o los pies (que se relacionan también con el complejo de castración); el doble; entre otros.

        En relación con la teoría de lo fantástico planteada por Todorov, se puede ver que tanto esta teoría de lo fantástico como la teoría de lo ominoso de Freud, son teorías de efecto: mientras que en Freud lo ominoso, para serlo, debe producir angustia y perturbación, en Todorov lo fantástico debe producir vacilación en el lector (implícito): “lo fantástico se basa esencialmente en una vacilación del lector (...) referida a la naturaleza de un acontecimiento extraño”[3]. Según la posición que se adopte frente a este acontecimiento, dependerá que lo fantástico se convierta en lo fantástico-maravilloso (el acontecimiento no es explicable según las reglas del mundo conocido y material y, por eso, debe poseer reglas ajenas al conocimiento del lector) o en lo fantástico-extraño (el acontecimiento es explicado perfectamente por medio de la razón); en el caso de que el texto construya la vacilación hasta el final y no la resuelva, se estaría ante lo fantástico-puro. De esta manera, el elemento «fantástico» permanece en el texto mientras permanece la vacilación ante él. Al igual que Freud, Todorov considera que para que esta vacilación se produzca “es necesario que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como un mundo de personas reales” (Todorov, p. 30); es decir, es necesario que se inserte la acción y el acontecimiento extraño en el mundo “real”.

        Por último, Rosemary Jackson, quien le critica a Todorov su falta de interés y su escasa atención al psicoanálisis, relaciona la categoría de «lo siniestro» (ver nota 1), citando explícitamente a Freud, con la función de la literatura fantástica. Si bien Todorov no deja de lado la función de lo fantástico[4], es Jackson quien se centra en ella. Según la autora, la literatura fantástica subvierte lo real establecido mostrando (haciendo presente) lo siniestro que estaba oculto detrás de lo casero y lo propio (“el intento de hacer visible lo que es culturalmente invisible”[5]). De esta manera, Jackson pone en relación el concepto de lo ominoso con el modo fantástico, otorgándole a éste la función de descubrir a aquél. Desde el punto de vista social, la literatura fantástica transgrede las normas sociales, mostrando aquellos temas que son silenciados[6]: “función transgresiva al poner en descubierto cosas que deberían permanecer a oscuras” (Jackson, p. 70).

        Definidas ya las categorías de «lo ominoso» y «lo fantástico», se verá a continuación cómo estos conceptos aparecen en los relatos de Ondina, La maravillosa historia de Peter Schlemihl y “El hombre de la arena”, ya mencionados.

        Con respecto a Ondina, de Friedrich de la Motte Fouqué, se puede ver cómo el concepto de «lo ominoso» aparece en este texto a través de varios de los casos mencionados por Freud, todos relacionados con el personaje de Ondina. En primer lugar, es interesante observar que, en un principio, Ondina posee una personalidad que hace pensar en el estadio de vida animista (como se dijo, propia del niño y del hombre primitivo), principalmente por su “conducta infantil”[7], sus “travesuras e impertinencias” (Ibidem), y su irreverencia, tanto hacia sus padres como hacia el sacerdote (“al que ya no respetaba tanto”, Ibidem). Ondina parece pertenecer a ese estadio de vida que, según Freud, es luego superado o reprimido por el sujeto o la humanidad misma; superación que también se da en Ondina, ya que después de haberse casado con Huldbrand y de haber pasado la noche con él, se hace poseedora de un alma que la lleva a modificar su personalidad por completo, dejando atrás el comportamiento antes descrito.

        Además, el tema del doble también aparece en este relato, en la relación entre Ondina y Bertalda. Después de que Ondina revelara el secreto sobre los padres de Bertalda, y después de la mala reacción de ésta, hay un acercamiento entre las dos mujeres, en el que Ondina exclama: “Mira, de niñas fuimos permutadas la una por la otra; ya entonces se cruzó nuestro destino y ahora vamos a cruzarnos tan estrechamente que ninguna fuerza humana sea capaz de separarnos” (Motte-Fouqué, pp. 419-420). Esta cercanía, derivada de una idea de destino, hace pensar en la cuestión del doble y, como afirma Freud en su trabajo, el doble produce un “efecto ominoso” (Freud, p. 234): “(Bertalda) Miró con respeto a Ondina, pero no pudo evitar un secreto pánico que la distanciaba de su amiga” (Motte-Fouqué, p. 420, subrayado mío). Este secreto pánico sentido por Bertalda, es compartido por el mismo Huldbrand, esposo de Ondina: “un secreto pánico le apartaba de ella y le hacía volver a Bertalda” (Motte-Fouqué, p. 421).

        En relación con Huldbrand, Ondina representa el motivo del complejo de castración, mencionado también por Freud. Una vez que Huldbrand regaña a Ondina sobre la corriente del Danubio (en los dominios de los seres maravillosos que son sus familiares), ésta debe por obligación retornar a su hogar primigenio en las profundidades de las aguas. Sólo podrá volver en el caso de que Huldbrand se case con otra mujer e incurriese con eso en infidelidad, ya que ella, técnicamente, no está muerta. En efecto, Huldbrand se casa con Bertalda y Ondina regresa la misma noche de la boda (antes de que los novios pasaran la noche juntos) y termina con la vida del caballero.

