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10 de enero de 2009

LA MONSTRUOSIDAD DEL PLACER

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       ¿Dónde se encuentra el origen de una prohibición? La vida está repleta de «haz esto y no hagas aquello», ¿pero las prohibiciones están motivadas desde donde dicen estarlo o secretas (por desoídas) motivaciones inspiran la prohibición de determinadas prácticas? A veces es interesante reflexionar sobre cuestiones que creemos saber y entender a la perfección. A veces es necesario para desenmascarar ciertas convicciones que sólo son tales por la fuerza del tiempo y la imposición. En este caso, me gustaría reflexionar sobre la cuestión del sexo, y me gustaría hacerlo desde una concepción cristiana, ya que considero que ella es la que más conozco, la que más afín siento y, a su vez, la que me parece hegemónica en nuestro tiempo y lugar histórico (muchas personas que no se consideran cristianas, o que efectivamente no lo son, comparten con los creyentes muchos prejuicios heredados de generaciones en las que la Cruz mantuvo su visión del mundo).

         No voy a hacer un análisis exhaustivo de la cuestión porque eso excede las posibilidades de este artículo. Sólo voy a centrarme en algunos puntos. El primero de ellos es la cuestión de la profilaxis sexual. Vemos cómo una y otra vez los creyentes «en serio» y los representantes de la Iglesia Católica rechazan el uso del profiláctico en las relaciones sexuales. La gente que no comparte con ellos esta convicción les critica el hecho de ser anacrónicos con su tiempo histórico: en un mundo asolado por el SIDA y por otras enfermedades de transmisión sexual, la Iglesia sigue en su obcecada postura. Otros hacen hincapié en la edad de iniciación sexual (cada vez más prematura) y en los embarazos juveniles. Todos le achacan a la Iglesia lo mismo: anacronismo, incomprensión, obstinación y ceguera. Por parte de la Iglesia, vemos cómo repiten una y otra vez la misma sentencia: «el sexo tiene como único fin la reproducción, y todo lo que se separe de este fin es injustificado». La aceptación de elementos anticonceptivos (preservativos o cualquier otro) negaría este fin y proclamaría un libertinaje sexual desmedido que tiene como único fin el placer y no lo que «Dios manda». La Iglesia y sus fieles no discriminan entre cuidarse de un embarazo o de una enfermedad. En realidad no tienen que hacerlo, ya que su lógica no los obliga: en cualquier caso se está evitando la reproducción y eso es MALO. Ahora bien, ¿esto es así realmente?, ¿realmente es la reproducción lo que motiva la prohibición del «sexo seguro»? Por mi parte creo que no, y ahora veremos por qué.

       Muchos sostienen la «finalidad del sexo» a partir de la historia breve y contundente de Onán: Onán se ve en la obligación, tras la muerte de su hermano, de darle a su cuñada una descendencia, pero «sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, cuando tenía relaciones con su cuñada, derramaba en tierra el semen, para no darle un hijo a su hermano. Esto no le gustó a Yavé, y le quitó también la vida.» (Gén. 38, 9-10). Pero basarnos en esta historia no es más que un anacronismo. La obligación de Onán era justamente una obligación por las leyes que regían en su universo social, hace ya más de tres mil años. Es curioso ver cómo mantenemos (o intentamos mantener) ciertas prácticas y anulamos otras: mientras nos dicen que evitar el embarazo es malo (¡mirá lo que le ocurrió a Onán!), nadie se siente en la obligación de hacerle un hijo a su cuñada viuda…

       ¿Tenemos que pensar entonces que lo malo es evadir el embarazo? Si esto es así, entonces la conclusión es sencilla: NO TENER HIJOS ES MALO. Pero basta con mirar a aquellos que dicen esto para que la sentencia se caiga por todos lados. Efectivamente, si no tener hijos es malo, entonces el celibato es pecado.