        Pero como se dijo con anterioridad, la teoría de lo ominoso es una teoría de efecto, por lo que el análisis de esta categoría en Ondina no estaría concluido si no se observase este efecto que provoca en el lector. A diferencia de lo que sienten los personajes frente a Ondina, el lector no experimenta la angustia o la perturbación propia de lo ominoso. Ese efecto no trasciende las páginas del texto. El motivo de esto es claro; según Freud, para que “lo ominoso de la ficción” (Freud, p. 248) se dé, “el autor se sitúa en apariencia en el terreno de la realidad cotidiana”. Esto, que acercaría el relato a «lo fantástico», no ocurre en Ondina. En primer lugar, el texto comienza ubicando la historia lejos de la realidad cotidiana, en una fórmula que hace pensar en los cuentos maravillosos: “Hace ya muchos cientos de años...” (Motte-Fouqué, p. 389). De esta manera, el relato no pertenecería a “lo ominoso de la ficción” (Freud, p. 248), sino que estaría incluido en esos textos en que se crea un universo en donde la realidad cotidiana es remplazada por otra, maravillosa, pero plenamente justificada dentro de la narración[8]. Por esto mismo, tampoco se encuentra aquí «lo fantástico-puro», ya que la vacilación hacia los seres sobrenaturales es superada en el capítulo VIII, en donde Ondina narra su verdadera historia y detalla las características del mundo maravilloso existente en los bosques y en las profundidades acuáticas.

        En La maravillosa historia de Peter Schlemihl, de Adelbert Von Chamisso, ocurre prácticamente lo mismo que en Ondina. Se trata también de un relato que rápidamente, aun más rápidamente que el anterior, deja de lado la vacilación para constituirse como un relato fantástico-maravilloso. Lo que aquí ocurre tampoco genera el efecto de angustia y perturbación propio de «lo ominoso». Por el contrario, todo es aceptado sin ser puesto en duda. Se puede ver principalmente en la galería de objetos fantásticos que pasan por la historia, como por ejemplo “la auténtica mandrágora, la hierba de Glauco, los cinco céntimos del judío, la moneda robada, el tapete de Rolando, un genio embotellado”[9], “el sombrerito de los deseos de Fortunato” (Von Chamisso, p. 76), “La bolsa de Fortunato” (Ibidem), “el nido que hace invisible al que lo tiene” (Von Chamisso, p. 122), la “capa invisible” (Von Chamisso, p. 125) y “las botas de siete leguas” (Von Chamisso, p. 149). Esta extensa lista de elementos maravillosos, junto con la cuestión explícita de la pérdida de la sombra, impide cualquier vacilación al respecto, estableciendo claramente el género en que se ubica el relato.

        A pesar de que en La maravillosa historia de Peter Schlemihl, al igual que en Ondina, no están presentes «lo fantástico puro» y «lo ominoso», que necesitan de la construcción de un mundo “real” y cotidiano para producir su efecto en el lector, sí se pueden ver varios motivos de lo ominoso en el interior de la historia. Como en Ondina, está presente la cuestión del doble, entre Peter Schlemihl y el hombre de gris: “Pero usted huya de mí si quiere, cabeza dura, pero sepa que somos inseparables. Usted tiene mi dinero y yo tengo su sombra y eso no nos dejará en paz a ninguno de los dos” (Von Chamisso, p. 131)[10]. También aparece en este relato el motivo del complejo de castración, encarnado en la sombra. A partir de que Peter Schlemihl pierde su sombra, no es capaz de concretar relación amorosa alguna, sin importar el dinero, la distinción o la retribución del sentimiento que posea. Esto se ve en las palabras mismas del hombre de gris: “su sombra corporal, con la que puede conseguir la mano de su amada” (Von Chamisso, p. 114); y de las del padre de Mina: “¡Vamos, que hasta un perro tiene sombra y mi querida y única hija se iba a casar con un hombre que...!” (Von Chamisso, p. 127). De esta manera, la sombra aparece como el elemento de castración, semejante a Ondina en el relato analizado anteriormente.

        Como afirma Freud en su trabajo, en “El hombre de la arena” se puede ver ese efecto de lo ominoso. Más allá de las cuestiones psicoanalíticas en las que Freud se detiene, es significativo destacar que éste es el único de los tres relatos que está ambientado en el mundo “real” y que conserva «lo fantástico» hasta el final. Por más que Freud afirme que “La conclusión deja en claro que el óptico Coppola es efectivamente el abogado Coppelius y, por tanto, el Hombre de la Arena” (Freud, p. 230), el texto en sí no elimina la vacilación en ningún momento. De las pruebas de que Coppola y Coppelius son la misma persona, se tiene solamente la perspectiva de Nataniel, quien suele ver parecidos en varios personajes: primero en su padre con Coppelius (“Se parecía a Coppelius”[11]) y luego en Clara con la autómata Olimpia, por lo que la intenta tirar de la torre en el final del relato. De esta manera, la vacilación en ningún momento se ve superada, y siempre se puede pensar que todas las percepciones de Nataniel no son más que las de una mente perturbada por la psicosis y por el efecto de lo ominoso, que no sólo permanece en Nataniel, sino que, en este caso sí, se traslada al lector, que en todo momento tiene presente la posibilidad de que lo increíble superado puede ser realmente posible.