        ¿Por qué no querer tener hijos en el sexo es malo y no querer tener hijos en el celibato es bueno y santo? ¿Lo malo es el sexo o no querer tener hijos? «No querer tener hijos» nos dicen; entonces, ¿por qué el celibato es bueno? La respuesta es clara: lo que se ve como malo, lo que se castiga y condena, no es no querer tener hijos, ni tampoco el sexo (teóricamente hablando), sino, ni más ni menos, el placer. Querer tener sexo y no hijos es querer experimentar placer, Y ESO ES MALO. En el celibato no hay placer, sino todo lo contrario, entonces no querer tener hijos ES BUENO. La lógica es absurda. Si Dios mandó que nos multipliquemos, entonces sus representantes deberían ser los que más hijos tuviesen (hay que cumplir los mandatos de Dios, ¿o no?). Pero reproducirse da placer, Y EL PLACER ES MALO. Permítanme dar un ejemplo inverso: supongamos por un momento que el orgasmo produjera el dolor más extremo (en vez del placer más extremo), entonces los sacerdotes no sólo tendrían muchos hijos, sino que se masturbarían tan regularmente como lo permitiera su santidad. La masturbación sería un acto piadoso que nos acercaría más y más a Dios. Pero no, el orgasmo da placer, entonces hay que evitarlo porque ES MALO. Otro ejemplo que podría dar es el de la flagelación. Por siglos, la flagelación fue una práctica piadosa que acercaba a Dios (incluso hoy mismo hay quienes la practican), ¿pero qué pasa cuando la flagelación da placer? Entonces ES MALO. Preguntémosle a cualquier sacerdote o «buen creyente» sobre lo que opina del masoquismo y no habrá dudas al respecto. En todo caso, lo que se ve mal es EL PLACER y no EL SEXO o LA ANTICONCEPCIÓN.

        Si uno mira alrededor y reflexiona sobre estas cuestiones, puede pensar que Dios quiere que suframos o, al menos, que no sintamos placer. Esto es lo que se desprende de la doctrina de sus representantes. Pero no creo que sea tan así. De hecho, Jesús, en los Evangelios (sí, ya sé, fueron escritos por sus representantes, pero es lo único que tenemos) no se detiene mucho en el «tema sexo». Lo único que dice es que no hay que caer en la inmoralidad sexual. Pero es la inmoralidad lo malo y no el sexo, como es mala la inmoralidad en la alimentación (gula) o en la inacción (pereza). La inmoralidad es lo malo, en cualquier aspecto de la vida. La confusión y la culpa por el placer experimentado nos llevan a ver el mal en el sexo. Y sólo porque nos da placer… ¡El placer, ese monstruo de la historia!

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1 comentario:

  1. Lucas, cierta inercia a "hacerlo todo después" no me permitió comentar tu artículo sobre la navidad. Pero en éste ya me veo obligado a hacerlo en el momento.
    Comparto con vos que todos opinamos desde un cristianismo, incluso aquellos que se dicen no serlo. Pero el problema principal está en quienes decimos serlo (problema aún mayor en quienes nos decimos Católicos) y nos guiamos por... el Clarín. Y puedo afirmarte que incluso hay sacerdotes que así opinan, deduciendo la doctrina de las tapas del matutino. Nunca confesaré el nombre de aquel sacerdote amigo que luego de un año todavía no había leído "Deus caritas est" -primer encíclica de Benedicto XVI- y la criticaba por los titulares del diario. Mejor tampoco hablar de aquella primera plana de la famosa "vuelta al latín en las misas" mencionada en la carta papal "Sacramentum Caritatis" cuya traducción es "Sacramento de Amor" que habla en sus más de 90 artítuculos del valor de la Eucarístía y sólo en uno menciona el tema.
    Tales cosas no suelen importarnos. Aunque solo en 9% de los documentos papales de Juan Pablo II refieran a la sexualidad y el otro 81 al amor, a la pobreza, o a la injusticia, o a simple cuestiones religiosas, siempre creeremos que algún obispo se quiere meter en nuestras sábanas. Así lo afirma Clarín. Y otros. El Pagina 12 no. Este último cree que el Papa es Hitler por no compartir el Aborto libre y gratuito para libertad de las mujeres y eliminación de molestos llantos infantiles en madrugada.
    En fin. Tratar de abordar el tema de la sexualidad es imposible en un blog, en un libro, en un siglo.
    ¿Es el placer un castigo para la Iglesia? ¿Es condenado el placer sexual? No lo afirman sus documentos, aunque no nos extrañemos que más de un cura no los lea...
    "La sexualidad es fuente de alegría y agrado", reza el Catecismo del 90.
    Si uno escuchara las las siguientes palabras de una mujer con acento centroamericano no dudaría que se trataría de una sexóloga rellenita:
    "los esposos experimentan un placer y una satisfacción del cuerpo y dle espíritu. Por lo tanto no hacen nada malo procurando este placer y gozando en él"
    Ahora si se cae en la cuenta que lo dijo Pio XII en 1951 el esquema al menos abre sus grietas.
    Igualmente mientras vivamos en un mundo donde no hay tiempo para detenerse y nos informemos de reojo en cada esquina que el bondi para justo al lado de un quiosko de diarios y podamos alcanzar la tapa de algún diario no creo que podamos cambiar demasiado las cosas. Seguramente el problema esté en que la misma Iglesia no sepa llegar a las bases, pero eso da para otro tema. Como lo de la castidad, que lo dejo para otro momento por ser más de las tres de la mañana... ¡Mirá como me entretuvo en artículo che!
    Salute y seguí así que está muy bueno!

    Mariano

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