Notas:
[1] Das Unheimliche, también traducido como «lo siniestro».
[2] Freud, Sigmund. “Lo ominoso” en Obras Completas (vol. XII). Buenos Aires, Amorrortu, 1991. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[3] Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México D. F., Coyoacán, 2003, p. 125. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[4] Todorov habla, básicamente, de la «función literaria» y de la «función social» de lo sobrenatural en el género, en donde “en ambos casos se trata de la transgresión de una ley (...) (el) elemento sobrenatural constituye siempre una ruptura en el sistema de reglas prestablecidas y encuentra en ello su justificación” (Todorov, p. 131). Dependiendo de una u otra función, las reglas transgredidas serán sociales (censura) o literarias (función pragmática, función semántica o función sintáctica).
[5] Jackson, Rosemary. Fantasy: literatura y subversión. Buenos Aires, Catálogos, 1986, p. 69. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[6] La relación con Todorov es evidente (ver nota 4).
[7] De la Motte-Fouqué, Friedrich. Ondina en Von Hofmannsthal, Hugo (comp.). Cuentos románticos alemanes. Madrid, Ediciones Siruela, 1992, p. 406. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[8] “Cumplimientos de deseos, fuerzas secretas, omnipotencia de los pensamientos, animación de lo inanimado, de sobra comunes en los cuentos, no pueden ejercer en ellos efecto ominoso alguno, pues ya sabemos que para la génesis de ese sentimiento se requiere la perplejidad en el juicio acerca de si lo increíble superado no sería empero realmente posible, problema este que las premisas mismas del universo de los cuentos excluyen por completo” (Freud, p. 249).
[9] Von Chamisso, Adelbert. La maravillosa historia de Peter Schlemihl. Madrid, Anaya, 1982, p. 74. A continuación, las citas se harán según esta edición.
[10] Sería interesante analizar la cuestión del doble entre Peter Schlemihl y el mismo Chamisso, a partir de ciertos datos extratextuales, como por ejemplo la forma de vestir del personaje y del autor (que era la misma), la afición por la botánica (compartida por los dos), el sirviente Bendel (ayudante de Chamisso en el ejército), el perro Fígaro (también de Chamisso), el retrato de Schlemihl al que se hace referencia en “A Julius Eduard Hitzig, de Adelbert von Chamisso”, que consistía en un retrato del mismo Chamisso envejecido artísticamente, y, por último, el poema inaugural del relato, “A mi viejo amigo Peter Schlemihl”, en el que Chamisso señala que lo llamaban con el nombre de Schlemihl (“¿Dónde está tu sombra, Schlemihl? / gritaban detrás de mí.”) (Cfr. Von Chamisso. op. cit. Notas al pie de Manuela González-Haba de las páginas 54, 82, 160 y 162.)
[11] Hoffmann, Ernst Theodor Amadeus. “El hombre de la arena” en Cuentos 1. Madrid, Alianza, 1996, p. 63.


BIBLIOGRAFÍA:
- De la Motte-Fouqué, Friedrich. Ondina en Von Hofmannsthal, Hugo (comp.). Cuentos románticos alemanes. Madrid, Ediciones Siruela, 1992.

- Freud, Sigmund. “Lo ominoso” en Obras Completas (vol. XII). Buenos Aires, Amorrortu, 1991.

- Hoffmann, Ernst Theodor Amadeus. “El hombre de la arena” en Cuentos 1. Madrid, Alianza, 1996.

- Jackson, Rosemary. Fantasy: literatura y subversión. Buenos Aires, Catálogos, 1986.

- Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México D. F., Coyoacán, 2003.

- Von Chamisso, Adelbert. La maravillosa historia de Peter Schlemihl. Madrid, Anaya, 1982.

2 comentarios:

  1. WOW!!! LO FELICITO!!! TREMENDO TRABAJO!!! ME ACLARO MUCHAS DUDAS DEL CONCEPTO OMINOSO!!! GRACIAS!!!

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  2. Hablando de el hombre de la arena, lo de la vacilación para reonocer como lector si es o no la misma perosna coppelius y copola dentro de la obra es correcto. Sin embargo dudo bastante que dentro de la obra se produzca un escenaro ominoso y que además este se trasporte al lector, pienso que es evidente como lector que se puede reconocer facilmente que el protagonista tiene una enfermedad psicologica sea esquizofrenia o alguna otra y de ahí podemos suponer entonces la serie de alucinaciones que lo llevan a confundir a los personajes y con esto lo ominoso queda fuera de la obra pues no hay tal sensación de miedo o extranieza en el relato.

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